En cierta ocasión la adversidad se cebó con Confucio y sus discípulos, mientras andaban de viaje, pues se les agotaron las provisiones y varios discípulos cayeron enfermos. Uno de ellos se disgustó y preguntó al maestro:
—¿Pero es que también los hombres superiores tienen que pasar por estas miserias?
—Ciertamente –respondió Confucio–, pero sólo los hombres vulgares pierden la compostura cuando tienen que sufrirlas.
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