El Ramayana es un clásico en el que junto al guion principal del rey perfecto buscando a su amada Sita y venciendo al malvado Ravana, se cruzan multitud de historias y mitos asombrosos. En todo mito hay una historia oculta, o varias, en diferentes dimensiones, desde la humana hasta aquellas que refieren procesos cósmicos o de lo que llamamos historia natural o geológica, como vemos, por ejemplo, en “Los Diez Avataras de Vishnu” y la evolución de la Vida en la Tierra.
Uno de estos mitos más evocadores se refiere a la “Vaca que concede todos los deseos”, que es llamada Kamadhenu (que significa literalmente esto) y también Surabhi, “la fragante”, “vaca”, “tierra” y también Shabala (“la vaca manchada”) o Kapila (“la roja”). Es incluso descrita como Matrika (“madre”), por ser la Diosa Madre, o la madre de todo el ganado. Recordemos al yogui Sri Aurobindo cuando menciona a las Vacas Go y explica los diferentes significados que esta palabra tiene en los Vedas, y que va más allá del simple mamífero, que por cierto, también en la cultura egipcia -la vaca Hathor-era símbolo del amor, de madre, y del infinito universo con todas sus potencias nutrices.
Esta vaca, Kamadhenu es mencionada en varios de los Puranas (literalmente “Antiguos”, viejos tratados de cosmología y origen de la humanidad), y en uno de ellos le es robada por un rey kshatrya codicioso al padre brahmán de Parasu Rama, sexto avatar de Vishnu, quien por este acto, y por después haber asesinado a su padre, extermina de la faz de la tierra 21 generaciones sucesivas de kshatryas.
La historia del Ramayana es muy semejante. El rey Vishvamitra visita al sabio divino (Rishi) Vashishta a su cabaña en el bosque, y ambos se rinden cortesía. Al final Vashishta ofrece un banquete a todo el ejército de todos los alimentos, bebidas y dulces más deseables, todo nacido en un momento en las ubres de esta vaca milagrosa. El rey se queda perplejo y quiere quedarse con tal tesoro, sea cual sea el precio, pues “es de los reyes las riquezas y no de los ascetas”. Pero es que esta Vaca no sólo le alimenta a él y a todos sus discípulos, sino que le provee de todo lo necesario para el ritual, siendo, de este modo, el vínculo con los Dioses mismos, pues de Ella dependen las ofrendas al Fuego y toda otra operación mágica. El rey le exige que se la entregue, y como Vashishta amable le dice que no, que esta Vaca es como su hermana, como su madre, como su propia energía espiritual, no puede dársela. El rey se la lleva por la fuerza, pero la vaca, que es milagrosa, se escapa y como el aire, vuelve a su señor, triste además de que Vashista no hubiera ejercido ninguna violencia para recuperarla. Éste le dice que es un sabio (brahmán), no un guerrero (kshatrya), que nada puede contra el ejército de Vishvamitra. Y aquí la Vaca Sagrada revela su carácter cuando le dice que de ella puede extraer lo que quiera, ejércitos aún más poderosos que los del rey ambicioso; y le recuerda que el poder de la sabiduría es infinitamente más impetuoso e imbatible que el de la fuerza armada.
Finalmente hace surgir todo tipo de ejércitos y armas, que al ser derrotados por el rey, son sustituidos por otros aún más poderosos. Cuando los cien hijos de Vishvamitra atacan al sabio, éste con una sola palabra mágica los convierte en cenizas. Finalmente en un enfrentamiento uno a uno, todas las armas mágicas del rey (Astras) son inutilizadas por otras equivalentes del sabio, y Vishvamitra cae humillado ante el poderío ilimitado del brahmán, la Tierra entera a punto de sucumbir y quebrarse en pedazos ante la acción de tales armas.
