‒A.J. Alés: El invitado de esta noche es el Profesor Don Jorge Ángel Livraga, Fundador y Director Internacional de la Organización Nueva Acrópolis.
Sr. Livraga, buenas noches, y bienvenido al programa. Nosotros sabemos que usted podría hablarnos de muchísimos temas, pero nos interesa, y si no le importa vayamos a ello, que nos hable de “desdoblamiento”. Hemos buscado textos, pero la verdad es que no hemos encontrado nada importante, nada fiable, nada que tuviera un mínimo carácter meramente filosófico, y yo creo que en los casi 1700 programas que llevamos hechos, no hemos encontrado nunca nadie que nos hable en profundidad de desdoblamiento.
Entonces, le vamos a pasar a Vd. este balón resbaladizo, Profesor.
‒¿Existe realmente el desdoblamiento?
‒Sí existe, pero tendríamos que dar algunas características previas para que nuestros amigos que nos están escuchando puedan entender lo que nosotros queremos explicar.
‒Pues vaya tras ello.
‒Hay algo que tendríamos que considerar: en la Historia hay ciclos; en la actualidad nosotros estamos en una alienación científico-técnica, o sea, la técnica que tenemos, esta misma técnica que estamos empleando esta noche para llegar a tantos amigos que nos están escuchando, no existió hace dos o tres mil años. Pero en cambio, hace dos o tres mil años existían conocimientos, existían técnicas, existían medios que hoy se han perdido. De ahí que muchas de estas ciencias ‒diríamos así‒ se llaman ciencias ocultas o ciencias perdidas. Entre las ciencias ocultas o perdidas está la de la constitución del hombre.
¿Qué es el hombre realmente? Por lo general, decimos que el hombre está compuesto de cuerpo y de alma. Sin embargo, el hombre, según estos viejos, digamos, sabios ‒esos que poseían estas técnicas hoy perdidas‒, estaba constituido por siete cuerpos, por siete vehículos. Un vehículo es el físico, es el que todos vemos o tocamos, el que en sánscrito llaman Stula Sharira, aquello que se puede golpear, que se puede tocar, como podemos tocar esta mesa o podemos tocar este micrófono. También tenemos un cuerpo energético, vital, al que podríamos llamar Pránico, aquel donde está la potencia, la vitalidad, la energía que une las células, que une las moléculas, que hace girar los electrones, etc. Más allá, tenemos otro cuerpo llamado en sánscrito Linga Sharira, el que podríamos traducir aproximadamente como el doble astral, una especie de doble psicológico, donde habitan nuestras emociones, nuestra parte psíquica. Luego una mente que tiene dos partes: una concreta, aquella que es capaz de contar (uno más uno es igual a dos), y otra abstracta, que se dedica a la filosofía, que se pregunta ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿cuándo comencé?, ¿comencé alguna vez?, ¿es que llegaré alguna vez al final?, esa que se hace esas lejanas preguntas, la que no nos deja dormir algunas noches con sus interrogantes.
Más allá de todo eso, una especie de alma y espíritu. Los hindúes le llaman Budhi, o sea, la luz, Bud; y el alma, el espíritu. Los hindúes lo llamaban Atmán, aquello misterioso, el Yo. Si nosotros alejamos todas las cosas de nuestra conciencia, y aun la propia conciencia de nuestra conciencia, aquello que queda, aquello que está más allá, intangible, para lo cual no es ni de día ni de noche, eso sería el espíritu puro.
Pero ¿qué es lo que se desdobla? ¿Qué es lo que puede desdoblarse?
‒Profesor Livraga, ¿qué es lo que se desdobla?
