Los vikingos en América: algo más que un mito

Autor: Carlos Albrecht Alba

publicado el 10-04-2018

Los hombres siempre tenemos la innata curiosidad de buscar y hurgar en lo desconocido, pero son solo los verdaderos aventureros quienes se lanzan a explicarlo.

Nueva Acrópolis - VikingosEl límite y la frontera, esos grandes parámetros de la geografía actual, fueron invisibles para todos los exploradores y viajeros del pasado; de egipcios a griegos, pasando por fenicios y mesopotámicos, los hombres anhelaron traspasar las fronteras de lo conocido para adentrarse audaz y temerariamente, por tierra y principalmente por mar, dentro de un universo que existía con tanta antigüedad como el suyo, pero que no les era evidente.

El tema que hoy nos ocupa es, a no dudarlo, de los más polémicos, dada la escasa evidencia de la afirmación del título.

Más aún, la aceptación del descubrimiento de América por Cristóbal Colón pone en tela de juicio a todo aquel que supuestamente haya arribado a sus costas antes que él.

Ya en los años 50 el explorador noruego Thor Heyerdhal hizo el interesante viaje Kon-Tiki tratando de demostrar –como lo hizo– que los antiguos peruanos pudieron llegar, gracias a las corrientes marinas, hasta las islas polinesias –lo cual prueba que grandes navegantes existieron siempre–.

El peso histórico de Colón radica, a mi modo de ver, en su posibilidad de permitir la colonización, pero el mérito de descubrir América como nueva tierra empieza a inclinar la balanza hacia este pueblo navegante y fascinante: los vikingos.

Los primeros relatos: las sagas

Una forma de preservar la leyenda, la historia y la tradición fueron los relatos contenidos en las llamadas sagas, que, a su vez, están mayormente contenidas en los Eddas, verdaderas colecciones primitivas de la tradición escandinava.

Las sagas son narraciones medievales de tipo biográfico, de origen escandinavo y también islandés. Es una rama de la literatura diferente de los anales históricos, pues se entrelaza con relatos simbólicos y leyendas que le dan un carácter singular; de ahí que, en la actualidad, se dude mucho de su contenido.

Existen varios tipos de sagas. Las más antiguas son las de los reyes noruegos que vivieron entre los siglos IX y XIII. La más antigua de estas, la saga de san Olao (1180 d.C. aprox.), aún preservada en fragmentos, permite apreciar su forma y estilo.

Durante los siglos XIII y XIV fueron incorporadas a otras obras, como el Libro de Flaky, que contiene, además, biografías de héroes islandeses.

Las más importantes fuentes para la aseveración de la llegada de estos navegantes a las costas norteamericanas, medio milenio antes que Colón, son las sagas islandesas de tipo biográfico y familiar hechas en los siglos XII y XIII, que relatan la vida en Islandia de los siglos X y XI. La mayoría de estas obras son de autor desconocido, y se acepta que las fuentes predominantes fueron los cuentos populares, resúmenes históricos y, principalmente, la tradición oral.

Europa mira al oeste

Más de 400 años después del nacimiento de Cristo, el mundo europeo seguía centrado en torno al Mediterráneo. Hacia el oeste, el horizonte se limitaba por el gran océano, que se extendía hacia lo desconocido. Los pueblos que vivían a orillas del Atlántico en el siglo V d.C. no tenían idea de lo que podría existir mar adentro.

Los terrores y la superstición ponían cerco a la vida de los europeos y a todo intento de exploración. Se creía que el mundo era plano, y si se navegaba demasiado lejos, caerían por el borde del mundo, dominado por fieros monstruos. Además, los navegantes se guiaban por estrellas y con pocos instrumentos de navegación.

Fueron irlandeses y vikingos los primeros que se aventuraron al desafío del mar Atlántico. Los primeros para convertir al cristianismo a cuanto pagano encontrasen, y los segundos para considerar lugares donde asentarse y seguir mar adentro en búsqueda de ricas tierras para la incursión.

