El gato es un símbolo lunar que aparece relacionado con todas las deidades que presentan analogías con la Luna. En Egipto se asoció a Isis y a Bastet (Mau en el cielo). Se decía que sus ojos parecían seguir las fases lunares y que sus órbitas brillaban como dos estrellas en la oscuridad de la noche.
Un simbolismo secundario procede del color del animal: el gato negro, por ejemplo, se asocia a las tinieblas y a la muerte, por lo que la mayoría de la gente considera de mala suerte encontrarse alguno y que te mire de frente. Es por eso que el simbolismo del gato es muy heterogéneo, oscilando entre las tendencias benéficas y maléficas, lo cual puede explicarse simplemente por la actitud socarrona del animal.
En Japón es un animal de mal augurio, capaz, se dice, de matar a las mujeres y revestirse de su forma. En el mundo búdico se le reprochaba el haber sido el único, junto con la serpiente, que no se conmovió por la muerte del Buda, lo que también, desde otro punto de vista, podría considerarse como un signo de sabiduría superior.
En la antigua China el gato se consideraba un animal benefactor y se imitaba su actitud, al igual que la del leopardo, en las danzas agrarias.
Hoy en día, en Camboya, se transporta en una procesión a un gato metido en una jaula y acompañado de cantos para obtener la lluvia: cada vecino riega el gato, cuyos maullidos se dice que conmueven a Indra y éste otorga al pueblo una benéfica y fecundante lluvia. El gato se relacionaría entonces con la sequía, la cual evoca asimismo la noción del Caos primordial no fecundado aún por el Pensamiento divino.
En la tradición musulmana el gato es favorable –siempre que no sea negro-, tiene siete vidas y está dotado de baraka, que significa “bendición divina”.
En Persia, cuando se maltrata a un gato negro, se arriesga uno a tener que vérselas con su propio “hemzäd”, el genio benéfico que acompaña al hombre desde su nacimiento para cuidarle y hacerle compañía.
Volviendo al Egipto antiguo, la diosa Bastet era venerada con la forma de un gato divino como protectora y bienhechora del hombre. A veces se le representa con un cuchillo en una pata, con el que corta la cabeza de la serpiente Apofis, el dragón de las tinieblas que personifica a los enemigos del Sol. Así simboliza la fuerza y la agilidad del felino, que la diosa tutelar pone al servicio del hombre para ayudarlo a triunfar sobre sus enemigos ocultos.
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Considero que como todo en este mundo terrenal (incluso el simbolismo) se debe tener en cuenta la naturaleza dual de todas cosas y los seres. Tanto en el cielo terrenal como en su superficie, su suelo y sus profundidades. De tal naturaleza el Hombre aún no es totalmente consciente, a pesar de que se nos presenta con mucha evidencia cotidiana.
Por lo tanto: Dependerá siempre de la consideración del hombre hacia los felinos, en este caso el gato, el resultado final de benefactor o nefasto.
Cordialmente Clemente.