Enseñanza del Buda sobre el tamaño de los átomos

Autor: José Carlos Fernández

publicado el 26-03-2021

“Te mediré cuántos átomos de sol
hay en los extremos de un yojana.
Entonces, con prontitud y habilidad el pequeño Príncipe
explicó el total de los átomos reales.
Visvamitra lo oyó asombrado
y dijo mirando a la cara del niño:
“Tú eres el Maestro de tus maestros; tú, no yo,
eres un Gurú. ¡Oh, yo te adoro, dulce Príncipe!”

Cuando leemos este fragmento en el excelso poema Luz de Asia, de Edwin Arnold, sobre el Buddha, pensamos que la medida que da de los “átomos de sol” -y de las potencias de diez que la matemática llama “grandes números” y la hindú antigua “lotos”- es simbólica, o que en definitiva todo el conocimiento de la India antigua está basado en extrañas supersticiones. Atónitos quedamos al leer el trabajo del matemático, teólogo y poeta védico, Subash Kak[1] en que demuestra, por un comentario de los Vedas del siglo X, que los brahmanes –o por lo menos quien escribía dicho texto, Bhatta Bhaskara- sabían la velocidad de la luz con una precisión asombrosa.

¿De dónde extraían estos conocimientos, con qué metodologías?

ÁtomoEn su libro “Numeros Notables”, el matemático Lamberto García del Cid nos habla del número 108.470.495.616.000 y dice que es el número con que Sidharta Gautama, el futuro Buddha (pues aún era un niño) responde a la pregunta del matemático Arjuna de cuántos átomos alineados forman un yojana( la distancia  del avance del ejército real en un día de distancia y que se estima en unos 14.6 kms). No lo dice, pero el texto en el que se ha basado pertenece al Lalita Vishtara Sutra, que es uno de los grandes clásicos sobre la vida del Buddha en la tradición mahayana.

Lo sorprendente es que cuando hacemos la operación (dividir un yojana, 14.6 kms, entre el número que señala el Buddha, 108.470.495.616.000), nos da una medida de 1.34 x 10-10 metros, o sea, 1.34 Angstrom. Cuando la medida del átomo de hidrógeno (“un átomo de sol”) es, aproximadamente, según nuestra comunidad científica, de 1 x 10-10 metros, es decir 1 Angstrom. ¡O sea, que ese número de átomos alineados efectivamente nos da la distancia de un yojana!

¡QUÉ ADMIRABLE E INEXPLICABLE CONOCIMIENTO!

Y no menos asombroso es ir al Vishnu Purana y ver que el término con que ellos designan la unidad indivisible, o átomo, que es Paramanu, mide 1.5 x 10-15 metros, y la medida del núcleo atómico es, precisamente –según la Física Nuclear actual- de 1.7x 10-15 metros. O sea, es una medida, como la anterior, casi idéntica.

¿Qué instrumentos usaba la Ciencia Védica?, ¿acaso la visión interior, según nos dicen de los Rishis, con la cual examinaban las interioridades, no sólo de la materia, sino de cualquier asunto que quisieran estudiar? ¿Es así como nació la Doctrina Secreta, que comenta H.P.Blavatsky, la suma síntesis de todo conocimiento accesible a la mente humana y compilada en miles de volúmenes en ocultas bibliotecas en criptas subterráneas? Recordemos los experimentos de esta índole de Annie Besant y Leadbeater que reflejaron en su libro “Química Oculta”, en el año 1908. Y estos personajes eran discípulos, no sabios perfectos, ni mucho menos, por lo que imaginamos que su visión interior no debía estar totalmente enfocada. El sabio perfecto es el que, como dice el texto místico Voz del Silencio, del budismo vajrayana:

“Se yergue como blanca columna hacia el Occidente, y sobre su faz el sol naciente del pensamiento eterno derrama sus primeras y más gloriosas ondas. Su mente, parecida a un mar tranquilo y sin orillas, se extiende por el espacio sin límites. En su potente diestra tiene él la vida y la muerte”

Y es también aquel que “ayuda a la Naturaleza y trabaja con ella y la Naturaleza le considera como uno de sus creadores y le presta obediencia. Y ante él abrirá de par en par las puertas de sus recintos secretos, y pondrá de manifiesto antes sus ojos los tesoros ocultos en las profundidades mismas de su seno puro y virginal. No contaminados por la mano de la materia, muestra ella sus tesoros únicamente al ojo del Espíritu, ojo que jamás se cierra, y para el cual no hay velo alguno en todos sus reinos”

Francis Aston (1877-1945), descubridor de los isótopos, al estudiar el neón –y por lo cual  obtuvo el premio Nobel de Química en 1922-, lo hizo estudiando con afán este libro de “Química Oculta“, de visión intraatómica por métodos clarividentes. Él mismo lo afirmó en las primeras entrevistas y artículos, pero luego le recomendaron que si quería recibir el Nobel, no mencionase que había seguido paso a paso las indicaciones de teósofos místicos. Estaban decididos a no aceptar interferencias, esta nueva Inquisición con sus nuevas misas elevó con murallas de fuego (en la que por cierto, muchos científicos mártires del siglo XX han ardido, si no sus carnes, si sus prestigios y carreras) su ¡VADE RETRO ALQUIMIA!

Pero poco importa, la verdad es como el oro entre los demás metales, es pura, inalterable se mantiene idéntica a sí misma mientras todo lo demás se convierte en polvo. Es más poderosa que todas las formas mentales trazadas en la imaginación, pues es indestructible, y siempre encuentra paladines que desposados con su rayo nada temen… y así avanza la ciencia y crece el alma humana, siglo a siglo, milenio a milenio. Y los mismos que hoy atacan, mañana defenderán estas verdades, pues así es la evolución de la ciencia y el despertar de la conciencia.

Notas:

[1] El artículo es “La Velocidad de la Luz en la Cosmología Puránica”, que se puede leer aquí: https://www.researchgate.net/publication/2179548_The_Speed_of_Light_and_Puranic_Cosmology

Créditos de las imágenes: Pixabay

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