El árbol representa una manifestación muy especial de las fuerzas y del poder divino. Fue venerado en todas las culturas y en todos los tiempos, y desde siempre estuvo íntimamente relacionado con el destino de los hombres.
En sus primeros tiempos históricos, Europa estuvo cubierta de selvas enormes, en las cuales aparecieron las primeras llanuras como islas en un mar verde. La vida del hombre en aquellos tiempos estuvo íntimamente ligada con la selva y con los árboles. El árbol alimentaba la llama, y la madera y el carbón vegetal fueron hasta hace poco tiempo los únicos combustibles. Por ello se dice que los árboles proporcionaban luz al hombre, al igual que madera como materia prima, fácil de trabajar y útil para muchos fines. Las abejas que habitan en los árboles le permitían obtener miel y cera, además de la recolección de frutos y bayas de los árboles, e incluso hayucos que se transformaban en harina y pan. El hombre aprendió pronto a resinar los árboles y a convertir la resina en brea, alquitrán, perfumes y aromas e incienso. Nuestros antepasados vivieron mucho tiempo con el árbol en una simbiosis intensiva. Por ello agradecían su presencia y veían en él el origen del mundo.
Manfred Lurker divide el simbolismo de los árboles en tres sectores, hacia los cuales está orientado este artículo. Lurker menciona el Árbol Cósmico, el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento. Estos tres aspectos del simbolismo del árbol se fusionan y, frecuentemente, en un árbol sagrado se encuentran reunidos dos y a veces los tres aspectos.
El Árbol Cósmico es, frecuentemente, un árbol invertido, un “árbor inversa”. Representa la Creación como un movimiento descendente. Las semillas espirituales del árbol se encuentran en el cielo, en el mundo divino, y su corona se extiende sobre el mundo. Unifica los tres niveles del cosmos en un “axis mundi”: Cielo (mundo de los dioses), Tierra (mundo de los hombres) y mundo subterráneo (mundo de los muertos, de las energías cetónicas).
El Árbol Cósmico se ubica en el centro del mundo, en el Omfalos. Es el pilar central, la columna del centro, la cual apoya el mundo. El árbol se ubica entonces en un lugar sagrado. Los lugares sagrados antiguos forman un microcosmos: un paisaje de piedras, de aguas y árboles. La piedra indica aquí la duración y representa la realidad por excelencia, la indestructibilidad, lo estático. El árbol, con su renovar periódico, representa el poder sagrado de lo viviente; el agua y la fuente representan las fuerzas secretas del interior de la tierra, la semilla, la purificación. Ese paisaje microcósmico se reduce a un único elemento esencial: el árbol o pilar sagrado, que simboliza el cosmos.
El árbol fue considerado como encarnación del principio vital, por una parte porque a través de su ciclo de las estaciones del año representa el retorno de la regeneración, y por otra parte, los coníferos siempre verdes son una encarnación de los principios inagotables y eternos de la vida. Por ello se ha mantenido hasta hoy en día en algunos lugares el rito de plantar un árbol al nacimiento de un niño, el cual le transmite su vitalidad. Además, el árbol aparece en muchas mitologías como portador de inmortalidad, es la planta que puede aportar la vida eterna, como el “Soma” de los Vedas o el “Haoma” del Avesta, que a veces se ve representado como fuente o bebida divina. Los frutos del Árbol de la Inmortalidad o la planta o hierba que puede otorgarla son siempre difíciles de alcanzar. Suelen ser custodiados y protegidos por monstruos, como por ejemplo el Árbol de las Hespérides, o el Árbol de la Vida en el paraíso bíblico. Estos árboles se encuentran al final del mundo, o en el cielo, como el melocotonero P´an mou de los chinos, el cual ofrece los frutos de la inmortalidad, o en cualquier otro lugar inaccesible, como la Hierba de la Vida que Gilgamesh tiene que recoger del fondo del océano.
