El filósofo requiere la aprobación de su conciencia. Pero, cuidado, no llamemos conciencia a los simples apetitos, a las dudas sin respuesta, a las debilidades, a la sinrazón. Para que la conciencia pueda hablarnos y señalarnos lo que es conveniente o no, antes debe despertar como tal conciencia. Antes uno debe haberse cultivado en el desarrollo de la fortaleza moral, del discernimiento, de la catarsis de los sentimientos.
Debe haber actuado y haberse equivocado sin miedo a reconocer los errores, sin miedo a rectificar lo que no es válido. Debe haber pasado por muchas pruebas para reconocer esa voz interior como algo íntimo, estable, consustanciado con su verdadero ser, voz que no se altera con el clima de las pasiones ni de las modalidades cambiantes.
Por mística no entendemos una simple actitud contemplativa, sino una visión intuitiva e inteligente del mundo que nos transforma y nos lleva a actuar en consecuencia, de acuerdo a las leyes naturales.
¿Cómo se logra esa visión intuitiva e inteligente? Indudablemente es una visión o percepción que rebasa lo intelectual y racional. Es el alma quien percibe, es el aspecto más elevado de nuestra conciencia la que puede desvelar paulatinamente los Misterios.
Los antiguos egipcios explicaban que los Misterios se intuyen o se perciben con el corazón, ese corazón especial que constituye el alma humana. Extraemos del libro El mundo mágico del Antiguo Egipto, de Christian Jacq, las siguientes palabras: «…el centro de las percepciones más finas es el corazón. No es el órgano en sí, sino el centro inmaterial del ser…».
El corazón nos permite sentirnos unidos a la Naturaleza entera, a todos los seres, y percibir una misma energía en todo y en todos aunque adaptada a las diversas formas y circunstancias. De este modo es más sencillo entrar en contacto con el propio espíritu, con Dios… y romper las terribles barreras que, según la mente, separan la vida de la muerte. La energía es una y permanente.
Extraído del libro “Filosofía para vivir”
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Soy de Nueva Acrópolis en Palmira, Valle del Cauca, Colombia.
Ese llamado de la Voz de la conciencia se va obteniendo poco a poco y a medida que vamos actuado en concordancia con las virtudes. Siendo mas humilde, mas generosa, mas tolerante y comprensiva, haciendo, dia a dia, un trabajo consciente, poniendo corazón, amor. Desde luego, enseñando con el ejemplo, para que cada vez dejemos un Mundo Nuevo y Mejor. Creo que asi se va despertando esa sensibilidad de conciencia.