El filósofo Henri Bergson (1859-1941) en sus últimos tiempos llevó una vida muy retirada y solo trataba a los otros hombres si podía ayudarles en algo. Al parecer, una vez justificó su conducta así:
—Después de pasar muchos años en busca de la verdad, llegamos a la conclusión de que mejor habríamos hecho en ejercer la bondad.
Alguien le preguntó:
—¿Y la belleza?
—En esto ya no hay elección posible. La belleza es un don de las hadas, y la creación de belleza me ha dado siempre la impresión de un milagro.
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