Es un color de transición que da fin al ciclo de los colores visibles para despertar de nuevo a lo invisible, a la unidad de la luz primera, como un círculo que se cierra.
Compuesto de la fusión del azul y el rojo, une la acción y la reflexión, modera el deseo e invita a la meditación serena, previa al mundo elevado de los sueños, al periodo de descanso necesario para recapacitar y poder volver de nuevo con una mejor preparación a comenzar otro ciclo.
El índigo (matiz intermedio entre el violeta y el azul, no un color verdadero como los otros seis) y el violeta, son los colores del renunciamiento, de la abdicación para lograr un estado arquetípico ideal para el que aún no estamos preparados. Son los colores de la metamorfosis del alma que va transmutándose al atesorar experiencias en cada una de sus etapas atrapada en la materia.
El violeta es el cordón umbilical que une lo visible y lo invisible, la realidad y los sueños, la materia y el espíritu. Es el puente por el que cruzamos a la otra orilla de la vida, cambiando de dimensión sin desligarnos de ella.
Correspondencias: estados de renuncia, de poder interno, espiritualidad, transmutación. El índigo y el violeta son colores nocturnos, femeninos y pasivos. Su estación propia es el otoño; su metal la plata, y la violeta su planta.
Tiene entre sus aspectos negativos la melancolía, la somnolencia, la fantasía y las obsesiones, y en lo positivo, la obediencia y la templanza.
Un toque de violeta es necesario para renovar fuerzas, para hacer un alto en el camino. Un toque de violeta nos puede servir para reencauzar senderos torcidos, para encontrar el verdadero Sendero con la conciencia y la tranquilidad del que ya ha aprendido algo, del que ha encontrado el auténtico sentido de la vida y por ello se le ve y se siente siempre feliz.
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es muy lindo