El simbolismo resulta claro: la inmortalidad es difícil de adquirir, y se encuentra concentrada en un árbol o Pozo de la Vida, que se halla en un lugar difícil de alcanzar. El árbol está custodiado por un monstruo, y la victoria sobre ese monstruo tiene un significado iniciático: el héroe tiene que abrirse camino, tras haber pedido consejo a los “seres correctos”, y tiene que pasar por pruebas a través de las cuales tendrá el derecho a la inmortalidad.
El árbol encama, pues, la vida eterna. De cualquier modo, es curioso constatar que hay árboles que viven más de mil años, y parecen prácticamente inmortales para los hombres.
El Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento se encuentran en estrecha relación. Sabiduría y conocimiento son difíciles de alcanzar, como la inmortalidad. Hay que realizar sacrificios inmensos y conseguir grandes victorias. Hay que alcanzar ese contacto directo con el Árbol del Mundo, el cual, a través de su función como axis mundi, posibilita la ascensión al mundo espiritual y la visión mística. El árbol sirve como canal hacia el conocimiento. Es el eje de la intuición, la fuente de la inspiración.
La carta n.º 11 de los tarots representa un sacrificio en el árbol. El Colgado simboliza al espíritu prisionero en la materia, el cual, a través del crecimiento mágico de las palmas, se libera de aquello que impide su desarrollo espiritual. Por ello pierde las monedas, es decir, sacrifica lo material para alcanzar el verdadero conocimiento.
Después de haber ilustrado estos tres aspectos generales del simbolismo del árbol, nos dedicaremos a algunos de los árboles sagrados más importantes, examinándolos a través de dichos aspectos.
Mircea Eliade describió el Yggdrasil como el Árbol Cósmico por excelencia. Este árbol se encuentra en forma vertical y une los tres mundos. Sus raíces se hunden hasta el corazón de la tierra, hasta el Reino de los Gigantes, el mundo subterráneo de los dioses y el Reino de los Muertos. De esas raíces nacen tres fuentes, de las cuales una es Pozo de Juventud (Ura), otra regala sabiduría y conocimiento (Mimir) y en la tercera tienen su origen todos los ríos del mundo (Hvergelmir). Odín dejó en la segunda un ojo como sacrificio y allí regresa siempre para refrescar su sabiduría. Su tronco es el mundo de los hombres (Midgard), y su corona forma el cielo de los dioses (Asgard). Yggdrasil es también descrito como el Fresno del Mundo y como un roble. Este árbol ofrece vivienda a algunos animales: una cabra, un águila, un venado y una ardilla. En sus raíces vive un dragón (Nidhög), el cual intenta talarlo. Yggdrasil porta en sí los aspectos del Árbol Cósmico, del Árbol de la Vida y del Árbol del Conocimiento: las fuentes regalan el Agua de la Vida y la Sabiduría, y a través del sacrificio de Odín, el cual debe permanecer colgado nueve días y nueve noches de las ramas del árbol, le otorga el conocimiento superior.
Ya en la tradición de la India en sus textos más antiguos (por ejemplo, el Atharva Veda) aparece el cosmos en la forma de un gran árbol. En los Upanishads, el universo aparece como un árbol invertido, “arbor inversa”.
En el Bhagavad Gita (XV, 1.4) el Árbol Cósmico no solo representa el universo, sino también la posición del hombre en el mundo. El original dice:
“(Él tiene) Raíces dirigidas hacia arriba y sus ramas hacia abajo, sus hojas son los himnos de los Vedas”. Así se habla del Ashvatha imperecedero. Aquel que lo conoce, es un conocedor de los Vedas.
Sus ramas se abren hacia abajo y hacia arriba, alimentadas por las Gunas; sus capullos son los objetos de los sentidos; y las raíces, unidas con el Kahana, se extienden hacia abajo en el mundo de los hombres.
En la tierra no puede percibirse ni su fin ni su inicio ni su existencia. Si se ha talado este Asvatha fuertemente enraizado con la espada de la “no-agresión”, entonces hay que buscar el lugar, del cual, cuando se ha alcanzado, no se regresa jamás, (pensando): “yo me refugio en Él, el Purusha primordial, del cual fluye el devenir eterno”.
