Símbolo de oposición, conflicto y reflexión, equilibrio realizado y amenazas latentes. Es la cifra de todas las ambivalencias y todos los desdoblamientos, de donde se deducen todos los demás. Designa el principio femenino.
Simboliza el dualismo en que se apoya toda dialéctica, esfuerzo, combate, movimiento.
Expresa un antagonismo primero latente y luego manifiesto; rivalidad, reciprocidad tanto en el odio como en el amor; oposición que puede ser contraria o complementaria.
En el simbolismo icónico, una imagen doble refuerza el valor simbólico de la misma, o, con el desdoblamiento, las divisiones internas.
En el mundo céltico, un cierto número de figuras míticas van de a dos, agrupando sus caracteres opuestos o complementarios. La dualidad esencial es la del druida y el guerrero, a menudo reunidos en una sola entidad divina: la fuerza y la sabiduría.
En China el dualismo se representa por el yin-yang.
Entre los iranios el dos se encuentra ligado al día y la noche como dos aspectos del movimiento celeste y el eterno retorno; al mundo de abajo y el de arriba; a la vida terrena con dos puertas, nacimiento y muerte; a las diferencias entre los hombres, como un clima con dos atmósferas.
Para la aritmosofía, dos es el número de la diferenciación relativa, de la reciprocidad antagonista o atractiva. Como todo progreso no se opera sino por la negación de lo que se quiere superar, dos es el motor del progreso. Igualmente es el principio motor en la vía de la individuación.
Créditos de las imágenes: Teoamez
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