Podría parecer que la crisis que sacude nuestra civilización actual, en todos los rincones del planeta y en tantos frentes de expresión, es algo propio de nuestro tiempo y presenta una magnitud desmesurada. Sin embargo, con mirada atenta, encontraremos crisis en cualquier momento de la Historia, y comprobaremos que los filósofos siempre han examinado su sentido profundo.
El uso reiterado y superficial de las palabras les hace perder su valor intrínseco. Hoy se interpreta por crisis una ruptura dolorosa, relacionada con el sufrimiento y la pérdida en general. Pero el concepto más genuino de la palabra crisis es “cambio”.
A veces se trata de un cambio brusco, que modifica situaciones de muy diversas naturalezas: materiales, morales, históricas, espirituales. Es inusual que en una crisis se modifique solamente un aspecto de la vida; normalmente, ante una bisagra histórica importante, coinciden muchos cambios simultáneamente.
Hay que construir o mantener la estabilidad en todos los aspectos del ser humano y en todos los factores que constituyen una civilización.
En lo civilizatorio, buscar soluciones materiales cuando decaen los valores morales, intelectuales y espirituales, es como preparar un banquete mientras estallan volcanes y tormentas alrededor.
En lo humano, luchar por la preservación de la subsistencia física despreciando la importancia de una psiquis templada, de una mente refinada y de un elevado grado de sensibilidad ante lo sagrado, es como mantener un cuerpo alimentado pero vacío de alma.
Es en tiempos de crisis cuando la estabilidad se hace presente como herramienta indispensable, no solamente para atravesar un período más o menos oscuro, sino para rescatar las experiencias positivas que surgen constantemente de la Historia.
Decía el científico, artista y filósofo Albert Einstein:
“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. En la crisis nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar ‘superado’”.
La crisis requiere, pues, determinados grados de Estabilidad que habrá que cultivar con paciencia y perseverancia.
Mencionemos algunos de los compañeros de esa cualidad.
Cuando todo se derrumba y resulta difícil encontrar asideros firmes, cuando parece que el huracán histórico barrerá con cuanto existe, no podemos dejarnos arrastrar como un simple madero sin rumbo.
La serenidad construye un pequeño círculo de tranquilidad para pensar y de luz para salir de la encrucijada. Hace nacer una isla sin tumultos en medio de la tormenta. Modera la pasión, esclarece el pensamiento.
Sí, imaginación y no fantasía. La fantasía se alimenta de imágenes falsas, sin contenido ni finalidad, excepto la satisfacción momentánea. La imaginación no se complace en el olvido ni en la huida de los problemas, como lo hace la fantasía.
La imaginación busca, tal como el filósofo busca la Sabiduría. Busca y encuentra las ideas permanentes que han salvado pueblos y hombres en las peores circunstancias.
No necesitamos inventar nada, sino recurrir a una nueva forma de utilizar las cosas que hemos dejado de aprovechar por falta de inteligencia.
Cuando fracasa la inteligencia humana, fracasan los sistemas. Y cuando fracasan los sistemas, las herramientas que fueron diseñadas para apoyar la Vida, se vuelven armas asesinas.
No se trata de tirar un cuchillo por la ventana por inservible, sino de devolverle al cuchillo su verdadera practicidad.
La verdadera creatividad, que es auténtica inspiración, restablece las normas de la Creación, nos acerca a las Leyes de la Naturaleza en lugar de alejarnos de ellas.
Aunque parezca estar en contradicción con la serenidad, la iniciativa, como acción, es la respuesta inmediata a la paz interior.
En épocas de crisis no se puede estar inactivo, sino al contrario, emplear la serenidad, la imaginación y la creatividad para dar siempre un paso hacia adelante, para evitar la inercia, la parálisis del miedo.
Por desgracia, se confunde la iniciativa con la prepotencia, con el abuso, el ímpetu y la agresividad; esas son las cualidades del “hombre emprendedor” que, a juzgar por los hechos, nos han llevado a esta crisis histórica…
Detengámonos a reflexionar en la iniciativa como el coraje para no detenerse a pesar de las circunstancias, para ser el primero en servir a los demás, para no perder la moral y ganar, en cambio, la seguridad en cada paso que se da.
Una solución estable para todo tipo de crisis.
Una solución para un cambio profundo y verdadero.
Créditos de las imágenes: Dušan Smetana
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