En este terreno, en Nueva Acrópolis, no pretendemos ser originales, sino simplemente nuevos; mientras lo original busca diferir de lo conocido, lo nuevo da vida una y otra vez a los mismos valores esenciales. Por eso Nueva Acrópolis define la FILOSOFÍA como siempre se ha hecho, como “Amor a la Sabiduría”, como una necesidad impostergable de alcanzar aquello que nos falta, como la búsqueda de un conocimiento profundo que satisfaga realmente las más agudas inquietudes humanas.
Nuevamente lejos de la originalidad, seguimos a Platón para explicar las características de esa Sabiduría que constituye la esencia de la Filosofía. Esta Sabiduría es una totalidad, una cúspide que se alcanza a través de un conocimiento inteligentemente dirigido y que va desde el extremo de la ignorancia hasta la plenitud del saber. El conocimiento avanza paulatinamente y no debe detenerse en el penoso término medio de la opinión que, creyendo saber, expone arbitrariamente como verdades las que no pasan de ser apreciaciones incompletas.
EL FILÓSOFO no es un sabio, no posee aún el tesoro de la Sabiduría, sino que tan sólo la busca, va tras ella incansablemente. No se conforma con el variado campo de las opiniones intelectuales: a medida que va conociendo, se va transformando; su conocimiento, al llegar al fondo de las cosas, se convierte en un estilo de vida. Vive una “Filosofía Activa”, es decir que piensa, siente y actúa de una manera acorde. El camino de la Sabiduría se traduce, pues, en acción, mística y conocimiento. No en vano enseñaban los antiguos Maestros que la senda del discipulado estaba señalada por tres virtudes: investigación, devoción y servicio.
De lo anterior se desprende que el filósofo es un buscador, un explorador consciente de la Vida, es un discípulo en vías de formación y ha dejado atrás las vacías estructuras del simple estudiante que se conforma con la instrucción.
¿Qué busca el filósofo? ¿Cuál es el alcance de la Filosofía? El filósofo lo busca todo, la Sabiduría Total, y de allí que el alcance de la Filosofía sea tan amplio como la necesidad de saber que mueve al hombre. El anhelo de comprensión de un Universo global desprecia el conocimiento fragmentado, la especialización en partes que supone la ignorancia de las otras.
Por eso la Filosofía Acropolitana suele aparecer ante los ojos del público como un extenso y multicolor mosaico que muchas veces desconcierta al que no comprende el criterio que vale como punto de partida: la variedad de temas es una respuesta a una inmensa sed de sabiduría y es la expresión de los mil caminos que llegan por igual a la misma meta. Las actuales mutilaciones de la Filosofía están movidas por oscuras corrientes de opinión, que cercenan así este estilo de vida para el cual nunca deben quedar rincones oscuros.
Es lógico preguntarse cómo reconocer el camino de la Sabiduría sin caer en falsas interpretaciones, a qué fuentes recurrir para tener la certeza de la autenticidad. La Sabiduría es, en este caso, similar a esa corriente energética que domina todo el Cosmos y que llamamos Vida. Y así como la Vida se transmite y va de cuerpo en cuerpo, la Sabiduría se transmite y toma cuerpo de tiempo en tiempo. La larga cadena de sabios que en el mundo han sido llenan la Historia, destacándose por su profundidad y por la reiteración con que todos ellos han incidido en las mismas Verdades. Son los que dan respuestas contundentes, no siempre absolutamente “racionales”, pero siempre perfectamente comprensibles y asimilables, como el agua para el sediento. Son los que exigen lo más difícil y en mayor cantidad; son los que nos alejan de los espejismos de la materia y nos obligan a volver la mirada hacia nuestro propio interior; son los que destrozan la vanidad humana con la sabiduría divina.
¿A qué soñar Maestros cuando Ellos existen en realidad y es fácil reconocerlos? Son los que no complican el conocimiento para que parezca más verdadero; la simplicidad es característica de la Verdad. Son los que no imaginan que evolucionan porque manejan una terminología exótica, o porque logran extrañas posturas con el cuerpo, o porque enmudecen bajo la máscara de la meditación. Son los que indican que todas esas cosas existen, pero deben conquistarse más allá de las farsas, con el mismo o mayor esfuerzo con que se conquistan cosas menos válidas y más burdas. No hace falta fingir suficiencia, desprendiéndose de la necesidad de Maestros; nada más terrible que sentirse solo en un camino que se conoce poco; nada más terrible que disimular la cobardía con ínfulas de liberación.
Delia Steinberg Guzmán.
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