A unos cuantos siglos de distancia es sumamente interesante unirse a esta revolución. Empezando por acrecentar nuestra memoria, o en otras palabras, saber vivir, no pasar por la vida transitando como el viento, sino recogiendo experiencias, no teniendo miedo a atesorarlas y asimilarlas, extrayendo de ellas todo lo que nos interesa.
A eso lo llamamos saber vivir, memorizar, no repetir siempre los mismos errores, quitar del refranero aquello de que el hombre es el único animal que tropieza no dos veces, sino mil, con la misma piedra. Deberíamos tropezar una vez, y si hay memoria, no volver a hacerlo nunca más. Esto es acrecentar nuestra memoria, aquí y ahora.
También deberíamos acrecentar nuestra imaginación, ya que ella es el arma con la que podemos crear. Si antes decíamos “saber vivir”, ahora deberíamos decir “saber construir”. La imaginación no es perdernos en los recovecos de fantásticas imágenes que nos arrebatan, y que nos ayudan a escondernos pero no a afrontar la vida, sino que es el espejo, es la capacidad de captar imágenes superiores y es la fuerza de hacer que esas imágenes superiores se conviertan en realidades en nuestro mundo. Trabajar con la imaginación es convertirnos todos en artistas, y ser artistas consiste en que cada uno de nosotros se modele a sí mismo. Con la imaginación captamos ideas superiores; con la imaginación, en base a elementos puros y nobles, somos capaces de construir seres humanos puros y nobles, porque tenemos una idea, una imagen, un arquetipo, y ahora lo reproducimos como auténticos artistas de nosotros mismos.
Y no es sólo acrecentar la memoria y la imaginación, sino que es también valorar nuestras reminiscencias, aceptarlas como si ellas fuesen una señal callada de un mundo que es hoy, de un mundo que es y seguirá siendo, y del cual formamos parte. En estas reminiscencias está precisamente aquello de nosotros que, siendo eterno, no acepta la muerte. Lo que normalmente puede parecernos indiferente, absurdo o sin sentido alguno, de pronto se tiñe, se vuelve coloreado, tiene sentido; ahora ya sabemos por qué hacemos las cosas, para qué las hacemos. En síntesis, nuestra revolución sería un saber vivir a través de la memoria, un saber construir a través de la imaginación, para poder Ser.
También hay que recordar aquella vieja enseñanza que los orientales habían hecho suya, cuando intentaban explicar qué era la memoria. Explicaban que memoria era un atributo de la fidelidad a nosotros mismos. El ser humano que se es fiel, que se recuerda, que se reconoce, que se construye, tiene memoria. Probablemente no pueda contestar con toda certeza al quién soy, pero podrá decir algo que reviste para nosotros la máxima importancia y nos ayuda a dar el primer paso, un paso seguro por el Camino de la Evolución.
Delia Steinberg Guzmán.
Extraído del libro “Recuerdos y reminiscencias”
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Muy certero el artículo.
Gracias a nuestras memorias podemos extraer el jugo de la vivencia en aquel entonces para que ahora, en el presente, reflexionemos en loq que podemos crear o mejorar de nosotros mismos. Es decir, bajar del mundo de las ideas, lo necesario para imaginarnos a nosotros mismos realizando obras que nos permitan evolucionar y a los demás por ende.
Muy interesante el articulo, considero clave reemplazar la palabra hombre por ser humano. O si se deja platear hombre y mujer. Equidad.