En el libro La República, de Platón, y en Las Leyes, de una manera más extensa, está tal vez mejor definido este problema de la educación. Cuando comienza el libro, con los caminantes que van marchando hacia el templo de Zeus Olímpico, se dice que la mejor forma de educar es mediante la Gimnasia y mediante la Música.
Obviamente, cuando escuchamos las palabras “gimnasia” y “música” hoy, desde nuestro punto de vista nos hacemos una imagen un tanto falsa. Al pensar en gimnasia imaginamos juegos de tipo físico: levantamiento de pesas, boxeo, jabalina; cuando pensamos en música, pensamos en tocar la guitarra o la cítara o lo que fuese. No es exactamente lo que pretendían los griegos o lo que quería expresar Platón.
Él hablaba de la Gimnasia –de gymnós, desnudez– como de una aptitud especial en los jóvenes, los cuales podían desarrollar toda su pureza en el sentido físico de descontaminación. Platón recomienda separar las generaciones –y eso fue muy discutido–, no está de acuerdo en que los jóvenes sean educados por los padres; Platón propone en La república que sólo durante cinco años –en el llamado gineceo– los niños estén a cargo de sus padres, y que luego tienen que pasar a manos los paidagogoi, o sea, los pedagogos o maestros.
Dice Platón, de una manera muy cruda, que cualquier hombre es capaz de tener hijos, pero no cualquiera es capaz de educarlos. Entonces, proponía que después de los cinco años –cosa que se hacía en la Grecia clásica– los niños pasaran a institutos especiales en donde se les educara en la parte física y en la espiritual. Esa parte física basada principalmente en un culto a las fuerzas y en un culto a la pureza –casi “tarzánica”, diríamos hoy– era la Gimnasia, y la parte espiritual era la Música, pero por Música entendían el ejercicio de las Musas. Sabéis que las Musas eran las antiguas Diosas que regían la Historia, la Oratoria, la Música propiamente dicha, la Pintura, el Teatro, etc. O sea, que el joven tenía estas dos grandes vertientes, se pretendía un cuerpo sano y se pretendía un espíritu cultivado, un espíritu propenso a las artes y a todo lo que fuese humanista.
Este conjunto de un cuerpo sano y de un espíritu abierto a toda la creación es propio del mundo clásico. Además, Platón creía que existía una gran relación entre el cuerpo y el alma. Los socráticos decían que el cuerpo era como una vasija y el alma como el agua que la llenaba y que es obvio que el agua tome la forma de la vasija que la contiene, por lo que hace falta un cuerpo sano en todas sus extensiones y hace falta una vida sana, un medio sano para que pueda también el alma educir todos sus sanos aspectos.
Jorge Ángel Livraga Rizzi.
Créditos de las imágenes: Nueva Acrópolis
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una singular alternativa educativa que no debemos dejar de tomar en cuenta.
Que yo sepa, Platón estaba en contra del arte…
En ninguno de sus diálogos se manifiesta Platón en contra del arte. Al contrario, recomienda el aprendizaje de buscar lo bello en las cosas y resalta el valor educativo de los objetos bellos. Otra cosa es lo que se entendía en su época como arte, que no es igual que lo que ahora entendemos (esa es la dificultad de muchas traducciones) y estaba más cerca de la técnica que del trabajo creativo.
Dentro de su teoría de las ideas, el arte sería la mejor manera de reflejarlas en las formas, sin la intermediación figurativa, que vendría a ser una “imitación” de la naturaleza, pero en segundo grado.
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