El Ashvatha es un símbolo de Prakriti. El origen de la Creación es Dios; por ello el árbol tiene sus raíces hacia arriba. Las ramas son los estadios diferentes de la Creación y por ello se extienden hacia abajo. Las hojas que cuelgan de las ramas son los himnos y las reglas de sacrificio de los Vedas, a través de los cuales el árbol, o sea, la Creación, se mantiene viva. El Ashvatha es imperecedero, porque Prakriti también lo es. Las raíces están “unidas con el karma”, o sea, ellas son, por una parte, el resultado del karma, y por otra, se dirigen a través de su adhesión a lo terrenal (es decir, la satisfacción de los sentidos) hacia nuevos lazos kármicos.
No podemos entender mucho el Ashvtha con nuestra mente humana; no sabemos por qué estamos aquí, de dónde venimos ni hacia dónde vamos (esto significa que no comprendemos “ni su fin, ni su inicio, ni su existencia”).
El Ashvatha no es sólo el Árbol del Conocimiento; juega un papel muy importante en la vida del Buda. Según diferentes leyendas, toda la historia de la vida del Buda está íntimamente relacionada con árboles, debajo de los cuales se realizan siempre los acontecimientos de mayor significado.
Al sentir Maya que la hora del nacimiento de su hijo había llegado, se dirigió al jardín de Lumbini, porque tenía que dar a luz al futuro Buda en un bosquecillo sagrado. Tranquila, con una mano apoyada en el árbol Ashoka, trajo a su hijo al mundo.
Ya desde su niñez Buda había sentido una gran vivencia de felicidad a la sombra de un manzano. Acordándose de ello se sentó en la ribera del río Nairanjana en un bosque sagrado. Después de haber rodeado el árbol siete veces y de haberle ofrecido sacrificios, se sentó al lado de su tronco con la decisión fija de no levantarse hasta recibir la iluminación.
Se dispuso a meditar y entonces apareció Mara, el Rey de la Ilusión, e intentó tentarlo. Buda soportó todas las tentaciones. También cuando los monstruos terribles, los demonios y bestias le atacaban, permaneció inmóvil. Buda llevó a cabo las tres vigilias, al término de las cuales recibiría la iluminación.
Esta confrontación con los poderes del mal representa el descenso del Buda al mundo subterráneo, a través del canal del árbol. Un episodio muy extendido en los numerosos mitos heroicos es el motivo en el cual un héroe, antes de alcanzar el conocimiento o la inmortalidad, tiene que descender al mundo de las sombras (por ejemplo, Heracles). Según Carl Gustav Jung, desde el punto de vista psicológico esto significa que el héroe tiene que confrontarse con sus propias sombras, con sus adhesiones instintivas y su naturaleza animal antes de finalizar las pruebas para poder integrarlas a su conciencia.
Después de que Buda ha superado todas las tentaciones, se encuentra maduro para ascender a través del canal del árbol a los niveles más altos y encontrarse directamente en el mundo espiritual. En una visión directa se la dará la iluminación.
Cuando el Buda sintió que sus fuerzas lo abandonaban y la muerte se acercaba, se dirigió a un bosque sagrado de árboles de Sala a las riberas del río Hiranyavati. En un bosque sagrado encarnó el Buda, y también en un bosque sagrado debía abandonar su cuerpo. Ordenó a su discípulo Ananda preparar un lecho a la sombra de dos árboles. Y debajo de dos árboles gemelos, que daban sombra a su cabeza y a sus pies, el Buda abandonó este mundo. En el momento en que alcanzó el Nirvana en profunda meditación (al cual renunció), los árboles de Sala empezaron a florecer, a pesar de no ser la estación indicada, y dejaron caer sus flores sobre el cuerpo inanimado, donde se mezclaron con aquellas que los dioses dejaron caer del cielo.