Debo recordar, sin embargo, que no fueron unos ni otros los primeros en surcar las aguas del Atlántico. Pescadores de las Islas Británicas y del occidente europeo ya hacían comercio entre ellos. Más aún, 800 años a.C. marineros fenicios habían atravesado las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar) y llegado a las Islas Británicas en el siglo IV a.C., estableciendo relaciones comerciales.

Los islandeses navegantes

Estos míticos marineros procuraban no perder de vista la tierra. Pero fue la labor misionera de los irlandeses la que permitió la mirada hacia el oeste. Antes del siglo V, Irlanda era un país agrícola y pesquero con pequeñas comunidades y religión local. A principios del siglo V d.C., los irlandeses incursionaron en Gales, y en su botín figuraba un jovenzuelo de 16 años tomado como esclavo: Patricio, el futuro santo patrono de Irlanda. Tras seis años de cautiverio, escapó a Francia, donde se hizo monje, y en el 432 volvió y organizó misiones para la conversión al cristianismo, haciendo verdadera predicación eclesiástica para toda la vida. Los irlandeses establecieron monasterios en Francia y Alemania conservando sus archivos, que han suministrado datos para el conocimiento de los primeros viajeros irlandeses.

Hacia el 700 d.C. llegan a las islas Feroe, al norte de Escocia. En el 825 d.C. un monje irlandés llamado Dicuil da cuenta de la llegada a estas islas “luego de dos días y dos noches de viaje a vela con viento favorable”, en su obra Dimensiones del mundo. También relata que en el 770 llegaron a Islandia, aludida como Thule o Thyle.

Hacia el siglo VIII empiezan a aparecer en el escenario europeo los hombres del norte, los vikingos, que, precipitándose desde las ásperas tierras de Escandinavia, se derramaron sobre el continente, llevándolo todo a sangre y lucha, arrebatando y saqueando oro, ganado y esclavos. En el 795 llegan a Irlanda, las Feroe, Hébridas e Islandia. Los descendientes de estos vikingos hablan de los irlandeses en Reykiavik (capital de Islandia). A estos últimos, la insoportable vida con estos paganos escandinavos les impulsa a seguir hacia el occidente, y a tres días de navegación, llegan en el 870 hasta Groenlandia. Escritos nórdicos dicen que el 982, al llegar Eric el Rojo, encontró casas abandonadas y barcas que usaban los irlandeses. Otros escritos hablan de la existencia de hombres blancos en “Islandia la Grande”.

Además, los primeros misioneros franceses, que llegaron al Canadá en los siglos XVI y XVII, encontraron ritos entre indígenas de mucho parecido cristiano.

La utilización frecuente de cruces en sus ropas y artesanías son puntos a favor. Sin embargo, toda esta teoría no se fundamenta históricamente, ni hay datos concretos acerca de la llegada de los irlandeses a Norteamérica. Nada hay, en efecto, probado; todo permanece, al cabo de más de un milenio, dentro de una razonable duda.

Los vikingos: pueblo de navegantes y guerreros

Este pueblo procedía del norte, de los actuales países escandinavos de Noruega, Suecia y Dinamarca. En la antigua lengua nórdica, la palabra “viking” significaba la descripción del hombre que abandona el fiordo para incursionar y merodear. Llegó, por tanto, a adquirir la significación de pirata feroz y despiadado.

La crudeza de su clima, excesos de población y carestía de tierra, hizo necesaria su vida de incursiones y saqueo por Europa. Durante siglos, el espectáculo horripilante de su presencia aterrorizó a la gente. El temor a la muerte era cosa desconocida; la muerte en batalla suponía el fin más glorioso de la vida terrenal. Odín, el dios máximo de su panteón, admiraba, sobre todas las cosas, el valor de la lucha, y recogía con sus diosas-guerreras, las valkirias, a los caídos, para transportarlos al palacio-paraíso de los guerreros: el Walhalla. Allí, seguía la guerra, y los vencidos volvían a la tierra para seguir con esta forma de vida.

