Originalmente es el palacio cretense de Minos donde está encerrado el Minotauro y de donde Teseo no puede salir sino con ayuda del hilo de Ariadna. Es sobre todo un cruce de caminos; algunos de ellos no tienen salida. La esencia misma del laberinto es circunscribir en el espacio más pequeño posible el enredo más complejo de senderos y retrasar así la llegada del viajero al centro que desea alcanzar.
Este trazado complejo se halla en los corredores de acceso a ciertas grutas prehistóricas; está dibujado en la puerta del antro de la Sibila de Cumas; se conocía en Egipto. Su asociación con la caverna muestra que debe permitir a la vez el acceso al centro por una especie de viaje iniciático, y prohibirlo a quienes no están cualificados.
Los laberintos grabados sobre el suelo de las iglesias eran la firma de gremios y cofradías de constructores y sustituían el viaje a Tierra Santa. A veces hallamos en su centro el Templo de Jerusalén y el creyente que no podía cumplir el peregrinaje real recorría imaginativamente el laberinto hasta llegar al centro.
Ha sido utilizado como sistema de defensa en las puertas de las ciudades fortificadas, no sólo contra el adversario humano, sino contra las influencias maléficas.
La danza de Teseo se refiere a la andadura laberíntica, y existe también en la China. Anuncia la presencia de algo precioso y sagrado. No permite el acceso más que a quienes conocen los planos. Tiene la función religiosa de defender contra los asaltos del mal, de aquel que está presto a violar lo secreto. El centro está reservado al iniciado: introducido en los arcanos, está vinculado al secreto.
Puede tener también significación solar, por ser el palacio de la doble hacha, emblema de la realeza, es decir, del rayo arcaico de Zeus – Minos. El toro encerrado en el laberinto es también solar, es el poderío regio, el dominio de Minos sobre su pueblo.
En la tradición cabalística ocupa una función mágica que sería uno de los secretos atribuidos a Salomón. Por eso el laberinto de las catedrales se llama Laberinto de Salomón. A ojos de los alquimistas es una imagen del trabajo total de la Obra, con sus principales dificultades. Semejante interpretación se uniría a la de una doctrina ascético – mística: concentrarse en sí mismo a través de los mil caminos de las sensaciones, suprimiendo todo obstáculo a la intuición pura y volver a la luz sin dejarse coger en los vericuetos de los caminos. La ida y venida de los laberintos sería el símbolo de la muerte y resurrección espirituales.
Conduce hacia una suerte de santuario interior, donde reside lo más misterioso de la persona. Puede verse como la combinación de dos elementos: la espiral y la trenza, y en tal caso expresa el perpetuo devenir de la espiral sin término y el perpetuo retorno figurado por la trenza.
Créditos de las imágenes: Canaan
Si alguna de las imágenes usadas en este artículo están en violación de un derecho de autor, por favor póngase en contacto con nosotros.
¿Qué opinas?