Las tradiciones babilónicas nos hablan de un árbol en el centro del mundo, el cual ya conocían los sumerios. “En Eridu ha crecido un Kiskanu negro, creado en un lugar sagrado; su brillo es como los rayos de lapislázuli, y se extiende hacia el Apsu. Este es el sitio donde Ea deambulaba en el Eridu exuberante, su domicilio es un lugar de reposo para Bau…”.
Kiskanu reúne todas las condiciones del Árbol Cósmico: se levanta en el centro, en un lugar sagrado. Eridu era la ciudad sagrada del dios Ea. El brillante azul profundo –como el lapislázuli– indica en todo caso su función cósmica: él representa el espacio cósmico, la noche estrellada. Además de eso, se expande hacia Apsu, el mundo subterráneo, el abismo primordial. Esto significa que es un “arbor inversa”, un árbol invertido, enraizado en el cielo y extendiendo sus ramas sobre la tierra. Además, Kiskanu nos muestra su función como Árbol de la Vida, porque es el domicilio de los dioses de la fecundidad y de la formación (artes, agricultura, escritura, etc.) y el lugar de reposo de la madre de Ea, la diosa Bau, que es una divinidad de la abundancia, de los rebaños y de la agricultura.
En las representaciones del viejo Oriente, el Kiskanu es el prototipo de los árboles sagrados babilónicos. Está acompañado siempre de los diferentes símbolos, emblemas o animales heráldicos, lo que señala su papel cosmológico exacto. En algunas representaciones las estrellas también se encuentran agrupadas junto a él. Una imagen del Árbol Primordial fue también hallada en Mohenjo-Daro, la capital de la civilización del gran río Indus.
El Kiskanu es representado como una palmera de dátiles, de lo cual se trasluce su papel directo como Árbol de la Vida: el dátil era el alimento básico más importante.
En el Avesta es célebre el árbol Gaokarana, el que fue creado por Ahura Mazda. Es el árbol de las diez mil medicinas, llamado Vispo (el que todo lo cura). Se levanta en una isla del lago divino Vourakasha, donde brotan también otras mil hierbas curativas. En sus ramas anida el pájaro Saena.
Ese Gaokarana es el Haoma celestial, el que otorga la inmortalidad. Ahriman creó un lagarto, que fue el contrapeso a la creación de Gaokarana. La tarea del lagarto era la de hacer daño al árbol milagroso de Gaokarana (puede compararse al dragón Nidhög, que roe las raíces del Yggdrasil).
Su reflejo en la tierra es el Haoma terreno, que crece en las montañas y que en los tiempos de los inicios fue plantado en el monte Haraiti.
Para los chinos el centro del universo o el lugar en donde debía ubicarse la capital perfecta fue representado a través de Kien-mou (o madera vertical). La madera era en China el 5.º elemento y tenía la misma importancia que la tierra, el agua, el aire y el fuego.
Kien-mou es el árbol de la renovación, así como del inicio absoluto, el inicio del mundo. Reúne las “Fuentes Novenas” (el reino de los muertos) con los “Cielos Novenos”, y los subsuelos del mundo con sus niveles más altos. En su tronco hueco ascienden y descienden los soberanos, que son los soles de los hombres, los intermediarios entre el cielo y la tierra.
A ambos lados del Kien-mou se levanta, al este, el árbol P´an mou; es un melocotonero cuyos frutos otorgan la inmortalidad. El zumo de estos melocotones es elaborado por la Reina Madre Wang. Sobre el árbol, en el oeste, reposan los diez mil soles en la tarde.
En otras imágenes del mundo, el K´ong-sang, una morera hueca, recibe el papel principal. Esta morera es hermafrodita y probablemente es más antigua que la separación del yang y el yin, la dualidad. Por ello simboliza el Tao mismo, el orden cósmico, el principio universal.
