Diógenes Laercio narraba la dedicación de Aristóteles por el estudio y la lectura, que llegaba a tal punto que al final del día, cuando iba a la cama para seguir leyendo, sostenía una bola de bronce en la mano, dentro de una palangana del mismo metal. Cuando le preguntaron el motivo de esta extraña costumbre, explicó:
Cuando el sueño me puede, cae la bola sobre el barreño, el estruendo me vuelve a despertar y puedo seguir leyendo.
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