Los llamados siete colores del arco iris son, aparte de un curioso y bello fenómeno, las diferentes radiaciones de que se compone la luz solar, por lo que, simbólicamente, y al igual que ésta, los colores representan la fuerza creadora de la energía cósmica a través de sus siete manifestaciones. El color es energía luminosa con diferentes longitudes de onda e intensidades relativas: esto lo descubrió Newton en 1.666, descomponiendo un rayo de sol a través de un prisma óptico en los colores del arco iris y volviéndolos luego a reunir formando nuevamente la luz blanca, lo cual, a nivel simbólico es muy significativo como representación gráfica de las energías creadoras, del inicio y final de los tiempos.
Para algunos intérpretes sin embargo, y como explica R. Guénon en su libro “Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada”, la gama real del arco iris es de seis colores: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y violeta; el índigo, que se acostumbra a enumerar para completar el septenario cromático, “no es en realidad más que un simple matiz intermedio entre el violeta y el azul y no hay razón para considerarlo como un color distinto”. En efecto, afirma Guénon, “pueden colocarse los tres colores primarios ‒rojo, azul y amarillo‒ en los vértices de un triángulo y los tres complementarios ‒verde, naranja y violeta‒ en los de un segundo triángulo inverso con respecto al primero, de modo que cada color fundamental y su complementario respectivo se encuentren situados en dos puntos diametralmente opuestos; vemos que la figura así formada no es sino la del “sello de Salomón”. Esto equivale a decir que el séptimo no podría ser otro que el blanco y habría que situarlo justamente en el punto o eje central, pues no es representable como los otros seis, sino el origen mismo de todos y su vía de retorno como ciclo de manifestación que se expande primero y luego vuelve a su punto original. Son portadores por tanto de una fuerza vital extraordinaria que actúa a través de nuestro cuerpo hasta el último de sus átomos.
En los siete días de la semana del Génesis hebreo, podemos establecer este mismo simbolismo con respecto al séptimo día, esencialmente diferente a los otros seis: es el día de reposo, el retorno del Principio Creador al estado inicial de No manifestación. Podrían establecerse otras muchas analogías que demostrarían, una vez más, que la Ciencia viene siempre, por lo general, a confirmar la Tradición transmitida a los hombres a través de los libros sagrados de todas las religiones y mitos de la antigüedad.
Si alguna de las imágenes usadas en este artículo están en violación de un derecho de autor, por favor póngase en contacto con nosotros.
¿Qué opinas?