Desde los tiempos más antiguos, en Egipto los árboles son objeto de veneración divina, tal vez también porque eran muy escasos. Al este del cielo se encuentra el alto sicomoro, un Árbol Cósmico sobre el cual los dioses están sentados. Al frente, al oeste, en la frontera del desierto, vivía la “Señora del Sicomoro”, la diosa vaca Hathor, la que ha creado el mundo y todo lo que allí hay. Lleno de compasión, el sicomoro hace descender su follaje, saluda a los recién muertos y les da la bienvenida con agua y pan. Con ello les alcanza el alimento y la bebida, con lo que les asegura la vida después de la muerte. Sobre las ramas del sicomoro se sientan las almas de los muertos en forma de pájaro. Gracias a la ayuda del árbol sagrado las almas regresan al seno del mundo divino, de los seres eternos, que simplemente habían abandonado por la duración de una vida humana.
En las representaciones egipcias se encuentra frecuentemente el motivo del Árbol de la Vida, del cual nacen brazos divinos que están llenos de regalos y que riegan el Agua de la Vida de un recipiente.
En el mundo prehelénico egeo la gran diosa madre Rhea, como representante del matriarcado, se encuentra siempre en estrecha relación con el culto del árbol. El árbol es la fuente abundante de la fecundidad y, por ello, Rhea está representada junto a una planta simbólica o debajo del Árbol de la Vida. La relación diosa-árbol es la expresión de un simbolismo central. La gran diosa es la personificación de la fuente inagotable de la Creación. El árbol expresa el espacio en su regeneración eterna. El árbol es también, como hemos visto al inicio, siempre un símbolo del centro del mundo, la axis mundi. Es el árbol de la vida eterna o de la sabiduría. Con ello nos muestra el complejo gran diosa-árbol que la vida, la fecundidad, el crecimiento y la inmortalidad tienen su origen en la Vida Una, el principio universal vital. También es un aspecto de la Gran Madre o de la mujer sabia.
En la mitología clásica se atribuye a cada dios un determinado árbol, y al examinar estas atribuciones se constata que siempre están llenas de sentido y que el árbol correspondiente se halla en estrecha relación con la personalidad de cada dios. Aquí presta ayuda el estudio de la dendrología (conocimiento de los árboles). Seguidamente, ofrecemos una pequeña presentación de las correspondencias más importantes:
El roble: en Epiro, en el nordeste de Grecia, se encontraba el oráculo más antiguo de Grecia, el roble sagrado de Dodoma. El oráculo era dirigido por tres sacerdotisas, las Peleidades o Peristeres (significa “palomas”). Su tarea era la interpretación del sonido de las hojas originado por el viento. Según Platón, las sacerdotisas realizaban los oráculos en éxtasis. Los griegos otorgaban al lugar del oráculo en Dodoma una gran antigüedad; decían que se remontaba a los tiempos de los pelasgos. Supuestamente, predijo a Heracles el fin de sus doce trabajos y, con ello, su muerte.
El culto de los robles y las mitologías acerca del roble estaba muy expandido en toda Europa en los tiempos anteriores a Cristo. En tiempos arcaicos se creía que el roble había dado nacimiento a los hombres: así, los arcadios sostenían que ellos mismos habían sido robles antes de llegar a ser hombres. Encontramos una tradición similar en los germanos; según esta, los primeros hombres fueron formados de dos cepas de árboles. La idea de que los hombres provienen de la madera pertenece a la herencia cultural europea. Quizá tenga que ver con el hecho de que la fricción de dos maderas puede generar fuego. De esta extraña manera nació Agni, el dios hindú del fuego. Y el hombre porta en sí la chispa, el fuego que Prometeo recogió del Olimpo en un tronco hueco…
El olivo: para los griegos no había fruto más utilizado que la aceituna, por lo cual el olivo tenía una consideración especial. Este proporcionaba productos importantes; las aceitunas y, ante todo, el aceite, que no solamente se utilizaba en la cocina, sino también para el alumbrado y para el cuidado del cuerpo. Era sagrado para Atenea, que hizo crecer el primer olivo en la Acrópolis después de la disputa con Poseidón por el Ática.
