Diógenes fue una vez condenado a destierro. Al sitio a donde llegó desterrado, a los que le preguntaban por qué le habían condenado, les decía:
—No me han condenado ellos a mí, sino yo a ellos; les he condenado a quedarse.
Y cuando, después del destierro, regresó a Atenas, a los que le preguntaban cómo le había ido, les decía:
—Muy bien; salí de aquí aficionado a la filosofía, y he regresado filósofo de verdad.
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