El escarabajo es el más venerado, el más frecuente y familiarmente conocido de todos los símbolos egipcios. Tiene un doble simbolismo: con las alas recogidas es el discípulo, la vida que aún no ha podido florecer, que comienza su andadura esforzándose por ir poco a poco estirando sus élitros hasta llegar a moverlos con rapidez y, entonces, esa masa pesada apegada a la arena, ese animal que se arrastraba dejando sus marcas como si fueran garras en el suelo, se levanta y vuela hacia el Sol siendo ahora Kepher, el símbolo del iniciado y del maestro, relacionado con Amón, el disco solar alado.
Los griegos, y los romanos después, recogieron una frase que se dice estaba grabada en los duros pilares que sostenían estos escarabajos sagrados en los templos egipcios: “Yo soy Kepher, el discípulo; cuando abra mis alas , resucitaré.”
El significado de Kepher en la escritura jeroglífica es “llegar a ser”, o sea, hacerse, formar o construir de nuevo. Es, por tanto, un símbolo de resurrección, imagen del Sol que cada día renace de sí mismo. De ahí que en sus representaciones lleve una bola entre las patas delanteras que es, por un lado, la imagen de ese Sol que cada día se renueva y, por otro, la del discípulo que renace de su propia descomposición. El escarabajo camina durante toda su vida pegado a la tierra y haciendo rodar una pesada bola de estiércol que encierra su propia descomposición, pero en la que ha depositado la semilla de su inmortalidad para poder, al final de su vida, desplegar sorpresivamente sus alas y elevarse hacia el Sol, seguro ya de cuál es su destino, pues ahora sabe que nació para volar.
En China tiene la misma interpretación: “El escarabajo, dice el Tratado de la Flor de Oro, hace rodar su bola, de donde nace la vida”. Las glosas taoístas hacen también de la actividad del escarabajo el ejemplo de la habilidad aparentemente inhábil, de la perfección aparentemente imperfecta de la que habla Lao Tse y que son los criterios de la Sabiduría.
En el Chilam Balam de los mayas, aparece como el lodo de la tierra, en el sentido material y moral, llamado a convertirse en la divinidad.
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extraordinario, gracias
Muchas gracias, creo que he sido y sigo siendo un escarabajo, me ha animado saber que lo imperfecto que me acompaña sirve como elemento para tomar fuerza y trabajar en ello.
Muy interesante, gracias por el conocimiento compartido.
Muy completo e interesante. Mil gracias.