Esto nos recuerda la vieja parábola del desafío del dios Shiva a sus dos hijos, Ganesha (“el removedor de obstáculos”, la sabiduría, y el planeta Mercurio) y Kartikeya (la Guerra, y el planeta Marte), que premiará a quien dé la vuelta más rápidamente a la Tierra. Kartikeya, antes de que su padre terminara de hablar ya había recorrido una gran parte de la Tierra, montado en su pavo real recamado de metales ardientes, y cuando llegó vio que Ganesha estaba junto a Shiva y su madre Parvati. Evidentemente reclamó el premio, pero Ganesha respondió que en los Vedas se decía que dar la vuelta a los padres honrándolos, era como dar la vuelta a la Tierra entera, y que por lo tanto había vencido. Es la misma enseñanza del Dhammapada de que es mejor y más difícil conquistarse a sí mismo que conquistar el mundo, o el aforismo délfico de Apolo que primero hemos de conocernos a nosotros mismos antes de conocer a los Dioses y sus leyes. La Diosa Atenea vence a Marte siempre, el coraje que irradia de la sabiduría -y que es al mismo tiempo prudencia-es superior al coraje en sí mismo, lo que es representado en la carta del Tarot llamada la Fuerza en que una especie de Atenea abre y cierra la boca de un león a voluntad. Además este mito debe tener una interpretación astronómica, Mercurio girando en torno al Sol (Shiva), gira en torno a la Tierra más rápido que lo hace Marte, aunque la velocidad de Marte, espacio recorrido por unidad de tiempo, sea mayor.
Volviendo a Kamadhenu, se la representa iconográficamente a veces con cabeza humana, alas y con una cola de pavo real, pero quizás ésta sea una concesión para identificarla con el animal mítico Buraq de la religión islámica, el que habría llevado al Profeta de la Tierra al Cielo. Pues el significado religioso o incluso esotérico de ambos no debe ser muy diferente. Otras veces se representa a esta Vaca Divina con un cuerpo formado por todos los otros dioses, o incluyéndolos en su cuerpo. Se dice que simboliza los 5 Elementos Clásicos (Pancha Bhuta), y habría nacido con el Amrita, el elixir de la inmortalidad y las armas y vehículos mágicos de los dioses, en la escena del batir del océano cósmico de leche, en el que también nace, además, la Diosa del Amor, Lakshmi; y Kamadhenu habría sido entregada a los Sapta Rishis, los Siete Sabios Videntes (que las tradiciones teosóficas llamarían Señores de los Siete Rayos), asociados a las siete estrellas de la Osa Mayor. Se dice también que sus cuernos son Brahma, Vishnu y Shiva, sus ojos el Sol y la Luna, y sus hombros los dioses del Fuego -Agni- y del Viento-Vayu, y que las piernas son los Himalayas.
Esto nos hace pensar que entre otros significados, uno muy importante es el que lo vincula al Pacto con el Cielo, o descenso del Fuego Mental sobre la conciencia humana, asociado precisamente a Venus (Lakshmi), otorgándole el sentido de inmortalidad (Amrita); o la Montaña o Pirámide de Luz formada por la relación Sol Tierra donde se hallan todos los planos de conciencia divinos o la Jerarquía de Luz que gobierna los más nobles impulsos del alma humana. Es la Luz Blanca espiritual, que alimenta a los sabios, como el Grial lo hace a sus caballeros en la tradición artúrica, y donde convergen los Siete Rayos, asociados a 7 Energías Espirituales o a los siete colores que precisamente forman la luz blanca. Aunque lo que hace esta Luz Blanca es elevar la conciencia humana hasta su fuente divina, su acción en el mundo puede ser más poderosa que la de todos los ejércitos de la Tierra, como muy bellamente ilustra el mito, y es quien del mismo modo que Vishnu en los avataras, encarna en héroes que hacen girar la Rueda de la Ley y de la Historia, cuando así es necesario, según se nos enseña.
Es natural que se la llame Madre, pues sería la Madre del Alma, y su poder es la quintaesencia de la Creación que comienza en la mente y sigue la luz divina, y que está asociada tanto a Venus como al poder de Kriyashakti, según magistralmente explica H.P.Blavatsky en su Doctrina Secreta.
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