No deja de llamar la atención para un observador estudioso de los símbolos, el hecho de que desde hace unos años se haya puesto tan de moda la figura de la rana como mascota o como decoración en toda clase de objetos para niños y mayores. Existen ranitas como peluches, muñecos, juguetes mecánicos, llaveros u otros utensilios cotidianos para usar o regalar de lo más variado. En una época de cambios tan profundos como la que estamos viviendo, es muy representativo ver aparecer por todos lados la imagen de la rana que, por su carácter anfibio y cambiante, simboliza la transición entre los elementos Agua y Tierra y los cambios del tiempo cíclico, el paso de la eternidad a lo efímero, de la muerte a la vida. Por el croar repentino de las ranas, nuestros antepasados sabían que estaba cerca la llegada de la primavera; su canto anunciaba el despertar anual de la Naturaleza tras la aridez del invierno.
Según Horapolo, la rana representa al hombre aún sin formar, símbolo por tanto del estado de indecisión o de duda, y a la vez de osadía, del que camina hacia la aventura de descubrir el misterio de sí mismo para transformar su vida, o prefiere abandonar y volver a sumergirse de nuevo en las aguas del olvido y la pasividad, que le impiden tener conciencia de la inmortalidad de su ser. Champollion llama a la rana el “emblema de la primera materia, húmeda e informe”. Sin embargo, también es frecuente tomarla como representación de un grado superior de la evolución, por lo que en algunas leyendas y cuentos tradicionales sucede que la rana se transforma en un Príncipe (el verdadero hombre), símbolo del profano atrevido que quiere acceder a los misterios de la sabiduría y llega, después de un largo viaje por un camino difícil y plagado de pruebas, a lograr a la Dama de sus sueños, una bella Princesa, símbolo de su propia alma, a la que se une en matrimonio para siempre.
En Egipto la diosa Hiqit, con cabeza de rana, es uno de los símbolos de la inmortalidad, de la eternidad, y una de las más antiguas de las deidades egipcias, que forma parte de la Ogdóada Sagrada. Está relacionada con la idea del tiempo, de los largos periodos de años, y el renacuajo es el jeroglífico del número cien mil. Se solía colocar una rana sobre las momias en recuerdo de haber sido esta divinidad la que asistió a Isis en los rituales de resurrección de su esposo Osiris. También por su color verde, que en Egipto era considerado como símbolo del nacimiento material y el renacimiento espiritual, se asocia a la idea de nacimiento y resurrección. Hiqit es una deidad cósmica relacionada con la creación en la que, como diosa madre y lunar toma parte, junto con Khnum, para organizar al mundo y su renacimiento cíclico. De ahí también que las pequeñas ranas que aparecían en el Nilo unos días antes de la crecida del río, fueran consideradas un buen augurio como heraldos y promesa de nacimientos y fertilidad.
Los primeros cristianos las incluyeron en sus rituales. Una rana reposando sobre una flor de loto, símbolo del poder reproductor, o simplemente sola, era la forma elegida para las lamparitas ceremoniales utilizadas en las iglesias primitivas y en las que se grababan las palabras “Yo soy la Resurrección y la Vida”.
En Japón se tiene como protectora de los viajeros, pues se dice que la rana vuelve siempre a su punto de partida y la palabra kaeru, con que se denomina a la rana, significa también retornar.
En la poesía védica, las ranas se presentan como la encarnación de la tierra fecundada por las primeras lluvias de primavera; su coro se eleva entonces para agradecer al cielo las promesas de frutos y riquezas hechas a los hombres. Ellas son los chantres, los sacerdotes de la Tierra Madre que entonan los himnos recogidos en el Rig Veda.
Créditos de las imágenes: Marcel Fuentes
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muy bueno el articulo me encantaría saber las fuentes bibliográficas de donde se toma esta información
Según las autoras, la bibliografía básica utilizada (para esta ficha y las de otros símbolos ya publicados) es la siguiente:
– DICCIONARIO DE SÍMBOLOS de Juan Eduardo Cirlot, ed. Siruela
– DICCIONARIO DE LOS SÍMBOLOS de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, ed. Herder
– DICCIONARIO DE SÍMBOLOS Y MITOS de J.A. Pérez-Rioja, ed. Tecnos
Aparte de estos tres libros principales, también les ha sido de mucha ayuda los años de estudio en la Escuela de Filosofía de Nueva Acrópolis, y en particular los apuntes de la materia de Simbología Teológica.
Gracias !