Hablamos de trabajos difíciles, de materias difíciles, de situaciones psicológicas difíciles, de actuaciones o circunstancias difíciles, de personas difíciles, de épocas difíciles… La lista sería inacabable y no pretendemos completarla ni dar una solución para cada uno de los casos en tan pocas líneas.
Queremos, en cambio, llamar la atención sobre la posición interior de quien debe enfrentarse con lo difícil.
Casi todos reconocen que hay cosas fáciles: generalmente, son las que hacen los demás y unas pocas que cumplen satisfactoriamente cada uno de los afectados. No sé por qué la mayoría de la gente piensa que «los demás» –las «no grullas» del mito platónico– tienen cosas fáciles que hacer, y que la vida acumula las dificultades sobre uno y no sobre ellos. Será, tal vez, porque la mayoría de la gente no sabe ponerse de verdad en el lugar de los demás.
Por otra parte, cada cual sabe que, ante ciertas situaciones, puede salir airosamente del paso; cada cual sabe que tiene capacidad para hacer bien o muy bien algunas tareas. Junto a estas, se juntan otras muchísimas que se ven como irresolubles, como metas inalcanzables.
Pensemos un poco. Lo fácil en sí no existe. Si preguntáramos, uno por uno, qué es lo que considera fácil, todos responderían de manera diferente.
Existe lo que sabemos y podemos hacer y lo que ni sabemos ni podemos hacer. Lo fácil es lo ya aprendido, lo que ya se ha dominado y se realiza con soltura. ¿Cuándo, dónde y cómo lo hemos aprendido…? Lo cierto es que lo aprendido y lo asimilado se refleja como una cierta facilidad para actuar en la vida.
Del mismo modo, lo difícil en sí no existe. Depende de la persona y de su saber acumulado. Lo que no se conoce, lo que se presenta como algo nuevo, tiene la máscara de lo difícil. Es probable que, por no saber resolver la situación, se siga llamando «difícil» durante muchos años a una misma cosa, que ya no es tan desconocida ni nueva, sino repetitiva y temida… La experiencia del miedo y del temor a lo nuevo no es la que nos lleva a superar lo difícil. Precisamente, para evitar las dificultades, hay que evitar todo atisbo de temor.
Es natural que la vida esté repleta de cosas difíciles. Todos hemos venido al mundo para aprender, para sumar nuevos conocimientos… Si todo fuera siempre fácil sería un toque de atención: o nos hemos estancado en lo que ya sabíamos, o nos hemos vuelto inconscientes como para no reconocer los nuevos escalones…
Lo difícil es lo que nos pone frente a lo que nos corresponde adquirir en este momento, a lo que –pareciendo una dura prueba– es, sin embargo, el ejercicio indispensable para que las experiencias se abran paso en la conciencia…
Créditos de las imágenes: vincenzo di giorgi
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Muy buena lectura. Gracias.