Renacimiento y Hermetismo

Autor: Fernando F. Fígares

publicado el 15-06-2025

El Renacimiento no ha sido tan solo un renacimiento del “clasicismo” en su sentido universitario y humanista sino también, y sobre todo, un renacimiento del Hermetismo, de la “Ciencias ocultas”. La mayoría de sus figuras de proa lucharon por volver a dar vida a esas ciencias olvidadas a causa del racionalismo escolástico y de las reformas y contrarreformas de las Iglesias cristianas.

A partir de los años 40 muchos autores han atraído la atención sobre el papel fundamental que el Hermetismo ha tenido en el Renacimiento. El libro de F.A. Yates –“Giordano Bruno et la Tradition Hermétique”[1]– ha tenido el gran mérito de ofrecer al gran público la posibilidad de observar desde otro ángulo este gozne de la historia que fue la cuna de la modernidad. Menos accesible pero muy revelador, el libro de I.P. Couliano –“Eros et Magie à la Renaissance”[2]– nos propone un panorama muy vasto en donde se descubre, entre otras cosas, las relaciones simpáticas entre la magia de Giordano Bruno y la Psicosociología aplicada que utilizan las mass-medias contemporáneas. Desgraciadamente estas obras se encuentran demasiado aisladas entre la enorme cantidad de textos humanistas y artísticos relacionados con el Renacimiento y que han invadido Europa desde hace tantos años.

Giordano Bruno

Retrato de Giordano Bruno. Litografía realizada en el siglo XVI. Civica Raccolta delle Stampe Archille Bertarelli, Milán.

La originalidad y la mentalidad de una época no se encuentran en el mensaje de sus sistemas ideológicos, sino en su red de interpretación del mundo y del conocimiento, red que transforma el contenido de las épocas precedentes, y da un valor selectivo, una razón de ser, a la época en cuestión.

Frente al abismo al que nos ha conducido la modernidad, es importante dar un vistazo por encima de los tabúes propios de la mentalidad occidental, y hay que aventurarse a través de la historia de la Humanidad para descubrir otras alternativas que han sobrepasado sus pruebas, otras vías de conocimiento que no han sido destruidas completamente del inconsciente humano a pesar de la furia con que fueron combatidas por las Iglesias cristianas y el pensamiento racionalista triunfantes.

No podemos comprender el Renacimiento del siglo XV sin detenernos antes algunos momentos en el Renacimiento del siglo XII, y su formidable crisol de ideas y valores culturales. España en los tiempos de la Reconquista es uno de sus principales centros. A medida que los Moros se retiran, los primeros aventureros afluyen hacia ese mundo que sobrepasa su imaginación. La fascinación que producen la riqueza y la cultura musulmana se traduce en una actividad febril de traducción en donde el encanto y el asombro se mezclan a una polémica religiosa creciente. Gracias al colegio de traductores de Toledo, el Occidente latino entra en contacto con los principales monumentos de la cultura árabe (y de la antigüedad griega) en los campos de la Medicina, de la Astrología, de la Alquimia, de la Magia, de la Filosofía y de la Religión. Esta invasión cultural se acompaña también de una penetración de elementos procedentes del Este, en particular la antigua Gnosis universalista de Mani, que hizo su reaparición el siglo X en Bulgaria, y que el Catarismo importó a Francia en el siglo XII. La mayoría de la ideas “nuevas” proceden del siglo II de nuestra era, cuando la Pax Romana se encontraba en su apogeo en un mundo que se había cansado de la dialéctica griega, y se volcaba hacia otros campos más intuitivos, más místicos y mágicos.

Sin embargo, la poderosa orden de Cluny mantiene su vigilancia y Pierre el Venerable, entre otros, se encarga con ardor de rechazar todo lo que le parece “dudoso”. Además, cuando se descubre en árabe y griego a Aristóteles, la Escolástica encuentra su ídolo. Ninguna autoridad, hasta el redescubrimiento de Platón y de los Neoplatónicos paganos, ha podido competir con ese maestro. Por ello, el universo fantástico de los antiguas y misteriosas civilizaciones tendrá que contentarse con algunas migajas hasta la primavera del siglo XV.

La época comprendida aproximadamente entre Marcelo Ficino (1433-1499) y Giordano Bruno (1548-1600) se caracteriza por una serie de corrientes y descubrimientos herméticos, filosóficos, geográficos que, sin excepción, tuvieron una significación religiosa cuyo valor fue crucial para la Historia de la Humanidad.