‒Tendríamos que tratar de lograr una comprensión sencilla. Por ejemplo: ahora yo estoy hablando con usted; estamos conversando amigablemente, esta noche, sobre estos temas. Mi atención, vamos a suponer, está en el reloj; estoy viendo en el reloj qué hora es. Pero si en este momento alguien me tocase un hombro, por ejemplo, yo inmediatamente me daría la vuelta y diría “¿qué quiere usted?” Mi atención se ha desdoblado de mi brazo izquierdo a mi brazo derecho. La atención, dicen en el antiguo Oriente, es como si fuese un mono, que va de un árbol a otro, de un lugar a otro; allí donde esté mi atención, estoy yo.
Si yo logro llevar mi atención a ese cuerpo astral que decíamos, a esa especie de doble psicológico, voy a tener una serie de emociones, voy a tener una serie de vivencias, que van a estar siempre conectadas a mi parte física, puesto que estoy acostumbrado a vivir a través de un vehículo físico. Se logra entonces una conexión psico-física. Si yo logro romper la conexión psico-física, manteniendo mi atención en la parte psicológica, me voy a desdoblar, o sea, voy a ir abandonando poco a poco mi cuerpo.
‒Supongo que lo que usted nos comenta de una forma tan sencilla, no se podrá lograr de una manera tan simple. Lo hemos entendido perfectamente, pero supongo que será muy complicado conseguirlo.
‒La verdad es que es terriblemente simple. Por eso es por lo que no se puede hacer…
‒Nos han hablado mucho y hemos leído mucho sobre el “cordón de plata”, pero siempre lo hemos leído, yo creo, dentro de una ficción de carácter filosófico. ¿Existe realmente el “cordón de plata”? Es decir, ¿ese doble está unido al ente físico por algo, algo material o espiritual?
‒Mientras que estamos vivos, sí. O sea, existe un vínculo entre todos estos cuerpos, como existiría un ascensor entre los distintos pisos de una casa. La atención sería como el hombre que utiliza el ascensor, y el cordón de plata sería como ese ascensor que sube y baja.
Desdoblarse es muy simple, lo que pasa es que hay que tener una atención fija y constante, cosa muy difícil en todos nosotros. Generalmente, nuestra atención salta y vibra a cada momento, de aquí para allá. Pero si podemos concentrar nuestra atención y permanecer solamente en la parte psíquica, nos vamos a ir apartando poco a poco de la parte física.
Lo más práctico es obviamente hacerlo por partes, o sea, el desdoblamiento de una mano, el desdoblamiento de un pie; generalmente las partes menos irrigadas y con un sistema nervioso menos evolucionado son más fáciles de desdoblarse. Lo más difícil es desdoblar la cabeza, la parte donde está el paleoencéfalo, el neoencéfalo, toda el área más evolucionada de nuestro sistema nervioso. Pero se puede lograr el desdoblamiento, siempre y cuando se conozcan las técnicas y se tenga un elevado sentido de pureza y de humildad interior, o sea, no creer que porque uno ha desdoblado una mano o porque ha podido desdoblar un pie se ha convertido en una especie de gurú o de maestro o guía de la Humanidad, o que tiene derecho a dictar normas, sino que es una técnica como cualquier otra.
‒Bien, entonces esto nos lleva directamente a una pregunta que supongo que se la habrán hecho muchas veces, pero que nosotros tenemos que planteársela; supongo que será un tópico en este tema: ¿el desdoblamiento significa una mayor evolución espiritual?
No, de ninguna manera. El desdoblamiento es una técnica, y hay gente que viene ya dotada, que tiene esa posibilidad de hacerlo, como hay gente que viene dotada con la capacidad de hacer poesía o de hacer música, oratoria, etc., y hay gente que tiene que aprenderlo a través de una técnica. Ahora bien, eso se puede aprender. Obviamente es difícil poder mantener la atención, pero se puede hacer siempre que se intente gradualmente y bajo la supervisión de una persona que realmente sepa hacerlo, en un ambiente adecuado que no esté contaminado desde ningún punto de vista.
