Las hadas son criaturas fantásticas, seres de naturaleza intermedia entre lo divino y lo humano, ya que tienen poderes que sobrepasan a los mortales: otorgan dones a los recién nacidos, hacen predicciones y adivinan los pensamientos; pueden transformar o adormecer a las personas, a los animales o las cosas; tienen también poder para hacer aparecer personajes, palacios u objetos maravillosos, y dispensan bienes –o a veces males para los que quieren castigar– y riquezas (que pueden ser símbolo de sabiduría) a sus elegidos. Son, en cierto modo, un recuerdo de lo que era el ser humano en el momento en que adquirió sus primeros poderes psíquicos, es decir, simbolizan los poderes supranormales que puede poseer el alma humana, al igual que las capacidades prodigiosas de su imaginación.
Se representan como seres sutiles en forma de estilizadas mujeres de extraordinaria belleza y con delicadas alas como de mariposa; su aspecto es dulce y risueño y sus voces muy musicales; tienen propiedades mágicas como la de hacerse invisibles, tomar distintas fisonomías y gozar de una larga vida, algo parecido a lo que tienen otros espíritus elementales de la naturaleza. En algunos aspectos, son semejantes a criaturas puramente humanas con sus luchas, ocupaciones y esparcimientos, y sus poderes pueden ser parecidos a los que se atribuyen a las brujas y hechiceras.
Las hadas llevan siempre en la mano una varita mágica que les sirve para otorgar sus dones a quienes tocan con ella. El sentido simbólico de esta varita procede, como dice Cirlot, “de la fuerza que se le supone, ya que toda vara representa una línea recta que evoca las nociones de dirección e intensidad”. A veces utilizan también unos polvos mágicos -que solo ellas pueden conocer y preparar- para concretar sus hechizos y hacer sus encantamientos.
El “hada madrina” es un hada especial que aparece frecuentemente en el universo de las historias contadas a los niños y se erige en el cuento como la protectora de los buenos. Está representada casi siempre por una mujer mayor, sabia e independiente, que suele llevar su varita mágica con la que conjura hechizos que hacen realidad los sueños de sus protegidos. Aunque en el mundo de los cuentos se trata de una figura recurrente, quien impulsa en verdad su uso en las narraciones infantiles es el escritor francés Charles Perrault, que empieza a incorporarla en sus numerosos cuentos, y que más tarde continuará Walt Disney en sus películas de dibujos animados. Su verdadero origen se inspira en la figura de las madrinas y padrinos que, por amistad y afecto con los padres del bebé que apadrinan, se comprometen a quererlo, cuidarlo y proporcionarle todo lo que necesite en el caso de que ellos falten. Luego, la magia e imaginación del cine de Disney sumaron encanto a estas peculiares heroínas. El hada madrina de Cenicienta, de la Bella Durmiente o de Pinocho, marcaron la infancia de muchos niños (de nosotros mismos, sin ir más lejos).
Si bien no existen en nuestro mundo físico, las hadas tienen una gran influencia en nuestra historia y cultura universales. Según la rama de la mitología en la que las encontremos, ellas pueden vivir en el bosque, en los árboles o las aguas y, de acuerdo con su tipología, habrán sido dotadas de diferentes poderes psíquicos, espirituales y mágicos. Las hadas representan, en definitiva, esa necesidad natural de evasión hacia lo maravilloso y lo fantástico tan característica del alma humana.
Créditos de las imágenes: Tú Nguyễn
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