Los siete caminos para la realización espiritual

Autor: Jorge Ángel Livraga

publicado el 05-04-2023

Según las antiguas tradiciones, existían siete caminos para la realización, los siete caminos esotéricos, llamados otrora “Caminos Secretos de la Realización”.

Laberinto de la catedral de ChartresSe corresponden con lo que generalmente se conoce a través de los libros como los siete rayos, las siete modalidades o formas presentes en el ser humano.

En la parte histórica, también se corresponden con esas siete formas que podía seguir una persona para llegar a su real trabajo, que eran las tres formas filosóficas y las cuatro artes liberales. Se relacionan asimismo con la propia constitución septenaria que, según los antiguos, se refleja en el ser humano y en el Cosmos. El ser humano no solamente se compone de cuerpo y Alma, los grandes antagonistas, lo bueno y lo malo, sino que resulta más complejo. Los antiguos afirmaban que el ser humano tiene siete vehículos internos, y de ellos nacerían estos siete Caminos para la Realización.

Estos siete vehículos son:

  • El físico.
  • El formal, en un estado vibratorio más alto, que penetra al físico; este es el llamado doble, luminoso, eléctrico, magnético, que en realidad conforma lo físico, ya que no tiene forma en sí mismo, es la parte pránica o de la vida.
  • El emocional, que altera nuestras partes energética y física y las modifica, llegando incluso a afectar a nuestros pensamientos; es nuestra parte psíquica.
  • El cuarto es la mente concreta, la mente racional, presente en la vida corriente.
  • El quinto es la mente superior, mente de lo abstracto, lo filosófico.
  • El sexto es el de la Iluminación, Budhi en hindú, el vehículo que permite percibir las cosas aunque no sean explicadas, una especie de intuición o sabiduría que existiría en el fondo de todos los seres humanos.
  • Y, en séptimo lugar, el misterioso Espíritu, el Atma de los indos, el vehículo que tiene el tamaño de los Dioses, el amigo secreto del Bhagavad Gita, el espectador de todos nuestros actos, la conciencia que con o sin cultura conoce todas las cosas, así como el Bien y el Mal.

A través de estos siete vehículos vendrían reflejados los siete Caminos de la Realización.

Vamos a tomarlos en sentido inverso, de arriba hacia abajo. No podemos separar las distintas partes de las que estamos hechos. Todas ellas se encadenan en nosotros y resultan inseparables. El ser humano no es un robot al que se le pueda enchufar y desenchufar. Y por eso hablamos a veces cuando estamos dormidos, por eso a veces cantamos sin saber porqué, y alguna vez sale una lágrima de nuestros ojos sin saber la causa por la que lloramos. Son esas combinaciones misteriosas de tantas cosas que ignoramos.

Vamos a comenzar, pues, por el Camino de la Voluntad, pero considerando siempre que estos son siete caminos abstractos que solo son aplicables en la práctica si se combinan; porque una voluntad que no tenga una mente que la racionalice, una emoción que le dé color, una vida que la mantenga y un cuerpo que la refleje, más que voluntad, es un fantasma invisible. Esa voluntad no mueve absolutamente nada.

Para ser motor, necesita también tener algo que mover. Si la voluntad es completamente abstracta, resulta inexistente. Puede tener Ser, pero no tiene existencia. Carece del primer atributo del Ser, que es la existencia, y filosóficamente resulta inexistente. El primer camino, pues, sería el Camino de la Voluntad. Todos sabemos que la Voluntad se manifiesta en una suerte de deseo interior que pretende llevar a cabo alguna acción. Actualmente, nuestra voluntad se ve amenazada por una masificación artificial que aprovecha los cauces de la propaganda de masas, así como distintos elementos, que propicia la plutocracia del manejo de las grandes sumas de dinero, y que acaba por arrancamos nuestro verdadero ser interior.

Cuando pedimos algo, generalmente no pedimos lo que queremos, sino lo que la publicidad hace que queramos. Y a pesar de que está muy de moda la democracia, cuando se va a votar, no se hace por un sentir interior, sino por lo que se leyó en los carteles o por lo que nos introdujo artificialmente cualquier medio de comunicación.