‒La respuesta nos ha sorprendido un tanto, Profesor Livraga. Esperábamos que usted iba a decirnos que sí, que había que tener una gran evolución espiritual, porque generalmente, cuando se habla de cualquier fenómeno (llamémosle fenómeno a esto, aunque sea, como usted nos dice, algo natural, que va en el hombre) siempre se nos dice que hay que tener unos conocimientos tremendos, haber llegado a una gran evolución. Y vemos que no. Nos ha sorprendido, realmente.
‒Usted sabe, la gente gusta siempre de poner un poco de mostaza a la comida, ¿no es cierto? Entonces a estas cosas, a estos fenómenos psicológicos y demás, se les suele poner el agregado de la parte espiritual porque así se impresiona más al auditorio o a las personas que están cerca de nosotros. Es muy difícil decir: “Vean, yo me he desdoblado y no soy una persona espiritual, espiritual en el sentido de ser una persona buena”. Es más difícil saber perdonar una injuria, es más difícil saber, de alguna manera, ser humilde, exteriormente, que desdoblarse. Mucho más difícil.
‒Seguimos aprendiendo, cada noche, en el programa, afortunadamente. Partimos de la base de que nos podemos desdoblar. Profesor Livraga, ¿qué se siente? ¿Se siente alguna emoción especial? ¿Hay evidencia de este desdoblamiento? ¿Cómo se puede comprobar que uno se ha desdoblado realmente?
‒Bueno, lo primero que se siente es una gran extrañeza, porque el que ha hecho ese ejercicio se esperaba quién sabe qué cosas maravillosas, qué sonidos, qué luces, y de golpe ve que no, que simplemente su mano está quieta; mas cuando la quiere mover, no mueve su mano física, sino que mueve otra mano que él ve ahora, que tiene una apariencia como si estuviese hecha de ectoplasma, como si estuviese hecha de una especie de cristal, y se mueve aparte de la mano física; ésta no se mueve , lo que se mueve es esa parte invisible.
A continuación, y pasado ese pequeño estupor, se va adquiriendo una práctica que permite desdoblar todo el cuerpo.
‒Así que hay, como usted dice, ese impacto primero, pero después nada…
‒Al contrario, porque al desdoblarse se adquiere una mayor agilidad. Todos, de alguna manera, físicamente tenemos algún problema, alguna enfermedad, algún cansancio; en cambio, en esa otra parte, en ese otro mundo astral, todo es mucho más liviano, más luminoso, más alegre. Una característica que he experimentado es el no sentir el miedo, o sea, en esa parte no existe el miedo, y entonces uno se siente muy liviano y muy bien.
‒Perdón, Profesor, ¿tal vez es el miedo el peso más grave que tiene que soportar el hombre a lo largo de su vida?
‒Yo creo que sí. No solamente desde el punto de vista de estos temas ocultos que estamos tocando ahora, sino desde todo punto de vista: el miedo económico, el miedo social, el miedo político, es tal vez lo que nos traba los pasos de la historia.
‒El miedo con mayúscula…
‒Sí, el Miedo, el gran Miedo. Si me preguntase usted cómo concibo yo al diablo, cómo concibo al demonio… pues yo lo concibo como el gran Miedo. Y cómo concibo a Dios… como el gran Valor. O sea, el poder llegar a cualquier parte.
‒Hablábamos de qué sentimientos podía haber durante el desdoblamiento. Pero yo supongo que, en el regreso, cuando ese cuerpo astral, por ponerle un nombre, vuelve a unirse de nuevo al cuerpo físico, se tiene que experimentar una sensación extraña, no sé si beneficiosa… Desconozco si puede ser de alguna manera una terapia… Háblenos usted de eso.
‒Bueno, lo primero es que generalmente aquel que ha podido desdoblarse realmente, o sea, salir del cuerpo, lo ve. Porque así como con determinadas prácticas podemos ver nuestro doble etérico, cuando estamos desdoblados vemos el doble de las cosas; realmente no vemos nuestro cuerpo físico, sino la parte etérica que lo involucra, y nos causa un poco de extrañeza observar nuestro cuerpo físico, que tal vez esté sentado o acostado, y nosotros fuera de él; hay una afinidad con ese cuerpo, pero también hay un rechazo, empezamos a sentir otra cosa, y entonces nos cuesta volver y no queremos entrar, de alguna forma.
