Se ha dicho muchas veces que vivimos en la era de la información. Hoy día se acepta que quien tiene las informaciones correctas posee o controla el poder. Esta afirmación fue confirmada hace algunos años por el famoso sociólogo Alvin Toffler, el cual habló de las distintas “olas” de la humanidad.
La “primera ola” en la antigua humanidad estaba relacionada con la guerra como modo de solucionar las diferencias, es decir, era aquella una violencia física, la cual poseía o controlaba el poder. Quien controlaba el ejército y ganaba las guerras tenía el control del poder.
Más tarde, fue el dinero la principal fuente de control del poder. Porque el dinero financia los ejércitos. La riqueza ganaba las guerras. Esta fue la segunda ola, que culminó con la Revolución Industrial hace dos siglos.
Finalmente, la tercera ola, la más actual, es la de la información. Porque las informaciones correctas controlan el dinero, como muy bien conocen las bolsas de todo el mundo.
Desde el punto de vista de la filosofía esotérica, y utilizando un simbolismo bastante conocido, diríamos que la violencia se corresponde con el mundo físico de la materia; el dinero, con el mundo de la energía; y la información, con el mundo emocional y las pasiones. Un chivato, un espía, un estafador, un hacker, etc., no se diferencian mucho en relación con la pasión que los domina en la gestión de las informaciones que poseen. La llamada red electrónica o Internet constituye hoy día el principal ejemplo del dominio de la información en el mundo. Hasta hace relativamente poco eran los llamados “medios de comunicación”.
Pero la información tal cual no parece bastar para tener un mundo más justo, más sabio, más feliz…; en resumen, más humano, en el sentido real de la palabra.
Y aquí se encuentra el dilema y la falta de un cuarto elemento, del mental. Hace falta siempre una apreciación de la información en cuanto a su buen o mal uso, es decir, un factor ético. Solo este puede dar “humanidad” a la humanidad.
No basta, pues, con tener informaciones correctas; hace falta que se pueda saber apreciarlas en su correcta dimensión, es decir, tener discernimiento y lógica superior para poder utilizarlas en mayor beneficio del conjunto. Aquí encontramos lo que se llama conocimiento o filosofía.
Hablamos, pues, de una “cuarta” ola de la humanidad, que quizás pertenece aún al futuro; quizá, no obstante, ha comenzado ya a hacerse evidente en pequeños núcleos de personas, y a la vez en muchas ciudades del mundo. Se trata de personas que no tienen bastante con las informaciones, con los muchos “conocimientos”, sino que buscan una profundidad, el conocimiento verdadero que se esconde tras ellos. Y esto es filosofía a la manera clásica, como hacían los primeros filósofos, los llamados presocráticos, hace dos mil quinientos años.
Y, si nos atrevemos a dar un paso más, diríamos que el conocimiento filosófico no basta. Puede ser superior a la información, pero todavía está privado de verdad. La última etapa, como nos enseñaron los antiguos maestros, es la de la sabiduría, la de un conocimiento que trasciende la mente y la lógica. Mi maestro me dijo que la sabiduría es conocimiento que se ha hecho vivencia en nosotros mismos y amor y servicio a los demás.
Con esta definición, los sabios de la Antigüedad toman otra dimensión, pero también se nos da la posibilidad de que los sigamos… en alguna quinta “ola”, que tal vez pertenezca al futuro de muchos, pero que quizá puede ser presente para algunos de nosotros… Basta con que tú, lector, también lo intentes un poco más. Si no sabes cómo, pero lo quieres realmente, seguro que encontrarás a alguien que te lo diga.
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