El círculo es un símbolo universal de la eternidad. Es el segundo símbolo fundamental, junto con el centro, la cruz y el cuadrado. Como emblema divino, representa la perfección y la eternidad de Dios, y es con frecuencia considerado también un emblema solar.
En contraste con el círculo, el cuadrado simboliza la Tierra y la existencia humana. Es una de las figuras geométricas más frecuentes y universalmente empleadas en el lenguaje de los símbolos. Representa la Tierra por oposición al Cielo, pero también es, en otro nivel, el símbolo del universo creado, cielo y tierra, por oposición a lo “no creado” y al creador: es la antítesis de lo trascendente.
El esquema del cuadrado coronado con un arco (fragmento de un círculo) o prolongado horizontalmente por un arco, es decir, la estructura cubo-cúpula, tan frecuente en el arte musulmán como en el arte románico, materializan la dialéctica de lo terrenal y lo celestial, de lo perfecto y lo imperfecto. Esta forma compleja provoca una ruptura de ritmo, de línea, de plano que invita a la búsqueda del movimiento, de cambio hacia un nuevo equilibrio; simboliza la aspiración a un mundo o a un nivel de vida superior. Esto lo ha convertido en la imagen clásica del arco de triunfo, reservado al paso de los héroes victoriosos. En el orden intelectual, el héroe es el genio que ha descifrado un enigma; y en el orden espiritual, el héroe es el santo que ha triunfado sobre las tendencias inferiores de su naturaleza.
El círculo inscrito en un cuadrado es un símbolo muy conocido de los cabalistas: representa la chispa divina oculta en la materia y animando a ésta con el fuego de la vida. Para Platón, el círculo y el cuadrado son “absolutamente bellos en sí mismos.”
En la tradición islámica, la forma circular se considera la más perfecta de todas. Tanto es así, que sus poetas dicen que el círculo formado por la boca es la más bella de las formas, porque es completamente redonda. Concentrado sobre sí mismo, sin comienzo ni fin, consumado y perfecto, el círculo es el signo de lo absoluto. Para la arquitectura islámica, el problema es pasar del cuadrado al círculo, dado que el lugar de reunión de los fieles es una sala cuadrada, y solo una cúpula es digna de representar la inconmensurable grandeza divina. En La Meca, el cubo negro de la Ka’ba se yergue en un espacio circular blanco, y la procesión de los peregrinos va describiendo alrededor del cubo negro un círculo ininterrumpido de plegarias.
El cuadrado es una figura antidinámica, anclada sobre sus cuatro costados; simboliza la detención, o también el instante afianzado. Implica la idea de estancamiento, de solidificación o incluso de la estabilización en la perfección, como ocurre en el caso de la Jerusalén celeste. Mientras que el movimiento fácil es circular, redondeado, la detención y la estabilidad se asocian con las figuras angulosas y con las líneas rectas.
Siguiendo a Plutarco, los pitagóricos afirmaban que el cuadrado reunía los poderes de Rea, Afrodita, Deméter, Hestia y Hera: el cuadrado significaba que Rea, madre de los dioses, se manifestaba por las modificaciones de los cuatro elementos simbolizados por Afrodita, que era el agua, por Hestia el fuego, por Deméter la tierra y por Hera el aire. El cuadrado simbolizaba así la síntesis de los cuatro elementos.
Créditos de las imágenes: Santiago López Pastor
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Los símbolos de transformación nunca determinan un suceso porque todo está en transformación dinámica. El círculo o círculos representan el mundo interno divino y el círculo externo de la creación material ambos interconectados e integrados.