‒Perdone, Profesor, que le interrumpa. Esto nos lleva, sin que estuviera previsto ni muchísimo menos, en la línea de mis preguntas, a los casos de vida después de la vida. De alguna forma, ¿supone usted que cuando una persona está ante una grave crisis, por ejemplo una parada cardiaca, o cualquier otro tipo de situación dramática, ¿lo que se efectúa tal vez sea un desdoblamiento?
‒Es una forma de desdoblamiento, obviamente.
‒Porque lo que nos cuentan es eso, que han visto desde arriba…
‒Exacto. Se ve como desde afuera, completamente desde afuera; se ve el cuerpo, pero uno está fuera y lo contempla de manera etérica, luminosa. Además, no hay un interés egoísta en ver el propio cuerpo, sino una especie de rechazo contra ese cuerpo. Cuando se ha dejado de lado, uno se siente libre y no quiere volver. Y el grave problema es penetrar de nuevo en él. Hay que poner una enorme voluntad para regresar, da la sensación de que uno se entierra, de que se sumerge dentro de algo, de que se ensucia… Hasta que luego viene un shock y entonces se encuentra de nuevo dentro del cuerpo. Generalmente el shock es bastante fuerte, se siente incluso sabor a sangre en la boca, las manos están muy poco irrigadas, cuesta moverlas, los pies igual, y poco a poco se van reasumiendo las constantes vitales.
‒¿Hay tal vez constancia científica de qué pasa con el cuerpo físico? ¿Hay descenso de temperatura? ¿Descienden las constantes en general?
‒Sí. Hay un descenso de temperatura, descienden las constantes en general, pero estas experiencias no suelen hacerse en laboratorios, así que no podemos comprobarlo con máquinas, porque tampoco hay interés por comprobarlo, dado que esta es una ciencia muy vieja, un conocimiento muy viejo. Por ponerle un ejemplo, cuando yo conduzco un automóvil, no me pongo a ver cómo funciona el carburador o cómo está el embrague. Para mí lo importante es la ruta, o sea, a dónde voy, de dónde vengo. Y lo que importa al alma es de dónde viene y a dónde va, no le importa tanto la máquina en sí. La máquina es simplemente un instrumento, nada más.
‒Profesor, supongo que le habrán planteado muchas veces la cuestión de qué pasa si se rompe ese “cordón de plata”; es decir, ¿puede haber un momento, en un desdoblamiento, en que no se pueda regresar?
‒Si se rompe el cordón de plata no se puede regresar, esa es la muerte. Porque ya no hay más conexión entre la parte superior, que es la que anima el cuerpo, y dicho cuerpo, porque este es como un robot.
Una de las enseñanzas que dan los maestros de sabiduría (que no son los que se presentan en público, se ponen un turbante y hacen: «Fu, tu, tu, yo estoy aquí…») es que el cuerpo es una especie de robot, de máquina.
Cuando yo estudiaba Medicina, con los cadáveres teníamos que hacer prácticas de disección. Recuerdo que esperaba que se fuesen mis profesores de Anatomía y hacía mis experimentaciones: el ver como ese cuerpo está formado por una serie de tubitos que son las venas, las arterias, cómo tiene una serie de cables, que son los nervios; cómo tiene también una serie de elementos tractores, que son los músculos; unos apoyos rígidos, que son los huesos… en fin, que se ve como un robot, es nada más que un robot.
Si a ese robot se le desenchufa, o sea, se le priva de la electricidad que lo está moviendo, y esa electricidad le viene de arriba, le viene del ser interior, ese robot se para: esa es la muerte.
‒Entonces podría haber un suicidio, por llamarle de alguna forma; o sea, una persona que sepa desdoblarse ¿podría romper volitivamente el cordón de plata…?
