La ciencia y la tecnología han desplazado a las humanidades en nuestro mundo actual haciendo que parezca poco práctico hablar de filosofía, ya que en apariencia nos reporta pocos beneficios. Sin embargo, aunque sea extraño preguntarse para qué sirve, debemos recordar que la filosofía se relaciona con el conocimiento en su conjunto.
Es cierto que, durante bastante tiempo, la filosofía se ha limitado a la mera especulación intelectual, sin entroncar realmente con los problemas humanos. En la etapa del Instituto era común sufrir ante un galimatías incomprensible donde todo era relativo y todo era posible, y al final se podía llegar a cualquier conclusión. El profesor que traía cariñosamente al presente las ideas de grandes hombres antiguos era la excepción. Es obvio que la filosofía entendida así tiene poca utilidad.
Es, pues, una gran tarea rescatar el verdadero sentido de la filosofía, el que tenía para los antiguos, una filosofía de gran utilidad y necesidad para el ser humano, la filosofía a la manera clásica, que no es la filosofía de los clásicos ni el estudio de los antiguos, sino una actitud filosófica que siempre tuvieron los verdaderos filósofos.
Estudiar a los filósofos y leer lo que han escrito resulta provechoso, tanto por la belleza de sus palabras como por sus consejos prácticos, cuando son válidos, profundos y útiles, porque nos sirven para enfrentar con claridad nuestra propia vida, nuestras dificultades y nuestros sueños. Pero más importante que saber lo que otros han enseñado es aprender a pensar y reflexionar –con su ejemplo y sabiduría– por nosotros mismos, y esa es la verdadera aportación de la filosofía a la manera clásica.
El concepto de filosofía se atribuye a Pitágoras, que instruía sobre el orden, las proporciones, la naturaleza y el universo en sus diferentes planos. Hablaba de la música de las esferas, y de las matemáticas como forma de expresión de ese orden. Cuando alguien le decía que era un sabio, este gran hombre contestaba: «No, yo no soy un sabio, un sofos; yo soy un filo-sofos, un amante de la sabiduría». Nos recuerda lo que decía Sócrates, cuando afirmaba que era poco lo que sabía, y que probablemente por eso reconocía tantas cosas que ignoraba, que era precisamente lo que le permitía aprender.
Esa es la actitud del que quiere conocer. Pitágoras, claro está, no la inventó; probablemente cuando el ser humano empieza a diferenciarse de su parte más animal, también comienza a filosofar, que no es otra cosa que indagar más allá de lo que nos muestran los sentidos, querer entender el porqué de las cosas, caminar hacia la sabiduría. Y eso no lo pueden hacer los animales. La filosofía enseña a apreciar todos los aspectos de la vida en la naturaleza y a valorar el elevado nivel que corresponde a los animales, pero un animal no puede filosofar, no puede preguntarse por la finalidad de las cosas.
La esencia de la filosofía, ese amor al conocimiento que nos lleva a querer entender, es una necesidad vital; no basta con vivir, sino que queremos saber para qué se vive; no es suficiente con seguir un destino, o unas leyes de la naturaleza, o unos instintos que a veces tiran hacia acá y a veces hacia allá: queremos saber por qué aquí, para qué aquí.
La ciencia actual estudia, primordialmente, cómo se desarrollan los procesos, pero no se suele preguntar para qué. La filosofía, en cambio, busca la razón de ser que tienen las cosas. Por eso se dice que el hombre comienza a ser filósofo cuando se pregunta de dónde vengo, qué sentido tiene la vida, etc.
La filosofía a la manera clásica tiene otra peculiaridad: otorga una visión global y permite relacionar las cosas. Cuando ahondamos en la historia de la mano de los grandes filósofos que han aportado verdaderas líneas de conocimiento a la humanidad, nos damos cuenta de que lo hacen bajo todas las ópticas, es decir, que la filosofía abarca la ciencia, el arte, la mística, lo social, lo ético, lo profundo.