Todos los eruditos del Renacimiento sacan su vigor y su entusiasmo del pasado. La búsqueda de lo verdadero era necesariamente la búsqueda de lo antiguo, de los orígenes. El humanista descubre la literatura y los monumentos de la antigüedad clásica con el sentimiento de un retorno a una civilización muy superior a la suya. Asimismo, el reformador religioso se vuelve hacia el estudio de las Escrituras para descubrir la pureza del Evangelio ocultada con el transcurso del tiempo. En cuanto al Hermetismo, algo similar acontece y todas las miradas se tornan hacia esos tiempos míticos durante los que Hermes, el “tres veces nacido”, vivía entre los hombres.

La Magia culta y refinada del Renacimiento, que nada tiene que ver con la vieja magia popular e ignorante, era utilizada por la mayoría de los grandes hombres del Renacimiento. El lector erudito de autores tales como Jámblico, Porfirio o Plotino no podía considerar la Magia como un simple pasa tiempo o como un medio de crear maldiciones o encantamientos amorosos.

Hermes Trimegisto es probablemente la figura mayor de la Magia del Renacimiento. Egipto era la patria tradicional de la magia y de forma imprevista se encuentran los escritos de ese sabio egipcio. En efecto, hacia 1460, un manuscrito griego llega a Florencia y Cosme de Médicis pide a Ficino que traduzca con prioridad ese ejemplar casi completo del Corpus Hermético. El Renacimiento busca apasionadamente información sobre ese personaje fabuloso que ha escrito el Asclepios, conocido ya en la época de Marcelo Ficino. Siguiendo a Cicerón, Ficino cuenta cómo Hermes habría dado las “leyes y las letras” a los antiguos Egipcios y como habría fundado la ciudad de Hermópolis. Hermes era un sacerdote egipcio, el más sabio de todos y merecía el apelativo de “Termaximus”, el Tres Veces Grande.

La Magia espiritual del Renacimiento, de la que Marsilio Ficino es el primer y el más influyente representante, se constituye a partir del principio de la simpatía neumática universal (fluido espiritual que baña y sostiene a todos los seres). La Magia, en su sentido estricto, representa un saber que otorga al oficiante la posibilidad de emplear las corrientes neumáticas que establecen relaciones ocultas entre todas las partes del universo.

La creencia universal en una venerable “prisca teológica” o sabiduría prístina, y en los antiguos teólogos como Zoroastro, Moisés, Hermes, Orfeo, Pitágoras recupera su valor y su importancia después del desencantamiento producido por el reduccionismo de la Escolástica cristiana y las concepciones medievales sobre el hombre y el Universo. Esta nueva orientación del conocimiento surge como reacción a la mentalidad europea que Mircea Eliade ha definido como “provincial” y responde a la aspiración del hombre renacentista por una Religión universalista, transhistórica y primordial.

El último “mago” del Renacimiento es Tommaso Campanella, hermano calabrés de principios del siglo XVII, cuya utopía política parece haber ejercido una influencia determinante en el grupo de Alemanes que puso en marche el movimiento de la Rosacruz. A pesar de ello, será Giordano Bruno quién elevará el universo mágico del Renacimiento a la cima más inaccesible y peligrosa.

Si Giordano acoge con tanto entusiasmo los descubrimientos de Copérnico sobre el heliocentrismo es porque añade a la teoría científica un significado simbólico, religioso y mágico. Para Giordano, los esquemas heliocéntricos representan un jeroglífico divino y una posibilidad de utilizar las imágenes para comprender un poco más el “pensamiento divino”.

Con ello, Giordano adhiere a los métodos nemotécnicos en boga durante el Renacimiento, métodos basados en la fijación del asunto por memorizar (discurso u cualquier otro elemento) utilizando un encadenamiento de imágenes. Giordano propone la fijación en la memoria del oficiante de imágenes correspondientes con los arquetipos: El Mago esperaba adquirir el conocimiento universal mediante una organización mágica de la imaginación, mediante la utilización de imágenes celestes y talismánicas.

Esta extraordinaria transformación del arte clásico sobre la memoria alcanza su apogeo con Giordano Bruno. Sus dos obras principales sobre la memoria “Sombras e Ideas” y el “Canto de Circes”, representan un catálogo de imágenes exhaustivo : los demonios egipcios representativos de los Decanes, los planetas, las casas de la luna, los dioses del Horóscopo. “Cuando se graban en la imaginación las figuras del zodiaco se puede entrar en posesión de un arte figurativo que ayudará de manera maravillosa, no solamente a la memoria sino también a todos los poderes del alma”.

La cultura del Renacimiento –escribe I.P. Couliano– era una cultura de lo fantástico, del imaginario. Otorgaba un peso inmenso a las imágenes suscitadas por los sentido internos, y había desarrollado al extremo la capacidad humana de operar activamente sobre las imágenes y con las mismas. Había creado toda una dialéctica del eros (poder de atracción), en la que las imágenes, que se imponían primero a los sentidos internos, acababan por dejarse manipular a voluntad. El Renacimiento creía firmemente en la potencia de las imágenes que se transmitían desde el emisor al receptor. Creía también que los sentidos internos eran el lugar por excelencia de las manifestaciones de fuerzas sobrenaturales, los demonios y los dioses”.