‒Sí, obviamente, puede hacerlo, pero por lo general no lo hace, porque la persona que ha llegado a realizar esas prácticas sabe que el suicidio no tiene sentido, dado que la experiencia del alma es muy larga y que tendría que volver al mundo otra vez, y otra vez tener que hacer frente a otra serie de experiencias; o sea que francamente, esa tentación de romper el cordón de plata no le asalta.
Además, no se piensa en el cordón de plata, dado que ese cordón es una cosa natural: se lo ve como uno se ve un dedo, o una mano, y a nadie se le ocurre cortarse una mano, porque también cortándose una mano uno se suicidaría, se desangraría.
Una de las limitaciones que tiene aquel que se desdobla es que una identificación subconsciente con su cuerpo físico hace que crea que no puede pasar, por ejemplo, a través de una pared, o a través de una puerta, y tiene que convencerse poco a poco de que sí puede hacerlo.
‒O sea, no hay obstáculos, prácticamente.
‒No.
‒¿Y distancias?
‒Las distancias están condicionadas al poder de la imaginación. Su campo de acción mental, hasta donde pueda llegar con su imaginación, hasta allí puede viajar, así que viaja más rápido que la luz. Porque sabemos que la luz viaja a trescientos treinta y tantos mil kms. por segundo, pero en mi imaginación yo me puedo situar en un planeta, o en la Luna, vamos a suponer, y lo hago mucho más rápido que la luz; o sea que hasta donde llegue mi imaginación puedo desdoblarme.
Ahora bien, esto tiene ciertos límites: no podemos salir de la esfera terrestre, del aura de la Tierra, porque vivimos imbricados dentro del aura, dentro del hábitat de la Tierra. Pero en la Tierra podemos, sí, viajar a grandes distancias en un instante.
Yo creo que en esto pasa como en todas las cosas. Estamos en una etapa, diríamos, auroral, o sea, en una etapa primera de las ciencias ocultas. Las ciencias ocultas se han perdido durante casi dos mil años; solamente unos pocos –alquimistas, astrólogos, santos–, guardaron los conocimientos ocultos, no solo los espirituales, sino también esta otra parte que tiene relación con lo espiritual, pero no directa. Ya dije que no hacía falta ser un espiritualista, aunque es un buen seguro de vida ser espiritual y ser un hombre puro para poder hacer estas cosas.
A través de toda la Edad Media todo esto se perdió. Hoy vuelve la gente a interesarse por ello. Tanto es así que en las universidades se está estudiando, aunque parcialmente, lo que llamamos parapsicología. Hace doscientos años no se hubiese podido estudiar; se hubiese pensado que era una farsa. Hace cien años, incluso, la hipnosis era considerada algo falso, y sin embargo hoy con la hipnosis se realiza el parto sin dolor, extracciones molares, etc. Lo mismo pasa con la acupuntura y con otras formas antiguas de medicina, y en general de ver la vida.
Hoy estamos en una etapa que es, en cierto modo, un nuevo amanecer de todas estas cosas. Y claro, en este nuevo amanecer, en estas tinieblas que todavía no están del todo luminosas, hay alienaciones que poco a poco se van a ir superando, a medida que el conocimiento sea más exacto, a medida que se vayan barriendo farsantes que rodean todo esto.
Lo mismo pasó en la Edad Media con la química, con la alquimia. Esos falsos alquimistas se rodeaban de cocodrilos momificados, de una serie de cosas extrañas y realizaban extraños experimentos, para impresionar, para estar de moda o para lograr el favor del rey. Y los verdaderos alquimistas… como uno que tuvo Felipe II, que murió decapitado en la gran plaza de Bruselas. Yo creo que con el tiempo, a medida que vayamos avanzando, y a medida que venga lo que en mi teoría histórica llamo la Nueva Edad Media ‒para mí se acerca una nueva Edad Media, en donde el hombre cobra un protagonismo cada vez más fuerte, donde las máquinas comienzan a ser sustituidas de nuevo por elementos humanos‒ todos estos conocimientos se irán normalizando, y la gente le perderá el miedo, o sea, los niños jugarán a hipnotizarse, jugarán a desdoblarse, como un día lo hicieron hace muchos miles de años.
