Teniendo en cuenta que, en general, lo propio de toda interpretación simbólica es no ser jamás exclusiva, sino al contrario, comprender en un amplio sincretismo todas las interpretaciones posibles, y que la simbología es el mejor medio para desvelar las enseñanzas que desde siempre nos ha ido transmitiendo la sabiduría antigua a lo largo de todas las tradiciones, en el simbolismo de la araña vemos que se superponen tres importantes aspectos: creación, destrucción y centralización. El primero de ellos es su capacidad creadora, extrayendo de ella misma la sustancia para elaborar el hilo con el que construirá su propia tela. El segundo, de destrucción, se puede observar en su agresividad para cazar a cuantos insectos se le acercan incautamente y que constituyen su alimento para renovarse cada día, y el tercero es la red perfectamente tejida en espiral a partir de un centro, en el cual ella misma se coloca y permanece alerta para reaccionar inmediatamente ante cualquier agresión.
Observando y “leyendo” en el gran libro de la Naturaleza, la araña nos va a dar múltiples claves: podemos “ver” en ella la imagen simbólica del centro del mundo, de la gran manifestación emanada del Primer Principio del que todo nace y al que todo ha de volver; el doble camino de descenso y retorno que ha de existir tras la evolución y muerte cíclica de todo lo creado. En India es considerada en este sentido como imagen de la diosa Maya, la eterna tejedora del velo de ilusiones que encubre a nuestros ojos la verdadera realidad de lo que somos. La araña puede bajar y subir, elevarse por su delicado hilo y volver a su propio centro cada vez que hace una escapada al mundo para explorar el medio externo y buscar nuevos alimentos, atesorando así las experiencias con las que de nuevo se elevará a su punto de reposo, hasta que el principio de necesidad le obligue de nuevo a realizar otra bajada.
En Grecia es Aracné, una doncella lidia discípula de Atenea en sus funciones como diosa y maestra de hilanderas y bordadoras. Bordaba tan bien la bella Aracné, que su soberbia la llevó a desafiar a la misma Atenea, por lo que fue primero advertida y más tarde castigada a tener que permanecer hilando y tejiendo, durante toda su vida, una tela cuya fragilidad e inestabilidad hace que se rompa fácilmente con el simple soplo de un mortal.
La forma radiada de su tela simboliza el Sol y el hilo es el soporte de la realización espiritual. La Luna aparece también en muchos mitos representada como una inmensa araña a causa de su carácter pasivo, de luz reflejada, y por sus distintas fases de creciente y menguante, afirmativa y negativa, lo que corresponde a la esfera de la manifestación fenoménica que va tejiendo con sus hilos el destino de los hombres.
Según M.Schneider, las arañas, construyendo y destruyendo sin cesar, simbolizan la inversión continua a través de la cual se mantiene en equilibrio la vida del Cosmos. Este mismo simbolismo penetra la vida del hombre (microcosmos), para significar el “sacrificio” continuo de su vida, mediante el cual se va transformando y pasando de un mundo a otro, de su parte humana a la divina por medio del “sacrum fiere”, o sea, “haciendo sagrado”, y ritualizando cada acto, cada decisión importante a lo largo de toda su existencia, que se desarrolla en ese “puente” o gozne entre la razón y el corazón, entre lo sensible y lo inteligible.
Créditos de las imágenes: Gnissah
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