Acabo de leer en un libro que me han regalado, en el que se dice que los pitagóricos pensaban que para restaurar al ser humano como “imagen de Dios” era necesaria, entre otras cosas, la epopteia (la visión mística de la verdad).
Contemplar a Dios era contemplar sus Ideas, porque esa es la Forma que adopta la Mente Universal, y la palabra usada por los egipcios para designar “estrella” se relaciona fonéticamente con la palabra que significa “enseñanza”.
Mi imaginación se ha trasladado de manera inmediata hacia ese cielo estrellado, repleto de enseñanzas, que brillan en la oscuridad y que marcan el camino –y tal vez el destino– de los seres humanos.
Las Estrellas-Enseñanzas nos animan a elevar la mirada hacia lo alto, y llenan nuestra alma de misterio y de grandeza nuestro corazón. Nos hacen sentir como pequeños organismos que marchan en el mundo inferior sin dejar huella alguna a su paso, y al mismo tiempo como seres importantes que comparten el enigma del Universo. A la manera alejandrina, un micro-bios dentro del gran macro-bios.
En la noche terrestre, acariciados por el fulgor de los astros, se puede percibir que hay algo en nuestro interior que no pertenece a lo efímero, que está más allá del razonamiento discursivo, que anhela regresar a su verdadera patria porque tiene alas que impulsan la imaginación, la intuición y la poderosa memoria del hogar abandonado. Se siente que existe una extraña conexión entre lo de arriba y lo abajo.
Y son las enseñanzas filosóficas, el conocimiento transmitido durante múltiples generaciones, las que nos conectan con ese firmamento de majestuosas Formas. Porque las enseñanzas brillan, titilan, palpitan, hablan y viven en nosotros como una Luz de Vida que enciende la mente y el corazón.
Si el asombro es el origen de la filosofía, asombroso es el cielo nocturno repleto de estrellas y tantas veces contemplado, que guarda en su seno la clave del principio de las cosas y el sentido de todo lo que llega a su fin.
Quiero pensar, en este momento, que también alguna estrella acoge a un ser querido que ha partido en su último viaje. Y que allí recibe, en forma de vivificante luz, la enseñanza que mereció poseer en la tierra.
Para los que quedamos aquí abajo, las Enseñanzas conforman la escalera por la que podemos ascender hacia el Cielo al tiempo que encendemos las luces del entendimiento, una tras otra, en una trayectoria de esforzada lucha por alcanzar las Estrellas.
Carlos Adelantado
Créditos de las imágenes: Greg Rakozy
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