Una visión de conjunto permite entender todas las facetas de la vida, y las cosas dejan de ser contradictorias para pasar a ser complementarias. Abordar el conocimiento desde varios ángulos no es ser aprendiz de mucho y maestro de nada, sino tratar de entender qué lugar ocupa cada cosa dentro de lo que se puede observar en la naturaleza.
Llama la atención que en nuestra sociedad se valora más a un especialista que a un generalista. Por ejemplo, en medicina, se aprecia más a alguien especializado en el corazón que al médico de cabecera. En Egipto, en cambio, el médico de mayor importancia era el generalista, que una vez que había comprendido la naturaleza del mal y cómo afectaba al conjunto anímico-biológico de la salud, sí se podía apoyar en un especialista. Cambian tanto las cosas que hoy la educación empieza a especializar al niño cada vez más joven, de manera que no puede desarrollar esa visión de conjunto.
Para comprender esta visión global del conocimiento, podemos pensar en una pirámide como expresión del edificio civilizatorio, cuyas cuatro caras son las distintas vías a través de las cuales el ser humano se puede realizar (arte, mística, ciencia y política). En cualquier civilización clásica, todos podían dar un sentido a su vida siguiendo una vocación artística, religiosa, científica o política. Cada una de esas facetas se une a las demás en un punto superior solamente si hay algo que las trascienda. Ese algo es la filosofía, el eje que lo que cohesiona todo. Un Einstein, el Dalai Lama o un gran músico pueden llegar a las mismas verdades porque la cúspide de cada una de las vías siempre se dirige a la esencia del ser humano y de la naturaleza. Por eso también un Ibn Arabi se podía entender con un cristiano o con un judío, porque hay algo en la filosofía profunda que encuentra esa esencia que relaciona al ser humano con la naturaleza, con Dios.
La filosofía en las antiguas escuelas era algo práctico que ayudaba al hombre a vivir, le daba herramientas útiles para la vida cotidiana. El planteamiento de vida actual convierte al hombre en un ser incoherente, donde intuye cosas pero luego tiene que obedecer a convencionalismos sociales y a una moral de costumbres que es cambiante. Esto era algo inconcebible en un filósofo clásico, pues este prefería saber cuatro cosas y poder vivirlas, a saber muchas pero no aplicar ninguna.
Nos podríamos preguntar también para qué sirve la filosofía frente a los problemas de guerras, hambre o paro que ahora mismo tenemos. Hemos desarrollado tantos medios sofisticados a escala mundial que nos hemos llegado a creer que lo resolverían todo, y nos olvidamos del que está detrás de esos avances: el ser humano. ¿De qué sirve que en vez de una canoa pilotemos un transatlántico si el que lo conduce no ha desarrollado cualidades que le hagan mejor? Nuestro siglo XXI nos ha llevado a dar grandes pasos, pero todo se nos puede derrumbar si no aprendemos a llevarnos bien entre nosotros.
Tal vez la felicidad del hombre esté en que encuentre su lugar natural. La filosofía siempre ha proporcionado métodos, impulsando la educación. ¿De dónde nace el concepto de educación? De la filosofía.
Ahora la educación ya no pretende formar seres humanos sino trabajadores, al servicio de lo económico. Pero ¿quién le transmitirá todo el bagaje que ha adquirido a lo largo de su historia? Es lógico que si no hay nadie que se encargue de formarlo como ser humano, llegue a convertirse en una bestia. Una persona con control de sí misma no es fácil de manejar, y hoy, los medios de comunicación dejan de ser un bien social para convertirse en un negocio.
Frente a todo esto la filosofía a la manera clásica tiene como eje el ser humano, lo que promueve realmente una serie de beneficios prácticos a nivel individual y social.
Por si fueran pocos los beneficios prácticos de la filosofía a nivel individual, también a nivel social nos aporta algunos.
En los tiempos inciertos donde todo se tambalea y se derrumba la filosofía nos acompaña en la vida y nos ayuda a desarrollar nuestras mejores cualidades de discernimiento, amor y voluntad, para nuestra plena realización personal y mejora de nuestro mundo circundante.