Si queremos penetrar el problema del empuje de las ciencias modernas y de la modernidad a partir de la “ciencias ocultas” del Renacimiento, hay que sobrepasar las teorías demasiado reduccionistas que hemos heredado desde entonces. Señalemos entre otras cosas que el perfeccionamiento de la técnica (uno de los argumentos más utilizados) ha tenido un papel marginal en la formación del espíritu científico moderno. También se ha dicho que esas “ciencias ocultas” eran poco fiables, sin valor práctico, y que los primeros éxitos verdaderamente científicos atrajeron los espíritus hacia otros métodos. La realidad práctica de las ciencias ocultas es incontestable sin embargo a pesar de las comparaciones erróneas que se han hecho con las ciencias contemporáneas. Sin duda, el conocimiento de un diplomado en medicina astrológica del año 1500 haría sonreír un diplomado moderno. A pesar de ello, sería interesante ver cuál de los dos sería más eficaz en el tratamiento de ciertas enfermedades, en particular las enfermedades psicosomáticas. Otro tanto ocurriría con la mayoría de las disciplinas humanistas.

La causa más importante del cambio de conciencia radical que se opera en Europa después del Renacimiento hay que buscarla en la censura brutal a la que se han librado las Iglesias cristianas. En el espacio de algunos años, las hogueras de la Inquisición se extienden por toda Europa. A la reforma religiosa, protestante y católica, le hubiera gustado que el único libro escrito por la humanidad hubiera sido la Biblia. Una experiencia alquímica u otro tipo de desviación del espíritu bíblico podía costarle la vida a su autor. Galileo rozó la hoguera por su oposición al Tomismo. Giordano Bruno es quemado vivo porque defiende el Imaginario mágico. Newton mismo nunca publicará sus experiencias alquímicas porque sabía que el puritanismo triunfante de su época se purificaba de los pecados de este mundo mediante una caza a las brujas muy virulenta.

Protestantes y católicos difieren en ciertos aspectos del culto y en el celibato del sacerdocio, pero parecen estar totalmente de acuerdo sobre el carácter impío de la cultura de la Imaginación. Los católicos y los luteranos, verdad es, son en general más tolerantes que los calvinistas, a pesar de que creen también que el ejercicio de la Alquimia, o de la Magia en general, se hace por la inspiración del diablo. Y como el lugar en donde se establece la comunicación entre el demonio y el hombre es la imaginación, el enemigo número uno que el Cristianismo debe combatir es el Imaginario humano.

En efecto, la censura ha expulsado el poder de la Imaginación creadora del Renacimiento, y ha forzado la gente a pensar de otra forma, es decir a pensar según las normas reduccionistas propias a la Reforma.

Bajo la influencia de la mentalidad liberal procedente del protestantismo, numerosos libros de historia afirman todavía que la Reforma es un movimiento de emancipación cuya vocación fue la de liberar el hombre de la opresión de la Iglesia católica. El papel clásico atribuido a Lutero es el de acabar con una Iglesia demasiado enriquecida, organizada en Estado poderoso y dirigida por un prelado ocupado de cosas temporales. Entonces comienza la “Reforma liberal”: Los prelados obtienen el derecho al matrimonio, el culto de imágenes y el ritual se reducen a lo mínimo, el comercio de las indulgencias se prohíbe… Todo eso para concentrarse en una experiencia religiosa más íntima.

El error de esta explicación consiste en confundir los efectos con las causas. Además, no tiene en cuenta el viento liberal que ha recorrido la Iglesia en el Renacimiento y que es la causa de la diferencia existente entre la “nueva mentalidad de los prelados” y la moral cristiana. La Reforma no se manifiesta de ningún modo como movimiento liberal, sino todo lo contrario, como un movimiento radical–conservador en el seno de la Iglesia. Su ideal es la fase naciente del cristianismo primitivo.

San Pablo ya había permitido, obligado por la situación, el matrimonio de los prelados y la Reforma tuvo que aceptarlo como mal necesario. Sin duda, el reflejo más importante de la Reforma es el rechazo en bloque de la cultura pagana del Renacimiento, con la reaparición de la Biblia como única y sola referencia cultural. Una de las metas más importantes de la Reforma –así como para la religión judía de los orígenes– fue el extirpar el culto de los ídolos del seno de la Iglesia. Las consecuencias han sido enormes dado que en el fondo, la Reforma conduce a una censura radical del Imaginario, base fundamental de toda la cultura del Renacimiento.