Utilizaban barcos largos y cortos, para viajes de mucha duración e incursiones rápidas por ríos respectivamente. Históricamente, su primer ataque se remonta al 780 d.C., a los habitantes de las Islas Británicas, que a la sazón, se hallaban divididos y en constante guerra.

En el 789 arribaron a Dorset, sudeste de Inglaterra, y se establecieron. Sucesivamente, en los siglos IX, X y XI, siguieron su guerra contra los ingleses y llegaron a su punto más alto en el 1016, cuando Canuto fue coronado rey de Inglaterra. Al igual que Inglaterra, Escocia e Irlanda sufrieron el acoso vikingo. En el 840 fundaron Dublín.

Europa, después de la muerte de Carlomagno en el 814, fue incapaz de contenerlos, y esta vulnerabilidad dio oportunidad de atacar y someter a pueblos desde Francia hasta el mismo Marruecos. Los vikingos daneses y noruegos se encargaron del occidente europeo, mientras que los suecos tendían más hacia el comercio y llegaron hasta el lejano mar Caspio.

Toda la época entre los siglos V y X, conocida como Edad de las Tinieblas, ha llegado a nosotros gracias a tres fuentes: la primera son los restos arqueológicos encontrados en toda Europa; la segunda son las sagas (aproximadamente unas 120) y el Landmabók y Flateyjarbók, colección de sagas hechas por sacerdotes entre 1387 y 1394. Gracias a esto se ha podido reconstruir, aunque con imprecisión, buena parte de lo que sucedió en esos siglos.

Los vikingos en Islandia y Groenlandia

A pesar de su éxito en las incursiones por Europa y las islas británicas, los vikingos buscan dónde establecerse. Entre el 860 y el 870 llegan a Islandia, conocida como Thule. Según la saga de Landmabók, el primer contacto corrió a cargo del sueco Gardor Suarsson, quien pasó el invierno en Usavik.

Naddod, vikingo noruego, llegó unos años después, pero fue otro noruego, Floki Vilgerdasson, quien llegó para establecerse. Su nave costeó el sur de Islandia, y en la primavera, Floki subió a la montaña y contempló enormes extensiones de hielo; le dio así el nombre de la “Tierra de Hielo”, Ice-Land o Islandia al lugar.

Los hermanos Ingólfur y Leif Hrodmarssom fueron expulsados de Noruega hacia el 870, decidiendo establecerse en Islandia, reuniendo gente, ganado y esclavos de Irlanda, hacia el 874.

Muerto a mano de sus esclavos Leif, tuvo Ingólfur la misión de afincarse definitivamente “donde las olas le arrojarán” y así funda en el 877 Reykyavik (bahía humeante), actual capital de Islandia y primera comunidad permanente en la isla. En la actualidad, a los hermanos Hrodmarsson se les considera los padres fundadores de Islandia.

En el siglo IX Haroldo el Rubio se constituyó en el primer rey de Noruega, poniendo fin a pequeños gobiernos locales. Haroldo se hizo rey a fuerza de guerrear, y sus contrincantes y muchos de sus súbditos huyeron en emigraciones masivas a la isla descubierta hacía pocos años (Islandia).

Hacia el 930, a 60 años para su descubrimiento, Islandia estaba completamente poblada. Según el Landmabók, había 400 familias colonas de toda condición social. Para el 975, la isla rebosaba de gente y su sostenimiento se tornaba angustioso… Había necesidad de buscar nuevas tierras. A raíz de una reyerta ocurrida en el 982, fue expulsado por tres años de Islandia el joven colono Eric el Rojo, quien decidió zarpar con un grupo de audaces navegantes hacia el oeste. Llega y explora durante esos años la tierra que bautizaría con el nombre de Groenland (“Tierra Verde”) para poder atraer a nuevos colonos a su regreso del destierro. Es de este modo como en el 985 llega con un grupo de colonos, que, según las sagas, se han calculado entre 400 y 500. Estos se distribuyeron por el interior y en las cabeceras de los fiordos. Eric, reconocido como jefe, se asentó en Brattahlid, emplazamiento cuya belleza es aún admirable.

