Estar al sol

Autor: Delia Steinberg Guzmán

publicado el 10-06-2025

Los seres humanos, que somos tan propensos a seguir las modas impuestas por las conveniencias y los convencionalismos, deberíamos aprender a regirnos por una moda que nos beneficiará en cuanto a realismo y naturalidad. Me refiero a ponernos de moda según las estaciones del año, según el ritmo que marca, precisamente, la Naturaleza.

Con ello no pretendemos descubrir nada nuevo; las antiguas civilizaciones rendían culto a estos ciclos anuales no solo por simplicidad mental, sino por conocimiento de leyes fundamentales de los ritmos vitales.

a las puertas del verano

Lo cierto es que inconscientemente, sin proponérselo, la mayoría de la gente rinde culto al sol, y si no es un culto religioso, a la manera arcaica, es un culto profano y moderno, en el que sin detenerse demasiado en las características metafísicas del brillante astro, basta con apreciar sus evidentes manifestaciones materiales. Hay una necesidad de salir de los encierros, de gozar del aire libre, de “estar al sol”. Playas marinas, ríos, arroyos y piscinas, adquieren una fascinación especial, en la que suman las fuerzas propias de las aguas y la otra muy particular del sol.

Estar al sol es estar a la luz, es despojarse no solo de ropas sino más especialmente de elementos psicológicos viejos y desgastados. El verano que comienza marca consigo el deseo explícito de comenzar cosas nuevas, de trazar planes para el futuro inmediato y mediato, de abandonar tristezas y dolores para dar cabida a nuevos sentimientos positivos.

El sol mejora el aspecto de todas las cosas, prestándole parte de su brillo extraordinario. Por lo mismo, todo nos parece bello y somos capaces de detenernos a observar lo que, habiendo visto todos los días, jamás habíamos detectado tan claramente. La calle de nuestra rutina diaria es otra, así como son otros los rostros de las personas con las que compartimos horas y horas de trabajo y compañía. Los árboles son efectivamente otros –aunque la raíz permanezca idéntica– y el ambiente se llena de nuevos sonidos, incluso el de esos pájaros que, desapercibidos en una gran ciudad, intentan con sus gorjeos indicarnos que algo ha cambiado en la Naturaleza.

El verano propicia las amistades y las confidencias, y favorece algo que bien podríamos llamar madurez, al igual que en los frutos de la tierra. Hay en los hombres una serenidad que no proviene únicamente de las vacaciones, sino del ritmo entero de nuestro entorno. Hay más capacidad de dar, de auxiliar al que lo necesita, de gozar con el que goza y sufrir con el que sufre.

Es, pues, de filósofos, proponer y asumir esta nueva moda, que cambia sin cambiar y favorece sin alterar los ciclos de la vida. Es de filósofos estar a la moda del verano. Ello supone quitarse las pieles viejas, despojarse de los elementos de gastadas experiencias y enfocar nuevas posibilidades de acción y realización interior. Ello supone ajustarse a una disposición de ánimo constructiva y serena, madura como los frutos de la Naturaleza. Estar con el verano es reconocer las ventajas de la luz, practicar la clarificación interior, el conocimiento de sí mismo y de los demás, honrar la verdad y la sinceridad y vivir como si nuestro yo fuese transparente a los rayos del sol. Asumir esta moda es para el filósofo obligarse a reflexionar, a escoger sus mejores virtudes y planificar con cuidado la siembra del próximo invierno para que ninguna brizna crezca al azar en los surcos humanos. Es tender manos y corazón hacia los demás, fomentar vínculos duraderos. Es elevar los ojos y reconocer el gran milagro que vive la Naturaleza y que, por consiguiente, podemos vivir cada uno de nosotros en la medida en que participemos de él.

Verano es vida.

Y el filósofo, que ama la Sabiduría, que la busca en cada uno de los rincones de la experiencia, ama también la Vida, la reconoce, la sirve y camina junto con ella hacia nuevos y seguros horizontes.

 

Créditos de las imágenes: Marko Kelecevic

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Referencias del artículo

Publicado en la revista Nueva Acrópolis número 118, en julio de 1984.

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