Según la tradición bíblica, el trueno es la voz de Yahveh, y es también el anuncio de una teofanía. Antes de concluir la alianza con Israel y de confiarle el Decálogo, Yahveh retumba con gran estruendo en el cielo: “…hubo truenos y relámpagos y una espesa nube sobre la montaña, acompañados de un potente toque de trompa, y en el campamento todo tembló. Moisés condujo al pueblo para ir al encuentro con Dios y se mantuvieron todos de pie en la falda del monte Sinaí, que humeaba porque Yahveh había descendido sobre ella en forma de fuego (…) Moisés hablaba y Dios le respondía con truenos.” (Éxodo 19, 16-20). El trueno representa así el poder de Yahveh, su justicia y su cólera amenazando a los seres humanos por su impiedad.
En la tradición griega el trueno está ligado al estruendo que producen los rayos en el cielo cuando hay tormenta y al ruido de los seísmos en las entrañas de la tierra. Pasó luego a ser un atributo de Zeus, dios del cielo después de destronar a su padre Cronos. Según cuenta Hesíodo, tras su victoria, Zeus liberó a los hermanos de Cronos que éste había recluido en el Tártaro, y los Cíclopes, como agradecimiento, le regalaron el trueno, el rayo y el relámpago que Gea tenía ocultos en su seno. El trueno simboliza ahora el mando supremo, que ha pasado así de la tierra al cielo.
Entre los celtas el dios del trueno es Taranis, equivalente al Júpiter romano, y parece ser que simboliza sobre todo un desarreglo del orden cósmico manifestado por la cólera de los elementos. Los galos, presas de pánico por el ruido atronador que producían los rayos, temían que durante las tormentas se les cayese el cielo sobre sus cabezas, e invocaban a los dioses con ofrendas para implorar su piedad.
Según Mircea Eliade el trueno es el atributo esencial de las divinidades uránicas.
En el Popol-Vuh, el trueno es la palabra de Dios hablada, por oposición al rayo y al relámpago que constituyen la palabra de Dios escrita en el cielo.
Entre los aztecas, Tlaloc es el dios de las lluvias y de la tormenta, del trueno y del relámpago, y reside en el Este, el país de donde viene la renovación primaveral. Es, junto con Huitzilopochtli, el Sol de mediodía, una de las dos grandes divinidades a las que se ofrecen sacrificios. Entre los incas del Perú, Illapa tiene las mismas atribuciones y goza de igual prestigio.
Las divinidades del trueno, dueñas de las lluvias y por lo tanto de la vegetación, están directamente emparentadas con la Luna y asociadas a sus ciclos. En Australia se representa frecuentemente al dios del trueno y de la tormenta navegando sobre una barca en forma de media luna.
Créditos de las imágenes: Breno Machado
Si alguna de las imágenes usadas en este artículo están en violación de un derecho de autor, por favor póngase en contacto con nosotros.
Excelente el panorama comparativo, del simbolismo arcaico sobre el trueno!!!!
Gracias