La colonia sobrevivió durante más de cuatro siglos. Naves noruegas hacían travesías anuales para suministrar y comerciar con la isla. Posteriormente, a inicios del siglo XV, se extinguió dicha colonia por razones nunca esclarecidas, quizá ataques de esquimales, empeoramiento de condiciones climáticas o, tal vez, el resultado de epidemias.

¿El turno de América? El gran Leif Eriksson

Existen dos versiones del relato que narra el descubrimiento de las tierras allende Groenlandia: la saga del groenlandés y la saga de Eric el Rojo. El primer relato es considerado como más digno de confianza.

Según este, fue un comerciante llamado Bjarni Hergulfssen quien llegó primero a las costas de América del Norte. Zarpó de Noruega a Islandia en busca de su padre, quien había salido antes con Eric el Rojo, así que Bjarni siguió navegando durante dos días, mas llegó a una tierra que no correspondía a la descripción de Groenlandia: no había mal clima, ni fiordos, ni glaciares, pero… nunca se decidió a desembarcar; solo se limitó a describirla.

Sin embargo, unos quince años después, relata ya en la hallada Groenlandia su hallazgo de nuevas tierras, y es Leif Eriksson, hijo de Eric el Rojo, quien toma interés y recluta 34 voluntarios. Compra el barco de Bjarni y llega primero a la “Tierra de los glaciares” (Helluland), que se cree queda en Labrador o Terranova. El segundo desembarco ocurre en las tierras descritas por Bjarni: “la tierra de bosques” (Markland), quizá en Labrador, Terranova o Nueva Escocia.

Finalmente, navegaron remontando un río, construyeron refugios y pescaron salmones. Fue durante una expedición a pie cuando el germano Tyrkir aseguró desconcertado haber hallado vides. Leif constató que así era y embarcó las vides: funda Vinland, tierra de verdadero conflicto, cuya ubicación se ha pretendido situar desde Terranova hasta Long Island.

Hacia 1002 Thorwald, hermano de Leif, partió rumbo a Vinland; luego de muchas peripecias, tomó contacto con los llamados Skraeligs (voz que se refiere a indígenas) y le dieron muerte. Se le enterró en un lugar hoy conocido como Krossanes (Cabo de la Cruz).

Fue en 1005 cuando Thorfinn Karlserfni, mercader islandés, llega como huésped de Leif Eriksson a Groenlandia (Brattahlid). Se casa y se embarca a Vinland con 65 hombres, cinco mujeres y ganado, construye una casa, toma contacto con los skraeligs y su esposa Pudrid le da el primer europeo que se supone nace en América: Snorti. Los problemas tan severos con los indígenas le obligan a regresar a Groenlandia. Inmediatamente, fue la hija de Eric el Rojo, Freydis, quien viaja a Vinland, pero sin éxito para establecerse.

La saga de Eric el Rojo dice que fue Leif Eriksson y no Bjarni Heryulfsson el descubridor de Vinland; y describe también las luchas contra los skraeligs, en el viaje de Frejdis.

La inclemencia de la vida en las colonias groenlandesas indujo, muy probablemente, a viajes a Markland y Vinlad. Incluso en el 1290 hubo una efímera colonización de Terranova, patrocinada por el rey noruego Eric el Clerófobo. Sin embargo, pasarían dos siglos más para que el viaje de Colón despertase nuevo interés en estas líneas.

Los vikingos en América a la luz de la arqueología y la ciencia

El hecho de la llegada de Leif Eriksson 500 años antes de Colón parece bastante probable. Sin embargo, la escasa cantidad de testimonios arqueológicos dificulta una aseveración total.

El problema, por un lado, está en supuestas pruebas arqueológicas que han sido hechas ex profeso, así como muchos objetos vikingos de época, incluso, anterior al siglo VIII, colocados por colonos de los siglos anteriores y aun de nuestros días, lo que provoca malestar y acentúa la controversia.