Y esa voluntad no es nuestra, sino que nos la han incrustado desde afuera. De ahí que tengamos que robustecer el Camino de la Realización de la Voluntad, a través del Individuo Interior. No hablamos de un individualismo, de un egoísmo que nos separe de los demás, sino de “ser quienes somos”, no por orgullo, sino por amor a la Verdad. Porque ni Dios ni nadie puede quitarnos nuestra propia esencia, el ser quienes somos; con nuestros defectos, con nuestras pequeñeces, con nuestros miedos interiores y con nuestras dudas, somos, sin embargo, cada uno de nosotros, piezas irrepetibles de la Naturaleza.

Somos diferentes, y tenemos, precisamente en nuestra singularidad, un valor especial, como si fuésemos pequeñas artesanías hechas a mano, creadas por la mano de Dios, de tal manera que tenemos una marca particular que nos indica que no hemos salido de ninguna especie de cadena de montaje.

El segundo es el Camino de la Intuición, el de la Religiosidad. En él es fundamental la Iluminación Espiritual.

Hoy en día se entienden muchas cosas por Iluminación Espiritual. En realidad, los colores se ven porque hay luz. Si la luz se apaga, todo se verá casi del mismo color. Y en la oscuridad no vamos a distinguir la luz ni el color. Es la luz la que nos permite ver los colores.

Sin luz no podemos distinguir las cosas. Del mismo modo, para poder ver dónde están el bien y el mal, para poder reconocer los valores, necesitamos luz espiritual, necesitamos espiritualidad, y en palabras simples, religiosidad. No creemos que el ser humano se diferencie del animal simplemente por un problema evolutivo, sino precisamente porque puede ser religioso.

El humano más primitivo, el perdido en las selvas, en las sabanas, en las montañas lejanas, pone una piedra sobre otra y adora al Ser Desconocido, Creador del Universo. Así, levanta su brazo y trata de señalar el horizonte de donde le vienen todas las cosas. Ningún animal puede hacerlo; ningún animal siente en sí la religiosidad; para él, cuanto más, la religiosidad es el amor a sus amos: ¡magnífico sentimiento!

Hoy que vivimos en un mundo de odio y terror, hoy que vivimos aferrados a nuestras carteras para que no nos las quiten, qué hermoso sería un poco de amor, pero no en el sentido común de la palabra, sino un amor profundo. Hablo de aquello que, como dijo Jesucristo, nos haga amar a los demás como a nosotros mismos, y aun en algunos casos, más todavía.

El tercer Camino de la Realización pasaría a través de la Mente. Hay quienes afirman, sobre todo en ciertas escuelas demasiado influidas por un orientalismo mal entendido, que no hay que razonar, que no hay que pensar. Una vez le preguntaron a Sócrates de dónde venían los muertos, y él contestó que de los vivos. Luego, le preguntaron de dónde venían los vivos, y él dijo que de los muertos. Explicó toda la teoría de la reencarnación en solo cuatro palabras.

Y si se piensa bien, se ve que, sea o no cierto, desde el punto de vista racional, tiene una cierta lógica imbatible. Los sistemas de silogismos, encadenados de una manera correcta, son necesarios para la comprensión de un mundo que tiene un trasfondo lógico.

De ahí que se hable del Logos del mundo, de su parte inteligible. De ahí también que, aun en los libros religiosos, no pudiendo utilizar palabras que los pueblos no comprendan, hablan de manera sencilla y dicen que fue “el Verbo”, o sea, “la Palabra”, aquello que despertó todas las cosas. La razón concreta y cotidiana nos da la posibilidad de un conocimiento aproximado, ya que podemos medir, pesar y comparar. Un objeto es viejo comparado con otro más moderno, y nuevo comparado con otro más antiguo, o grande y pequeño siguiendo similar comparación.

Sin embargo, algo no puede ser viejo y nuevo a la vez, o grande y pequeño al mismo tiempo, por lo que vemos que es preciso utilizar otra vía para poder entender el mundo y entendernos a nosotros mismos, para saber dónde está la verdad; por la vía cotidiana las cosas se nos esfuman, al carecer de cualidades reales.