También para los hombres el olivo era un árbol sagrado. Le consideraban como el regalo más valioso de Yahvé. De ellos se transmitió la veneración del olivo a los árabes, y en el islam el olivo es el Árbol del Mundo por excelencia, su centro y pilar de apoyo.
También en Italia existen numerosas tradiciones sobre robles sagrados. Se supone que las siete colinas de Roma estaban cubiertas de bosques de robles dedicados a Júpiter. El fuego sagrado de Roma, mantenido por las vestales, se podía alimentar sólo con madera de roble. Una corona de hojas de roble se utilizaba como signo de victoria, y esta costumbre se ha mantenido hasta hoy en día en las asociaciones deportivas tradicionales en muchos países. También el higo juega un papel muy importante; sus mitologías son numerosas, como las de la aceituna. En Roma se veneraba la higuera, que solía tener también una función sagrada. Una higuera fue venerada de una forma especial en el foro romano, ya que se suponía que fue ella la que alimentó a los fundadores del Imperio. Estuvo dedicado a Marte, porque él procreó juntamente con Rhea Silvia a los gemelos Rómulo y Remo.
Las Metamorfosis de Ovidio son una colección de numerosas tradiciones. En los tiempos de Ovidio estas tradiciones eran conocidas solo como fábulas, pero reflejan creencias muy antiguas. Seguramente, estas narraciones se basaban en el conocimiento de los sabios de la Antigüedad acerca de los Elementales, de genios habitantes en árboles y plantas.
Ovidio explica en sus Metamorfosis la transformación de una ninfa en un árbol o en un arbusto como única posibilidad de evadir una gran amenaza. Las ninfas podían transformarse en cualquier tipo de árbol, porque existía siempre una relación clara y definida entre ellas y su padre (el que frecuentemente realizaba la transformación) y, por otro lado, entre ellas y el tipo de plantas. Como ejemplos, presentamos los siguientes:
Los árboles, las plantas y las hierbas tenían una gran importancia para los celtas. Para ellos toda la Naturaleza estaba animada y penetrada de fuerzas y energías. A través de esa conciencia profundizaban en la magia de las plantas y lograban conocimientos muy extendidos.
Los templos de los celtas eran bosquecillos o bosques sagrados. Antes de su asimilación a los griegos y la conquista de los romanos no construían templos. Muchos autores informan sobre torres sagradas, pero se refieren siempre a un lugar en el bosque, a un calvero. César, en su Guerra de las Galias, nos informa sobre sus tradiciones. El santuario típico celta estaba situado, pues, en pleno bosque. El nemeton era un lugar de intercambio sagrado entre el mundo divino y el mundo de los hombres. Todo nemeton es un omfalos, es decir, un centro del mundo.
En el centro de los rituales druidas se encontraban robles, de los cuales crecían muérdagos. La poda de los muérdagos se realizaba en el sexto día del ciclo lunar. El druida, el sacerdote de los celtas, cortaba las ramas personalmente con una hoz de oro. La hoz de oro contenía símbolos lunares y solares, el oro como símbolo del sol y la hoz como símbolo de la luna. Las ramas se juntaban en una tela blanca, y los druidas tenían que portar también una vestidura de color blanco.
Los árboles del culto de los druidas eran el tejo, el avellano, el serbal y el roble. El roble era un símbolo de conocimiento y poder. Cuando en él crecía un muérdago, significaba que el dios estaba presente en ese árbol. El muérdago se consideraba símbolo de la fuerza siempre fresca de la vida, pues mientras que en el invierno todas las otras plantas se encuentran en un estado recogido, casi sin vida (la savia no circula por el tronco ni por las ramas, sino que se encuentra concentrada debajo de la tierra en una parte de la raíz), el muérdago porta en sus ramas frutos blancos, encarnando así la fuerza juvenil de la vida eterna y representando la inmortalidad.
