Un maestro zen caminaba en la oscuridad de la noche acompañado de su discípulo. Como el maestro llevaba un farol encendido, el discípulo le dijo:
—Maestro, yo tenía entendido que podías ver en la oscuridad.
—Y puedo —ratificó el maestro.
—Entonces, ¿para qué necesitas la luz del farol?
—Para que aquellos que no pueden ver en la oscuridad no tropiecen conmigo.
Créditos de las imágenes: David Gabrić
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