De ahí ese tercer camino, el Camino eminentemente Filosófico, a la manera clásica, de la Mente Pura y Abstracta.

El cuarto es el Camino de la Realización a través de la Mente Concreta. Sería la posibilidad que tenemos de ensamblar y reunir las cosas materiales, manifestadas. Podemos trazar una serie de cálculos, de apreciaciones, y gracias a eso, podemos hacer negocios, escribir libros, conversar, en base a una comprensión de lo que estamos viendo.

La memoria nos permite recordar y nos ofrece esa pequeña conciencia de saber quién es cada uno de nosotros. Este es el cuarto Camino de la Realización.

El quinto es el Camino de las Emociones. Conocí a un viejo filósofo hindú, hace muchos años, que me decía que no se puede matar una emoción baja, un instinto, con la simple razón, sino que hay que transmutarla, y de alguna manera, convertirla en una emoción elevada. Así pues, podemos elevar nuestras emociones.

No hay que emocionarse solamente por una comida o una buena botella de vino, sino que también es necesario poder emocionarse con la música, con un cuadro, con una escultura, con el Partenón o con las pirámides. Hace falta a veces llorar en medio de la noche, pensando en los que tienen hambre o frío, en los que tienen miedo. Las emociones deben ser como los árboles. Deben levantarse verticales y abrirse hacia el cielo, abrirse en innúmeras manos como las ramas de los árboles, en donde haya pájaros que canten y nidos que prometan nuevas primaveras.

Este es el quinto Camino de la Realización: a través de la emoción, la emoción alta que se siente en presencia de una obra de arte o de nuestros seres queridos. Hay que elevar el alma, levantar el ánimo, tener emoción no solo para las cosas de abajo, sino también para las de arriba. Todos los árboles necesitan raíces, pero las raíces se justifican por los troncos verticales y las ramas.

Si los árboles no tuviesen troncos verticales y ramas, y pájaros, y frutos, y flores, de qué nos servirían. Un árbol sería solamente un trozo de materia hundido en el suelo. Y estamos cansados de tener solo trozos de materia hundidos en el suelo. Queremos levantar nuestras emociones. Queremos volver a emocionamos con la amistad, con el amor, con el heroísmo, con la lealtad. Queremos sentimientos de verdad, al estilo platónico, que sean capaces de darlo todo y no pedir nada. Ese sería el quinto Camino.

El sexto Camino de la Realización es aquel que nos viene de la Parte Vital. De la sola observación de la Vida podemos captar todo aquello que Dios nos ha dado en esta tierra. Si miramos atentamente, si vemos cómo ha sido diseñado un pez, de qué manera vuelan las aves, sus formaciones en “V”, que fueron aplicadas en los aviones y que los pájaros, desde hace millones de años, utilizan porque cortan mejor el viento, comprenderemos la sabiduría que encierra la Vida.

Antes de que los físicos descubrieran la capilaridad, la Vida hizo subir la savia por los troncos de los árboles y por los tallos de las rosas, permitiéndonos tener flores y perfumes. La Vida es lo que hace reír a los niños y pone paz en los ojos de los ancianos, porque saben, aquellos que son sabios, que la Vida no comienza ni termina, sino que sigue, va más allá de la muerte, y estaba también antes de nuestra cuna. Este sería el sexto Camino de la Realización, que a través de la observación de la Vida, así como del cumplimiento de sus leyes con rectitud, limpieza y orden, sin dañar a los demás, nos lleva a nuestra meta.

Recuerdo también que aquel viejo filósofo me enseñó que la felicidad de uno nunca debe estar hecha en base a la infelicidad de los otros. Sin embargo, suele ser lo más corriente. Tendríamos que llegar a un tipo de felicidad que sea bueno para todos, como cuando escuchamos música, ya que lo que siente uno no le resta ni un ápice de felicidad a sus compañeros. Espiritualizándonos, observando esas raíces de la Vida, podemos compartir.

En lo material, de un trozo de pan compartido solo podemos obtener migajas para cada uno, pero en lo espiritual podemos compartir más fácilmente y obtener todos el bocado completo. Es más, si una pieza musical la escuchamos juntos, aún va a hacernos mejor efecto. Es por eso por lo que vamos a la ópera o al teatro, porque allí tenemos compañeros de aventura espiritual. Esta es la Vida que proponemos como Camino de Realización.

