Simboliza la calma, el autodominio, el control de nuestra propia mente y psique tan cambiantes e inestables. Reduce lo múltiple que nos acosa desde el exterior a la unidad interna de la voluntad.
Los caballos de su carro son los instintos o pasiones y suelen ser siempre cuatro, simbolizando la correspondencia de cada uno de ellos con los cuatro vehículos de la personalidad humana, según la constitución septenaria del hombre, como la estudian las tradiciones orientales más antiguas, o sea, dividida en los tres vehículos del espíritu, simbolizado por un triángulo (Atma, Budhi y Manas) y los cuatro de la materia o cuerpo físico que le sirve como soporte, representada por un cuadrado (Kama?Manas, Linga Sharira, Prana Sharira y Stula Sharira). El auriga estaría situado justo en el puente o “antakarana” que une ambas partes, superior e inferior, lo que llamaríamos, muy simplificadamente, alma y cuerpo. él es la razón vigilante e inflexible que controla y lucha por dominar esos “cuatro caballos” de sus cuatro vehículos materiales, que intenta cada uno tirar por su propio camino, mientras que el auriga los hace volver continuamente a la senda por donde él quiere y decide llevarlos por su propia voluntad. Así complementa y armoniza el ardor de las pasiones con el dominio de su inteligencia y su razón que las controla.
El auriga es el alma que despierta y se ve dividida, que entiende la lucha que ha de librar para que prevalezca su espíritu, sosteniendo fuertemente las riendas de su cuadriga. La mano que sostiene las riendas simboliza el nudo que ata espíritu y materia, los dos bandos de esta gran batalla. Platón trata de ello muy bellamente en el Fedro.
El más célebre y simbólico auriga o conductor de carros es Arjuna, el príncipe Pandava que, instruido y animado por su maestro Krishna, lucha contra sus enemigos-hermanos Kuravas para conquistar el reino de Hastinapura. Este episodio, titulado Baghavad Gita o “El Canto del Señor”, es uno de los más conocidos y simbólicos de toda la literatura oriental y pertenece a la gran epopeya del Mahabarata. Arjuna es el héroe por excelencia de esta guerra interior que los aztecas llamaron “la guerra florida”. Es el Discípulo que, siguiendo a su Maestro, trata cada día de conquistar su propio Ser venciendo y conquistándose a sí mismo.
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