La Iglesia católica pone en marcha su propia reforma, llamada más tarde la Contra-Reforma. Sin embargo, se trata sobre todo de reformar el liberalismo peligroso del Renacimiento y sus efectos sobre los prelados católicos. Lejos de “reformar” la Reforma, toma la misma dirección que las Iglesias reformadas. Tanto la Reforma como la Contrarreforma se desarrollan bajo el signo del rigor. A pesar de ello, la Contrarreforma tiene sus características propias, definidas en el Concilio de Trento en la segunda mitad del siglo XVI. La Iglesia decide entonces confiar la Inquisición, creada en el siglo XII, a los Jesuitas, que son los que representan mejor el nuevo orden riguroso.

En el siglo XVII, la Reforma consigue sus frutos, y aparecen personas que piensan, actúan y se visten de forma diferente y nueva. Se trata en efecto de protestantes y católicos reunidos más allá de las diferencias exteriores de las Iglesias, diferencias que se reducen a cuestiones secundarias bastante banales: confesión de los pecados, administración de la comunión, matrimonio de los prelados, diferencias de organización interna que no tienen nada que ver con los fundamentos del cristianismo… Una nueva cultura muy uniformizada se extiende entonces desde Londres a Wittemberg, de Ámsterdam a Sevilla.

Verdad es que la Iglesia católica continua con sus tradiciones milenarias pero se mueve en la dirección del protestantismo. Este, por su lado, sin renunciar a las reformas conseguidas, se consolida en grandes instituciones cada vez más próximas de las del Catolicismo. No queda nada de la Reforma y de la Contrarreforma sino una reunión realizada sin que nadie se dé cuenta. Las grandes confesiones de Occidente, sin querer reconocerlo, construyen al unisón un único y solo edificio: la Cultura Occidental moderna. Su enemigo común, la Cultura pagana del Renacimiento, ha sido vencida, Giordano Bruno lo había predicho:

Como los culpables habituados a las tinieblas, y que, liberados del fondo de una torre obscura, salen a la luz, así, muchos de los que se han acostumbrado a la filosofía vulgar, serán sumergidos en el miedo y el asombro, y no pudiendo soportar el nuevo sol de mis claros conceptos, se agitarán inquietos y la falta no será de la luz sino de sus ojos obscurecidos: cuanto más bello y luminoso es el sol, más será a los ojos de los nocturnos brujos, insoportable y odioso. La aventura que he intentado es difícil, rara y singular, la de querer sacarlos del abismo ciego y de conducirlos, a cielo descubierto, frente al rostro tranquilo y sereno de las estrellas que con tanta variedad vemos diseminadas en el manto cerúleo”.

La gran censura del Imaginario conduce a la aparición de la ciencia exacta y de la tecnología moderna, productos de una contradicción paradoxal: continuidad e interrupción con el espíritu del Renacimiento. Continuidad, dado que toma de este último las mismas analogías –microcosmos y macrocosmos– las mismas ideas pitagóricas sobre la armonía del mundo; ruptura, dado que la Reforma y la Contrarreforma, ayudadas por sus verdugos, conducen a una reducción fatal del Imaginario y la desaparición progresiva de todas las disciplinas que dependían de la intuición y de la imaginación, disciplinas que tendrán entonces que ocultarse, perdiendo el crédito de los intelectuales.

¿Hemos ganado o hemos perdido? Sea como fuere, los tiempos de la postmodernidad han llegado, y pensamos que sería demasiado injusto y ridículo el continuar a rechazar el saber y el saber hacer de los hombres del Renacimiento, de los cuales podríamos aprender a pensar mucho mejor gracias a las facultades ocultas por la ignorancia de las Iglesias y del racionalismo a ultranza.

 

Bibliografía

Bruno, Giordano – Les Fureurs Héroïques, Paris, Belles Lettres, 1954

Bruno, Giordano – L’Infini, l’Univers et les Mondes, Paris, Berg International, 1987

Peuckert, Will-Erich, L’Astrologie, son histoire, ses doctrines, Paris, Payot, 1980

Yates, F.A., Giordano Bruno et la Tradition Hermétique, Paris, Dervy Livres, 1988

Couliano, I.P., Eros et Magie à la Renaissance, Paris, Flammarion, 1984

 

Notas

[1] Yates, F.A., Giordano Bruno et la Tradition Hermétique, Paris, Dervy Livres, 1988

2 Couliano, I.P., Eros et Magie à la Renaissance, Paris, Flammarion, 1984

Créditos de las imágenes: National Geographic

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Un comentario

  1. Carlos Estefanía dice:

    Y después hablamos del oscurantismo de la iglesia

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