El Camino Físico es el más simple y, tal vez, el más difícil de todos, sobre todo en este momento histórico. Todos los pueblos y todos los seres humanos han creído siempre que vivían en un momento especial de la Historia, pero nosotros realmente estamos viviendo un momento especial de la Historia; estamos en un gozne histórico, incluso ante el probable advenimiento de una nueva Edad Media, dado que los sistemas que hoy nos rigen son inoperantes.

Hace falta una gran renovación, un cambio profundo, para que todo esto siga marchando. Y marchará, porque la Humanidad se ha levantado mil veces de catástrofes mucho mayores, pero hace falta volver a nuestras propias raíces, a las cosas tal cual son. Nos hace falta salir un poco de la mentalidad consumista de las líneas de montaje. Nos hace falta volver a hacer las cosas con las manos, sentir de nuevo la piedra y la madera, y sentir otra vez el agua sobre la piel. Nos hace falta volver a la Naturaleza, y hacerlo de una forma real. No se vuelve a la Naturaleza en una lancha de goma a 30 km/h, sino tratando de vivir realmente en la Naturaleza. Y no se vuelve tampoco absteniéndose de comer carne, como dicen algunos pseudoesoteristas, pensando que con eso están liberados, ya que las vacas tampoco comen carne. La liberación debe ser algo más complejo que todo eso. Lo que hemos de hacer es vivir naturalmente.

En la Naturaleza no existen ambigüedades. En la Naturaleza existe el bien y el mal, la luz y la oscuridad; las cosas son definidas. Y entonces sabremos a qué acogernos. El náufrago que está en las olas y ve un bulto en las sombras, no sabe si será un salvavidas o un trozo de madera podrida que se deshará al tocarlo, y tiene miedo. Y nosotros, náufragos de las viejas civilizaciones, de las viejas creencias, del viejo sentido del Honor, necesitamos saber a qué acogernos, incluso en la realidad física, saber si algo es sólido o no lo es, saber si algo sirve para apoyarse o no sirve. No podemos coger un camino, u otro, u otro. Debemos reunirlos todos, porque el Hombre es una síntesis. Nadie debe ser tan vanidoso de creer que él es una chispa de Voluntad. Que nadie sea tampoco tan humilde de pensar que él es solamente unos cuantos kilos de carne. Ni un extremo ni el otro; somos lo uno y lo otro, y lo que desconocemos. Como todo es.

En nosotros está el cuerpo, está la vida, están las emociones, los pensamientos, las intuiciones –esas extrañas voces que nos hablan de noche–; y está también el Alma, el Espíritu, aquello que nos anima, aquello que es inmortal, que está más allá de todas las cosas, y que en los fracasos nos dice, como Cristo a Lázaro: «Levántate y anda».

Y esa es la misión de la Filosofía práctica. No es esta una Filosofía de simple deducción: es una Filosofía de Vida. Lo que queremos es muy grande, y por eso lo queremos con toda el Alma y por ello damos la vida. Y nadie da la vida por algo que no vale. Damos la vida por algo que vale realmente, que es recrear a la Dama, recrear al Caballero, recrear al ser humano. Es hacer un Hombre Nuevo, nuevo y mejor, en este mundo injusto, donde existe explotación, donde existe el miedo, donde existe la violencia. Hemos de levantar de nuevo nuestros estandartes espirituales sin miedo. Nada puede hacernos mal. Nadie puede morir. Todos somos divinamente inmortales, y tenemos que marchar a través de las adversidades como si fuesen peldaños en los que apoyarnos para ir más arriba, para ir más adelante.

Que nadie reniegue de su propio Ser, que nadie reniegue de su propia bandera, que nadie reniegue del hecho de ser humano. ¡Siempre hacia arriba y hacia adelante!

 

Créditos de las imágenes: National Geographic

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Referencias del artículo

Extracto de una conferencia dictada el 15 de septiembre de 1984 en la sede de Nueva Acrópolis, Gran Vía 22, Madrid, España.

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