Es muy importante recordar que en el siglo pasado se tenía a la Ilíada y la Odisea como simples obras literarias, de singular estilo y belleza, pero la existencia del mismo Homero era y es discutida. Pero fueron esos “fantasmas”, y no otros, los que permitieron a Enrique Schliemann y Arthur Evans mostrar al mundo descubrimientos asombrosos, como la legendaria Troya, Cronos, Micenas y Tirinto. Y ese mismo derecho debemos rescatar para las sagas. Si bien es cierto que hay datos poco precisos, contradicciones, leyendas y fantasías, son lo único de que disponemos, y han dado claridad en las zonas ya descubiertas, permitiendo aseverar que los vikingos llegaron a afincarse en Terranova y Groenlandia. Si bien son relatos literarios, tienen como fondo una realidad histórica.

Según los archivos vaticanos e islandeses, la vida en Groenlandia cesó en 1341 en el oeste, y el 16 de septiembre de 1408 se celebró un matrimonio en el este (Hvalsey). Lo demás conjetura en torno a si se fueron al interior del continente, murieron todos por la inclemencia del clima o fueron destruidos por los skraeligs.

En cuanto a Vinland, su ubicación se paseó desde la Florida, los Grandes Lagos y toda la costa este de Norteamérica… incluso hasta en Sudamérica.

Entre 1960 y 1968, el noruego Helge Ingstand, después de minuciosa y paciente investigación en nave por toda Montreal, trató de encontrar similitud en el terreno con las descripciones de las sagas. Es así como en 1968 se reconoció oficialmente la Ensenada Meadows como normanda. En ella se hallaron objetos de la época descrita en las sagas. Incluso, la UNESCO lo reconoce como patrimonio mundial de la Humanidad.

Epílogo

La búsqueda de más emplazamientos continúa, ya que los estudios liberados de intenciones forzadas acaban de empezar. Es evidente que hubo, por lo menos, un pueblo que llegó al Nuevo Mundo antes que Colón. La noticia del continente no solo no se extendió en Europa, sino que hasta se tomó con incredulidad de Europa a las Islas Británicas; luego, como una “caminata marina” fue viajar a través de las Hébridas, las Islas Feroes, Islandia y Groenlandia para dar el salto al continente. Si fue Eriksson o Bjarni Herjulfsson el primero en llegar, no interesa tanto como saber dónde se establecieron en definitiva.

El propósito de este artículo es, a la luz de la investigación respaldada por la arqueología y el análisis minucioso, mostrar, una vez más, que no es Colón en 1492 quien “descubre América” (ni él mismo lo supo cuando murió), sino que está probado que medio milenio antes llegaron estos intrépidos navegantes del norte. Este es su mérito y no se puede ocultar ni mucho menos despojarles de ello.

La importancia de Colón en la historia es infinitamente superior, en cuanto permitió el conocimiento definitivo y perfectamente cronológico de América, y aún más, su ruta fue puente de Europa hacia un mundo donde se afincó, colonizó, vivió e intercambió muchas cosas. Ese es el punto que distingue una llegada de la otra, punto trascendental que no hubo entre vikingos y skraeligs. Esta es la diferencia que marca la historia, al punto de a veces desfigurarla con falsos datos que, a fuerza de repetirlos, se convierten en endeble verdad.

Revisar la Historia, y también construirla, es la misión de todo filósofo…ayer hoy y siempre.

Créditos de las imágenes: Peter Hardy

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2 comentarios

  1. Humberto Basurto dice:

    Hola, no entiendo eso de “descubrir” América. ¿Acaso estos continentes estaban deshabitados? salvo que se acepte la idea de que los pobladores originarios no sean seres humanos.

  2. JC del Río dice:

    Siendo puristas, Humberto, tiene usted razón, porque las tierras americanas ya estaban pobladas. Sin embargo, la expresión “descubrimiento” puede interpretarse no solo como que los pobladores europeos contactaron por primera vez con los de América, sino que estos también “descubrieron” que había otros pueblos al otro lado del océano.

    Pienso que no hay que darle demasiada importancia: simplemente podríamos decir que ambas partes del mundo entraron en contacto.

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