El jardín –un lugar en donde la naturaleza aparece cercada, ordenada y cultivada–, es un símbolo de la conciencia humana que ha dominado al inconsciente, a lo más instintivo e inferior. Es el ámbito en que la naturaleza aparece sometida y donde reina el orden frente al caos externo.
Como un oasis que aparece en la aridez del desierto o una isla en medio de un mar embravecido, el jardín evoca el placer de disfrutar de un oasis de paz y tranquilidad en medio de la desolación y el caos de la naturaleza agreste que le rodea. Para el psicoanálisis de los sueños, es un símbolo onírico completo y positivo, el lugar idóneo para el cultivo y el crecimiento de la vida interior, de nuestro propio jardín interno.
El taoísmo desarrolló el concepto de jardín como un lugar de intimidad y sosiego, un paraíso proyectado para reflejar el cielo en la tierra. El jardín se convirtió así en un símbolo del paraíso terrenal, del “jardín del Edén”, donde el creador instaló y vivieron felices la primera pareja humana –Adán y Eva–, hasta su caída y expulsión. Según el Génesis, Adán cultivaba este reino natural donde toda forma de vida era respetada y protegida y donde reinaba la belleza y la armonía.
Los claustros de los monasterios, el Generalife y los cármenes del Albaicín de Granada, el jardín cerrado de las casas musulmanas, todos con sus fuentes centrales y susurrando el murmullo del agua, son imágenes que nos recuerdan el jardín del Edén. Tanto los patios de los conventos como los claustros de las iglesias medievales son el ejemplo perfecto de este Jardín que simboliza el Paraíso. Su imagen se encuentra descrita en la Biblia en el “Cantar de los cantares” del rey Salomón, cuando el amante dice a su amada:
“Tú eres mi jardín privado, tesoro mío, esposa mía, un manantial apartado, una fuente escondida. Tus muslos resguardan un paraíso de granadas con especias exóticas: alheña con nardo, nardo con azafrán, cálamo aromático y canela, con toda clase de árboles de incienso, mirra y áloes, y todas las demás especias deliciosas. Tú eres una fuente en el jardín, un manantial de agua fresca que fluye de las montañas del Líbano.” (4:12-15)
La influencia del “Cantar de los cantares” en la cultura occidental ha vivificado el símbolo del jardín como el punto de encuentro para los amantes, y también como el lugar donde el arte y la naturaleza se confunden para crear un paraíso en la tierra. Dicho de otro modo, el jardín simboliza el lugar donde el cielo estrellado y la tierra floreciente se confunden. Es igualmente un símbolo femenino de acogida, en el que la fuente central que lo riega y fecunda es el elemento masculino.
En definitiva, el jardín representa simbólicamente la naturaleza ordenada por la imaginación y la inteligencia del ser humano despierto, en el sentido de que ya no es una selva oscura e impenetrable o un desierto desolado, sino un lugar creado artificialmente por el hombre para disfrutar de la meditación y alimentar su espíritu.
Créditos de las imágenes: Free Nomad
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