El manzano jugaba también un papel muy importante. La isla de Avalón era una isla mística llena de misterios ubicada al oeste y en cuyo suelo había numerosos manzanos que cargaban la inmortalidad, el conocimiento y la sabiduría. En la mitología griega las manzanas de las Hespérides tienen el mismo significado; también se encuentran en un lugar desconocido al final del mundo.
Un motivo celta conocido es la llamada “batalla de los árboles” (“Cad Goddeu”), que es mencionada por J.R. Tolkien en su obra El señor de los anillos. La versión popular de este mito cuenta cómo Gwydion protegió a los bretones de las islas de una terrible derrota convirtiéndolos en árboles y troncos, dejándolos así triunfar sobre sus enemigos. Según Robert Graves, en su interpretación no se trata aquí de la descripción de una batalla física, sino de una confrontación espiritual en las mentes de los sabios druidas, una forma de disputa filosófico-esotérica.
Se sabe también que en todos los idiomas celtas los árboles expresan letras definidas, y el alfabeto irlandés, el “Beth-Luis-Nion” (“abedul-fresno-serbal”) toma su nombre de los primeros tres árboles de una serie cuyas iniciales forman el ciclo completo de sus letras. Este alfabeto puede ser estudiado como parte de la enseñanza druida. Fue transmitido a través de siglos en forma verbal, y se compone de 5 vocales y 13 consonantes. Ya que el alfabeto se compone de 13 consonantes y un año de 13 meses lunares, se puede ver enseguida que este alfabeto representa el calendario sagrado. A cada árbol se le otorga un mes. El primer mes está atribuido al abedul, el cual es un árbol de luz (entre otras cosas por su corteza blanca y sus hojas de color verde claro). 5 de los 18 tipos de árboles del alfabeto celta (13 consonantes y 5 vocales) están incluidos dentro de las 38 flores del Dr. Edward Bach.
Estas flores del Dr. Bach deben servir a la armonización de estados negativos del alma o debilidad del carácter. Esa cura o método de armonización a través de flores fue desarrollado por el Dr. Edward Bach en los años 30. El clarividente Bach encontró, a través de experimentos en sí mismo, que determinadas flores pueden influir de forma positiva en los planos del hombre. Su método se basa en la transmisión de la fuerza de las flores a fuentes frescas de agua. Las flores deben ser arrancadas sin contacto con las manos (se usan guantes de algodón) y luego deben ser puestas en fuentes frescas de agua. Bajo el influjo del sol le transmiten su energía al agua. De las 38 flores que Bach propone para su método de curación, 18 de ellas pertenecen a árboles.
En las enseñanzas esotéricas de los hebreos, la Cábala, se habla del árbol invertido como descripción del proceso descendente de la Creación. El Árbol Sefirot es una imagen de la creación, un diagrama de los principios que rigen todo el universo. Representa el descenso de las energías divinas en el mundo material y su nuevo ascenso.
En lo más alto del árbol se encuentra la Corona, Kether. Es la unidad de la cual surgen las otras nueve emanaciones de lo Divino, los Sefirot, las Esferas de Dios. Los Sefirot son atributos, fuerzas y posibilidades de lo divino, los cuales nacen de la energía primordial, y escalón tras escalón, descienden en la materia, es decir, encarnan.
El Árbol Sefirot está formado por tres columnas verticales. En la cúspide del que se ubica en el centro se encuentra Kether; en lo más alto del pilar derecho, Chochma, el principio masculino primordial; y en la cúspide del pilar izquierdo se encuentra Binah, el principio femenino primordial. Chochma y Binah representan así la primera dualidad, y los tres primeros Sefirot juntos (Kether-Chochmah-Binah) forman la Tríada Cósmica.
La columna central, en cuya punta se encuentra Kether, termina en Malkuth, el Reino. Malkuth es la corona del árbol invertido, la manifestación realizada y materializada, o sea, el mundo físico que nos rodea.
