El significado de la armadura nos remite inmediatamente a la protección, la valentía, la caballerosidad, al honor y la pureza de corazón, evocando épocas pasadas en las que predominaban estos valores entre los hombres. Aunque hoy en día las armaduras sólo las podemos ver en los museos o como figuras de adorno en los cuarteles y palacios antiguos, su simbolismo sigue siendo válido como defensa y como escudo para protegernos de ataques que pueden afectar no sólo a nuestro físico, sino también a nuestros cuerpos más sutiles. Para proteger a estos últimos, la Naturaleza nos ha dotado de una especie de coraza que nos envuelve desde lo psicológico a lo espiritual, protegiéndonos de todo lo que pueda dañarnos, pero para que esta “capucha” funcione eficazmente, hemos de tenerla siempre a punto y poseer una gran pureza de corazón que la fortalezca y la mantenga.
La armadura, además de simbolizar protección, es también como un espejo donde, a través de la luz y de sus reflectantes brillos metálicos, vamos a poder observar a los demás con sus distintas formas de actuación, movidos cada uno por sus propias ideas. Estas imágenes nos mostrarán claramente la inmensa variedad de personas y de formas de comportamiento que existen en el medio en el que nos movemos, y la cantidad de oportunidades que podemos tener para cambiar y mejorar el mundo que nos rodea. Nos conviene por tanto llevar siempre, aunque sea de forma simbólica, la protección de una buena armadura, un buen escudo.
Aunque se supone que la armadura era antiguamente una defensa para proteger a los ejércitos en las guerras y, sobre todo, en la lucha cuerpo a cuerpo, a la hora de desentrañar su simbolismo vemos que éste abarca también –y especialmente en estos tiempos difíciles–, la defensa interna, psicológica, mental y espiritual necesaria para estar a salvo de las acechanzas y acosos indeseables hacia nuestro propio ser interior. Este puede verse afectado por las malas influencias que pululan en el medio ambiente corrupto y materialista que hoy nos rodea, y que puede dañar lo más íntimo de nuestra mente y nuestra psique.
El caballero, con su armadura, se “aísla” del mundo circundante, y cada pieza de su arnés, según la parte del cuerpo que protege, recibe un simbolismo adicional que dimana del simbolismo anatómico. La armadura es, pues, a la vez que una defensa, una “transfiguración” del cuerpo, una metalización ligada a la simbología de los metales (esplendor, duración, brillo, estabilidad, etc.). A lo largo de la historia, ningún elemento ha caracterizado tan genuinamente a reyes, emperadores, príncipes y nobles como el trabajado acero de sus corazas, con las que muchos se hicieron retratar por los grandes maestros del momento.
El arcángel san Miguel, san Jorge y otros santos guerreros se suelen representar con armadura, por lo que ésta se ha considerado como símbolo de la caballería a lo largo de la historia. Hoy en día la verdadera armadura para estar realmente protegidos consistiría, como nos aconseja el filósofo Jorge Ángel Livraga Rizzi, en “desarrollar una fuerte voluntad, una mente clara, una cultura superior, una vida sana y el contacto con el aire y las personas libres, buenas y generosas, que gusten de la risa franca y de los temas que elevan el alma”.
Créditos de las imágenes: Nik Shuliahin
Si alguna de las imágenes usadas en este artículo están en violación de un derecho de autor, por favor póngase en contacto con nosotros.
¿Qué opinas?