La perla es considerada una piedra preciosa, símbolo de la fuerza generatriz que, junto con las conchas, ha sido utilizada desde siempre como amuleto femenino que impregna a la mujer de una energía favorable a la fecundidad, además de preservarla de las fuerzas negativas y de la mala suerte.
Los musulmanes aluden a ella con frecuencia para referirse al cielo, pues creen que los bienaventurados se hallan allí encerrados en perlas, cada uno con su hurí correspondiente. Esto nos recuerda a aquel primer “hombre esférico”, el andrógino, citado por Platón. Simboliza también el alma humana, hija del Fuego y del Agua como elementos primordiales masculino y femenino, al ser fecundada la concha por los rayos del Sol incidiendo sobre las Aguas del Mar.
Entre los griegos, la perla era el emblema del amor y del matrimonio y en Siria llamaban a la diosa madre la “Señora de las Perlas”. Su poder sagrado procedía de su origen marino, símbolo de la Materia Primordial donde se gestan los principios de la vida.
Entre las poblaciones autóctonas de América tuvieron gran importancia las perlas en los ritos funerarios. En Virginia y en Florida las tumbas de los reyes estaban adornadas de perlas y, según cuentas las crónicas, los soldados de Soto encontraron junto a los sarcófagos cestillos llenos de perlas. El templo de Tolomecco era el más rico en adornos: sus altas murallas y su techo eran de nácar y de los muros pendían collares de perlas y de plumas. Sobre los sarcófagos de los reyes estaban colocados sus escudos adornados de perlas y, en medio del templo, había también jarras llenas de preciosas perlas.
Desde el punto de vista terapéutico, se dice que la perla cura las enfermedades de los ojos y resulta un eficaz antídoto en casos de envenenamiento, haciendo recuperar la fuerza y la salud. En esto posee el mismo simbolismo de los elixires de la alquimia, pues la perla “expulsa el veneno, a los demonios, a la vejez y a la enfermedad” según se puede leer en la Kathâsaritsâgara.
En multiplicidad, las perlas adquieren un carácter distinto y, aunque riquísimas, pasan a ser cuentas que, unidas, corresponden al simbolismo del collar, y dispersas al esquema de la desmembración, como todo lo que se halla así situado.
El valor simbólico y sagrado de la perla, poco a poco, se ha ido haciendo profano, pero, según afirma Mircea Eliade, la naturaleza “preciosa” de la perla en nada queda afectada por este desplazamiento de valores.
Créditos de las imágenes: Manfred Heyde
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