El hierro se toma como símbolo de robustez, de dureza, de obstinación, de rigor excesivo, de inflexibilidad.
Tanto en la tradición bíblica como en la China antigua se opone al cobre o al bronce, como el metal vulgar al metal noble. La edad de hierro es la edad dura, el resultado de la solidificación cíclica.
El hierro ha tenido un valor sagrado entre numerosos pueblos, ya sea que, como de origen meteórico, se haya considerado como caído del cielo, o que de origen terrestre confirme los datos de la embriología tradicional. Pero el simbolismo del hierro es ambivalente: protege contra las malas influencias, pero es también su instrumento; es el agente del principio activo que modifica la sustancia inerte, pero es también el instrumento satánico de la guerra y de la muerte.
En la India, el trabajo del hierro es de naturaleza asúrica, es decir, reservado a las divinidades secundarias.
En Egipto se identificaba con los huesos de Seth, divinidad esencialmente tenebrosa.
Da el poder y la eficacia al chamán.
Se considera símbolo de la fertilidad y protector de las cosechas.
Hesíodo describe la quinta raza según la sucesión de los tiempos, la raza de hierro: los de este linaje no cesarán de sufrir toda suerte de fatigas y miserias, ni de ser consumidos por las duras angustias que recibirán de los dioses. La hora vendrá en que Zeus aniquile a esta raza de hombres deleznables.
La raza de hierro simboliza el reino de la materialidad, de la regresión hacia la fuerza brutal de la inconsciencia.
De origen ctónico e infernal, el hierro es un metal que no debe ser puesto en relación con la vida. Según Platón los hombres de la Atlántida cazaban con dardos de madera y con redes. De la misma manera los druidas cortaban el muérdago sagrado con una hoz de oro.
El hierro simboliza una fuerza dura, impura y diabólica.
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