Poco a poco iremos tomando esto con más naturalidad, iremos viendo todo esto de una manera mucho más seria, e irán desapareciendo estos señores que miran la bola de cristal y le dicen a uno lo que le va a pasar mañana, cuál va a ser el número de la lotería, y luego le cobran a usted dos mil pesetas por habérselo dicho. Pues si ellos sabían el número de la lotería… ¡haberla jugado y se lo ganaban ellos solos!; no hace falta estar cobrando las dos mil pesetas…
Hay mucha gente que desgraciadamente está atraída como un imán por estas cosas, pero sin la capacidad de poder manejarlas.
‒Profesor Livraga, de todas formas, aunque desaparezcan estos oportunistas, aunque desaparezcan estos folclóricos, porque yo creo que así lo son… entiendo que hay una tremenda preocupación por acercarse a todo ese tipo de temas. Los folclóricos están ahí, tienen que estar, siempre han existido, pero de alguna manera ¿es que nos estamos espiritualizando por un deseo de compensar tanta tecnología? ¿Estamos, tal vez, uniendo esos dos caminos de nuevo? ¿Qué está pasando? Porque si vamos, como usted dice, a una Edad Media, no será como la anterior, supongo, de oscurantismo, ni de persecución o caza de brujas…
‒No, no será exactamente igual, pero puede ser parecida. Tal vez no haya caza de brujas, pero puede haberla de cualquier otra cosa. Depende de la alienación que tenga cada uno.
‒Esto es inquietante. Claro, porque ocurre una cosa ‒y esto no lo hemos dicho nunca en antena‒ pero sabemos que todavía en España a determinadas personas, a determinados estamentos, se les persigue, no se les deja trabajar, no se les deja prosperar dentro de su profesión académica, porque están interesados por estos temas. Esto está ocurriendo en España todavía en estos momentos… Yo creo que es alarmante, hasta cierto punto ¿no?
‒Bueno, eso ocurre en todo el mundo. Hay otras partes donde a la gente se la persigue por otras cosas… Lo malo no está en las cosas, lo malo está en el corazón del hombre. Es el hombre el que quiere perseguir al hombre; el hombre que tiene esa especie de maldad ingénita, de egoísmo, va a perseguir siempre, siempre. El mundo no se arregla ni con sistemas políticos, ni con sistemas sociales, ni con cambios científicos o filosóficos… El mundo se arregla arreglando el corazón del hombre. Yo creo que esa es la gran evolución. La verdadera evolución no está en lograr el desdoblamiento o en lograr hipnotizar. La verdadera evolución consiste en ser un poco más buenos cada día, que no haya mendigos, que no haya hombres que hayan llegado al final de la vida y tengan una jubilación de tres mil pesetas, que no haya niños que no tengan padre. Esa es la verdadera evolución.
‒Difícil lo pone usted, francamente difícil. Creo que será más fácil para todos desdoblarse, en principio, que conseguir esa meta, porque esa es ¡toda una meta!
‒¡Mucho más fácil! Esa es la meta metafísica, ontológica, es algo que nos acerca a Dios; en cambio desdoblarse es un ejercicio psicológico, nada más.
‒A mí me gustaría de todas formas seguir hablando un poco del desdoblamiento de cara a esos chavales que pueden leer a Lobsang Rampa y tal vez sean capaces de poner alguna técnica en marcha, pero a medias, mal. ¿Qué peligros puede tener para ellos esto?