Miguel Ángel Padilla
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si estoy totalmente de acuerdo,lastima que trabajo de noche y estoy cerca de la sucursal de lambare,seria ideal algun curso de mañana o de siesta,para mis horarios seria perfecto.
si alguna vez ponen cursos en lambare en esos horarios por favor avisenme,gracias.
es muy interesante como la filosofia me puede ayudar desde un enfoque intrapersonal con mi vida personal para superar mis propias limitaciones;y gracias a una amiga que me compartio el enlace ; yo les agradeceria que me puedan enviar en mi correo las prox. actividades o articulos les agradesco
Estoy totalmente de acuerdo, leer esto ha sido como poner palabras a algo que desde siempre he entendido así, pero no he sabido expresar. Personalmente me horroriza ver cómo hoy en día se deja cada vez mas de lado esta materia en la enseñanza de nuestros hijos, incluso se habla de suprimirla, cuando es una herramienta absolutamente imprescindible para darles la capacidad de tener criterio propio, para pensar por ellos mismos, para cuestionarse cualquier cosa y no quedarse con ello por imperativo, por que sí. Parece que todo esté programado para impedir que tengamos capacidad pensar y decidir por nosotros mismos y así ser fácilmente manipulados y llevados por donde, a saber quienes, decidan, convirtiéndonos en burdos títeres que irán por donde se les indique. Suena a ciencia-ficción, pero así me lo parece.
Al igual que Ricardo, a mi también me gustaría que me enviaran a mi correo las proximas actividades o artículos que publiquen.
Grácias por su labor.
Buenos días: el articulo muy interesante, soy docente de filosofía y a veces surge con mis estudiantes el debate sobre la vigencia de la filosofía en la actualidad, en un conocimiento actual y necesario que interdisciplinariamente con otros saberes. Personalmente considero que la filosofía sigue siendo necesaria y urgente en nuestra sociedad.
acrópolis mas que filosofía enseña una doctrina. encuentro equivocado y quizás hasta mal intencionado decir que enseña filosofía, cuando claramente lo que ahí se estudia es la doctrina teosofica y de Jal, y nada mas. de actitud filosófica, nada!
Hola Juan, soy Miguel Ángel Padilla, el autor de este artículo.
No comprendo bien por qué dices que en Acrópolis solo se enseña doctrina de JAL y de HPB. Llevo colaborando más de 30 años con esta institución, donde he estudiado los más variados sistemas de pensamiento y donde dirijo yo mismo grupos de estudio desde hace más de 25 años. En todo ese tiempo, y por lo que conozco en las más de 600 escuelas de filosofía repartidas por el mundo, se enseña a profundizar de forma comparada en los planteamientos filosóficos tanto de Oriente y Occidente.
Su segundo principio habla justamente de la necesidad de ese estudio comparado de filosofías, ciencias, religiones, etc., justamente con la finalidad de que el filósofo (el buscador de la verdad) desarrolle su propio discernimiento y capacidad de reflexión.
Usted menciona a JAL (el profesor Jorge Ángel Livraga supongo) que es quien fundó Nueva Acrópolis con estos principios. Si eso es “doctrina” me parece una “doctrina” muy interesante y útil para combatir el fanatismo, solo que él (como la fundadora de la Sociedad Teosófica en el siglo XIX a la que indirectamente también menciona) nunca se atribuyeron la creación de ninguna doctrina ni verdades, antes bien realizaron un extraordinario trabajo de profundización y divulgación de planteamientos humanos, vitales y metafísicos de los más importantes sistemas de pensamiento de la humanidad.
El resultado que yo he podido ver en todos estos años es a cientos de jóvenes que desarrollan una verdadera capacidad crítica y reflexiva sobre su entorno y sobre sus propias vidas, impulsados por una clara aspiración hacia lo justo, lo bueno y lo bello.
Definitivamente la filosofía puede ayudarnos a conocernos más y ser mejores… pero es un trabajo personal.
Reciba un cordial saludo
Miguel Ángel Padilla