Conocido por su agilidad, sus dotes de imitación y sus bufonadas, hay un aspecto desconcertante en la naturaleza del simio, que es el de la conciencia disipada.
En la simbología tibetana figura la conciencia, en el sentido peyorativo del término, pues la conciencia aplicada al mundo sensible salta de un objeto a otro. Asimismo los tibetanos lo consideran un bodhisattva: según el Si-keu-yi es el hijo del Cielo y de la Tierra. Es mago taoísta de gran envergadura.
La India nos muestra al Hanuman del Ramayana, en quien destacan la destreza, fantasía, agilidad y disipación. Hay unas relaciones tradicionales del mono con el viento.
En Egipto el cinocéfalo es la encarnación de Thot, la divinidad de la sabiduría. Con la forma de gran cinocéfalo blanco Thot es el patrón de los sabios y de los letrados, el escriba divino que anota las palabras de Ptah, el dios creador, como anota el veredicto de Anubis cuando éste pesa las almas de los muertos. Gobierna las horas y el calendario. Puesto que grita al despuntar el alba, se suponía que ayudaba al sol a levantarse cada mañana.
Entre los aztecas y mayas el simbolismo del mono es en cierto modo apolíneo. La pictografía maya muestra la asociación mono-sol: el sol se presenta frecuentemente bajo la forma de mono. Tiene igualmente un carácter sexual, pero en varios códices se presenta como un gemelo del dios de la muerte y de la medianoche.
En el Japón tiene fama de cazar a los malos espíritus, por eso se regala a los niños monos de juguete y se los dan a las mujeres embarazadas para facilitar el alumbramiento.
Como gran bandido y aventurero de buen humor ilustra el mito griego de los Cercopes, de donde viene el nombre de Cercopiteco; atacaron un día a Hércules dormido, pero éste los vence, los ata y se los carga a la espalda para ir a venderlos; pero ellos con sus gracias consiguen ponerlo de buen humor y los suelta. En la iconografía cristiana es a menudo la imagen del hombre degradado por sus vicios, en particular la lujuria y la malicia.
Es símbolo de las actividades peligrosas del inconsciente, que desencadenan fuerzas instintivas, no controladas y en consecuencia degradantes. En los sueños se los interpreta como una imagen de la indecencia, insolencia y vanidad. Es también un efecto de la irritación proveniente de la caricatura del yo, pero tiene un aspecto completamente diferente para los pueblos que lo ven como un animal libre, ágil y vivaz.
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Muy bien sintetizado. Me encanta