Voltaire tenía en gran estima la obra del médico, fisiólogo y poeta suizo Albrecht von Haller, y no se cansaba de elogiar públicamente sus libros hasta que, en una ocasión, alguien le dijo:
—Pues creo que el tal Haller echa pestes de vos.
Voltaire no se arredró y, con su fino ingenio de costumbre, apostilló:
—Bueno, no hay que ser dogmáticos: es posible que tanto el señor Haller como yo estemos equivocados.
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