Me preguntaron por la responsabilidad, y a mi memoria acudió el largo viaje de Ulises para regresar a su patria. Estoy convencido de que, entre las múltiples claves en que podemos interpretar este relato de Homero, una de ellas es la responsabilidad.
Por el sentido de cumplir con sus obligaciones, Ulises acudió a la guerra de Troya. Y no fue solo. Junto a él navegaron los hombres de su pequeña isla, y junto a él embarcaron, tras diez años de batallas, para regresar a su tierra.
Homero nos cuenta las extraordinarias aventuras que vivieron, los peligros que sortearon, y las penas y alegrías que todos compartieron. A través de las grandes vicisitudes que les sobrevinieron, destaca siempre el gran sentido de la responsabilidad que Ulises siente hacia sus compañeros.
En uno de los episodios, sabemos que llega a solicitar ser atado al mástil del barco, pues pretende escuchar los cantos de las sirenas sin caer en la tentación de sucumbir a ellos. Es un momento crucial en la odisea.
Ulises se aferra al mástil de la embarcación, el eje que une el cielo con la tierra, y es una forma de declarar que está dispuesto a permanecer en su puesto más allá de todas las fuerzas de separación que les acechan. Es comprometerse con el destino de sus compañeros y con el suyo propio.
Pero también es fundamental para cumplir con la responsabilidad de conducir a sus hombres a casa, que pueda oír lo que otros no oyen. El canto de las sirenas le proporciona un conocimiento negado a los vivos, pues todos los que han escuchado ese sonido han tenido que pagar con su vida. No así Ulises. Gracias a su inteligencia puede adueñarse de un conocimiento “prohibido”, escondido a los humanos, y su tesoro de poderosa sabiduría aumenta en cantidad y, sobre todo, en calidad.
Ahora puede y sabe discernir, distingue lo real de lo irreal, conoce las fuerzas de la ilusión que desvían a los humanos de su camino, y las ha vencido.
Sigue la dirección que marca su destino y llega a Ítaca. Pero llega solo.
¿Solo?
En el libro “Camino a la Victoria” de Delia Steinberg, la autora enseña que los compañeros que acompañan al héroe en su marcha evolutiva, con el tiempo, se convierten en sus virtudes, en las fuerzas que lo habitan y que se transfunden en parte de sí mismo.
Hay algo muy misterioso en todo este proceso. ¿Será cierto que todos los seres humanos que comparten y han compartido parte de nuestra vida, en lo bueno y en lo malo, forman parte de nosotros? Sea como sea, a todos tenemos que agradecerles que se hayan cruzado en nuestro camino, pues nada sería igual sin ellos.
La gran responsabilidad individual de cada ser humano es tratar de volver a casa, con los suyos, y esforzarse por entender estas palabras en clave metafísica con una conciencia atemporal.
La responsabilidad colectiva es tener que ayudarse unos a otros en la larga travesía por la vida, sin atarse a los pobres egoísmos y sin hacer oídos sordos a los desesperados cantos de los necesitados.
La responsabilidad es cosa de todos.
Créditos de las imágenes: Shuishouyue
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En cuanto a la responsabilidad individual, el volver a casa lo interpreto en su sentido más profundo como evolucionar; es decir volver a la Unidad.