‒El mismo peligro que el chaval que le roba la llave del coche al padre y se sube y lo pone en marcha y aprieta un pedal. Si apretó el freno, no pasa nada. Si apretó el acelerador, puede ocurrir una desgracia. Yo recomiendo seriamente que no se haga ninguna clase de práctica en estos temas si no se tiene una previa formación filosófica y espiritual y si no se tiene una escuela, una fórmula, una técnica para poder realizarlo. De igual modo que recomendaría que nadie se ponga a trabajar en electricidad sin haber seguido un curso que le haga ser un verdadero electricista, porque puede promover un cortocircuito o un incendio, e incluso electrocutarse. Esto es lo mismo: existe un real peligro en la práctica de todas estas técnicas ocultas.
‒Mucha gente nos escribe y nos cuenta, de vez en cuando: “Yo me desdoblé”. Yo muchas veces pienso que no es posible que tanta gente se desdoble; me da la impresión de que lo han soñado, que han tenido una ensoñación y creen que se han desdoblado. ¿Es posible el desdoblamiento dentro de la ensoñación? O si lo analizamos estadísticamente, ¿es simplemente un sueño? ¿Cuál es su opinión?
‒Para la Filosofía Esotérica el sueño no es nada más que una forma de desdoblamiento. El hombre que va a dormir experimenta el mismo fenómeno de que hablábamos antes: bajan las constantes vitales, baja el ritmo respiratorio, baja la temperatura, hay una serie de cambios dentro de sí mismo que no vamos a tocar ahora, y poco a poco va apareciendo el fenómeno del sueño, en el cual vamos perdiendo la relación con el mundo circundante, nuestros sentidos se van atrofiando ‒uno de los últimos sentidos que se atrofian al dormir es el oído‒ y vamos entrando a otro mundo, en otra dimensión, ese mundo astral o mundo psicológico. Pero como hay ese cordón de plata del cual hablábamos, donde se está unido, se vuelve de nuevo a despertar todas las mañanas cuando el cuerpo reclama otra vez, cuando el robot reclama de nuevo que le recarguen las pilas.
¿Por qué no nos acordamos de todo eso? Porque estamos atrapados en la parte física, en la parte del robot; estamos muy identificados con él. Nosotros nos acordamos de muy pocos sueños; de ahí que en estado hipnótico podamos recordar muchos más sueños y muchas más experiencias oníricas que las que recordamos en estado normal.
‒De cualquier forma, Profesor Livraga, lo que sí hemos observado a través de sesiones de hipnosis que hemos presenciado, es que controlamos el cerebro, es decir, que podemos fabular dentro de la hipnosis, podemos mentir tranquila y descaradamente. Muchas veces hemos observado cómo una persona estaba hipnotizada y estaba fabulando, estaba mintiendo descaradamente; le hemos ido poniendo pruebas y ha ido cayendo una vez tras otra. ¿Hasta qué punto podemos fiarnos del estado hipnótico?
‒Bueno, es el problema del que hablábamos hace unos minutos. El hombre que no miente cuando está despierto, no miente cuando está dormido y no miente cuando está hipnotizado. Lo que pasa es que vivimos en un mundo donde la mentira, el miedo y la persecución tienen mucha fuerza, y obviamente el hombre que está hipnotizado no deja de ser el mismo señor que antes no lo estaba. Ese señor que tal vez ganaba treinta mil pesetas al mes, pero si usted le pregunta dice que gana sesenta, ese señor que tal vez tiene un pequeño automóvil utilitario, pero usted le pregunta y dice que tiene un Mercedes Benz, es el mismo que cuando está hipnotizado dice: «Yo fui Carlomagno». ¡Es un proceso moral!
‒Efectivamente nadie parece reencarnarse en un pastor de cabras, no. Todos en grandes personajes.
Profesor Livraga, muchas gracias por su presencia aquí esta noche.
‒Gracias a usted, y espero haber sido útil a nuestros oyentes.
‒Pues yo lo espero así también porque, insisto, es la primera vez que hemos hablado en profundidad sobre el desdoblamiento. Creo que ha sido muy útil su presencia aquí esta noche. Gracias por ello.
‒Muchas gracias a usted.
Créditos de las imágenes: Team Louish
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