No me refiero a tu Espíritu Divino que, por serlo, no puede crecer ni decrecer, nacer ni morir, sino a aquella parte superior en nosotros a la que llamamos comúnmente Alma.
Es sabido de todos que el ejercicio físico, por ejemplo, desarrolla los músculos, y que cualquier aprendizaje debe hacerse en base a la tenacidad en ejercitar aquello que queremos hacer crecer, sea el dominio de un idioma o el de una máquina cualquiera.
De la misma manera, si quieres hacer crecer tu Alma has de ejercitarla, incansablemente, todos los días. Y para ello no son imprescindibles los ejercicios especiales, sino que basta una recta atención, naturalmente orientada hacia lo espiritual. Cuando observes el fototropismo de las hojas de una planta o la corteza de los árboles, trata de captar aquello que está más interiormente colocado, lo que es motor y causa de lo que superficialmente ves. Acostúmbrate a sentir las manos de Dios a través de tu entorno, estudiando cuidadosamente y con la pureza e inocencia de un niño pequeño todas las cosas.
Acostumbra a detenerte varias veces al día en tu trabajo y afán, para dedicarte, aunque sea por unos pocos minutos, a observar. Deja tu cuerpo quieto y en una posición cómoda, para que no te moleste… y observa, escucha. No te muevas, no hagas ruido, ni siquiera con tu mente, y percibirás cómo se te revelan cosas escondidas para el común de los mortales. Y esas cosas no son para que las cuentes a los cuatro vientos ni te ufanes de ellas, sino para que veas la existencia de las miríadas de seres y de acuerdos naturales que sustentan el Universo. Si bien entiendes esto, te volverás más humilde e inclinado hacia las cosas del Espíritu.
Para que te crezca el Alma, lo primero que debes hacer es percibirla, y aun previamente a ello, has de acallar en lo posible los tumultos de tu personalidad, pues en medio de un griterío mal podrías escuchar el murmullo de un sabio.
No hace falta que te vuelvas un asceta en ningún sentido (lo que por otra parte, sería improbable que lograses) sino que simplemente le des a cada cosa su verdadero lugar y su real importancia. ¿Que has de comer? Pues come, pero no te solaces en ello ni busques refinamientos que incitan a la gula. Y así con todo lo demás. Controla tu imaginación, pues es ella la que da reflejos dorados al barro de este mundo y te hace correr buscando siempre tesoros que finalmente se deshacen en tus manos.
Tales y tan sencillas cosas has de hacer para que te crezca el Alma.
Jorge Ángel Livraga
Créditos de las imágenes: shendrik2
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