Otro símbolo exotérico judío es la Menorah, el candelabro de siete brazos (el árbol Sefirot tiene 7 niveles o 7 Sefirot debajo de la Tríada Cósmica). La Menorah tiene la misma forma que el Árbol de la Vida mesopotámico, con 7 ramas principales, que también corresponden a los 7 planetas.
En la mitología cristiana los árboles también juegan un papel importante. Las tradiciones mesopotámicas han servido de base, probablemente, para los árboles bíblicos que encontramos en el Jardín del Edén. Según ellas, se elevan dos árboles a la entrada del cielo del Este: el Árbol de la Verdad y el Árbol de la Vida.
Según la conocida leyenda bíblica, Eva es seducida por la serpiente e impulsada a comer el Árbol del Conocimiento, lo que trae como consecuencia la expulsión del Paraíso. Existen muchas interpretaciones acerca de este motivo. Como filósofos, consideramos esta falta contra una ley “divina” como un acto iniciático hacia la conquista de la conciencia. La serpiente, que es símbolo de la sabiduría en la mayoría de las tradiciones, motiva a los hombres a abrir los ojos y llegar al conocimiento. Ella custodia también el Árbol de la Vida, al que pueden descubrir los primeros hombres después de haber abierto los ojos. La inmortalidad no es fácil de alcanzar, en especial para Adán y Eva. Dios les destierra y a partir de este momento, el hombre es responsable por sí mismo y tiene que ganar su propia inmortalidad.
La cruz, en la que el Avatara Jesucristo es sacrificado, representa, según una leyenda muy difundida en la Edad Media en una relación secreta, el Árbol de la Vida y del Conocimiento. A través de su crucifixión, Cristo nace por segunda vez. Por otro lado, la crucifixión recuerda también el sacrificio propio de Odín, el que a través de dicho motivo alcanza la sabiduría (la cruz es una forma de expresión del árbol).
Para los cristianos la cruz tiene la función del Árbol del Mundo: es portadora de este y se encuentra en el centro, en el lugar que relaciona cielo, tierra y mundo subterráneo. En diferentes versiones, la madera de la cruz tiene 7 peldaños, lo que representa los 7 cielos de otras tradiciones.
También en el Codex Borgia encontramos la representación de un Árbol de la Vida: en el centro, en el lugar del cruce de todas las direcciones y del encuentro entre lo de arriba y lo de abajo, se eleva el árbol colorido del cuerpo de una diosa de la Tierra, la cual representa el Oeste. A un lado se encuentra Quetzalcoatl, la “serpiente emplumada”, que reúne aspectos subterráneos y celestes y cuya historia mítica habla de su muerte, renacimiento y vida eterna como el planeta Venus. Al otro lado se encuentra Macuilxochiti, que es idéntico a Xochipilli, el príncipe de las flores, semejante a Xipe Totec. Este se presenta vestido con la piel de un hombre sacrificado, un símbolo del nuevo vestido que la tierra se pone en primavera y, en una clave esotérica, del sacrificio de la personalidad.
También este árbol reúne los elementos simbólicos de la fecundidad y de la eternidad, es decir, es una expresión de vida y del simbolismo del Árbol Cósmico.
Con esta corta visión de América termina este tratado acerca de los roles y las mitologías de los árboles en las viejas culturas. Hay todavía mucho más por estudiar sobre este tema. Este modesto artículo desea contribuir al entendimiento de un orden del mundo que une al hombre con la Naturaleza.
Créditos de las imágenes: El Coleccionista de Instantes
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muy buena informacion, gracias.
Excelente compendio….Muy completo
Gran trabajo de recopilación, muchas gracias.
que genial la investigación es justo lo que necesitaba para un estudio, lo voy a compartír!
Sería genial poder incluir al menos un árbol mítico de algún grupo o área del África Subsahariana.
Gracias por el aporte de los árboles inmortal y la historia de ellos muy ilustrado el texto me sirvió mucho gracias bendiciones
EXCELENNTE Y CLARO ! GRACIAS
Muy agradecida por la información!?
Muy útil artículo sobre el tema. Gracias