En el sentido más amplio, el árbol representa la vida del cosmos en perpetua generación y evolución, pero sus significados más comunes son muchos: verticalidad, eje o centro del mundo, cariátide que une el cielo y la tierra, ciclicidad de los periodos estacionales, de la vida, muerte y regeneración. Está en comunicación con los cuatro elementos: el agua circula por su savia, la tierra se integra en su cuerpo a través de las raíces, el aire nutre sus hojas y el fuego brota de su frotamiento.
Pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, donde se desarrollan la semilla y sus raíces; el terrestre donde nace y crece su tronco y sus ramas, y el celeste, donde el aire de las alturas mece sus hojas, elevando al cielo sus ramas y haciendo que sus flores y frutos se abran a la luz del Sol. A las raíces del árbol corresponden los dragones y serpientes (fuerzas originales, primordiales); al tronco, animales como el león, el unicornio y el ciervo, que expresan la idea de elevación, agresión y penetración, y a la copa corresponden aves y pájaros, que simbolizan los cuerpos celestes. Las correspondencias alquímicas de color son: raíces-negro, tronco-blanco y copa-rojo. La serpiente enroscada al árbol simboliza la espiral ascendente, y la copa donde anidan y vuelan las aves, propicia la comunicación entre el mundo ctónico y el uraniano.
Entre los celtas, la encina era el árbol sagrado; entre los escandinavos, el fresno; el tilo en Germania, y la higuera en la India. Resume la Cábala en el árbol Sephirotal y, como árbol de la Sabiduría o de la Vida, colocado en el centro del Paraíso, provoca tanto la caída del hombre como su redención en los dos maderos de la cruz de Cristo.
Para el budismo, como árbol Bodhi, es iluminación y vida, representación del mismo Buda, y para el brahmanismo, sus raíces son la Tríada compuesta por Brahma, Vishnú y Shiva.
En el vedismo, como también en otras religiones, es muy frecuente la representación del árbol invertido, vida que nace en el cielo y se extiende sobre la tierra, expandiéndose sus ramas por el mundo. Esta es una idea de la que nos hablan no sólo los Upanishads, sino también Platón, el Zohar y el islamismo.
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pura sabiduría, alegra el Alma !!!
Interesantísimo el artículo, y muy completo