Psicología y alquimia espiritual

Autor: Jorge Ángel Livraga

publicado el 05-02-2025

Primeramente, vamos a ver qué significa básicamente la palabra alquimia y la palabra psicología. Sobre estos dos conceptos hay criterios un poco oscuros. Algunos dicen que la alquimia es la madre loca de una hija cuerda, que sería la química, es decir, que la química habría nacido a partir de la alquimia. Este es un sentido un poco materialista de la concepción de la alquimia, pues ya solo fijándonos en la etimología de esta palabra vemos que tiene raíces muy antiguas. Probablemente se refiere a Kem o Kemú, que era el nombre de Egipto, pues el término Egipto es griego. El nombre original de Egipto era Kmm, Kem o Kemú, que en el antiguo idioma egipcio significa «algo que ha sido calentado o quemado por el fuego», y «algo que es de color negro». Esto ha sido interpretado de manera concreta en relación con el clima de Egipto y el barro del Nilo, pero es evidente que puede tener raíces mucho más misteriosas, profundas y sagradas. Otros atribuyen la palabra alquimia –al-quimiya, «la tierra negra»– a los árabes, que retoman la tradición alejandrina desde el siglo VII, aunque, en rigor, sus más fuertes raíces se hallan en el mundo babilónico y persa.

En verdad, la alquimia es sencillamente el arte de las transmutaciones. Una transmutación no es tan solo una transformación. Una transformación es aquello que cambia de forma, pero sus cualidades básicas permanecen; en cambio, aquello que cambia de esencia sería realmente lo que ha pasado a través de un proceso alquímico. En la parte física hoy no tenemos ningún problema en hablar de alquimia, porque la actual Física atómica ha estado desarrollando elementos que ya mencionaban los antiguos alquimistas. Sabéis perfectamente que hoy se puede producir artificialmente oro, y que la transmutación es algo corriente en las centrales atómicas, es decir, que conocemos sus fundamentos teóricos.

Cuando nosotros hablamos de la fisión del uranio, por ejemplo, es una forma de hablar genérica, porque para producir esa terrible energía se puede llevar a cabo tanto la fisión del uranio como del plutonio, lo que ocurre es que el plutonio utilizado se genera durante un proceso previo de fisión del uranio. Eso físicamente ya se conoce.

Lo que hoy tal vez no se conoce de la misma manera es la parte espiritual de la alquimia. Estos antiguos alquimistas, cuando nos hablaban de transmutar el plomo en oro, tal vez no se referían tan solo a la parte física, sino a algo más importante. Tenemos muchos escritos de los viejos alquimistas, en donde se habla del lapis philosophorum, de la piedra filosofal, que se empleaba incluso para curaciones médicas y como catalizador para hacer ciertas reacciones entre los elementos, no solamente elementos físicos, sino elementos mentales y psicológicos.

Vamos ahora a definir brevemente la palabra psicología para poder continuar. La actual denominación de psicología proviene del griego psique, «alma», donde se la representaba como una mariposa, porque al ser este insecto tan móvil e inquieto se asemeja al conjunto de nuestras emociones y de nuestros pensamientos cotidianos. A Psique la vais a encontrar en los grabados de las cerámicas griegas desde la época cicládica hasta la época helenística. Por ejemplo, en la cultura Falisco, al norte de la actual Roma, se han encontrado vasos en los cuales están pintados otros vasos y una mariposa saliendo de ellos, es decir, que ya en esa época encontramos la relación entre la parte de la psicología y esta otra parte inferior que luego se va a llamar atanor, que es la parte alquímica.

En la actualidad, desgraciadamente, por psicología se entiende el estudio del comportamiento humano, pero se olvida que más allá del comportamiento humano está el ser humano, y que no podemos arribar a una filosofía psicológica a partir de experimentos psiquiátricos basados en gente enferma. Hoy conocemos el psicoanálisis, pero nos falta algo, la psicosíntesis. Porque si yo voy a un psiquiatra, me va a preguntar una serie de cosas, va a ir fragmentando mi personalidad en distintos elementos, y voy a ver muy claro de cuántos pedazos estoy hecho. Cuando ya conozco esto, según los conceptos actuales, tendría que sentirme liberado de una serie de opresiones. Eso algunos lo pueden hacer, pero otros no. El que a uno le señalen un defecto o un mal no significa que uno ya pueda superarlo.

Yo no veo bien de lejos, y aunque venga alguien y me diga «usted tiene miopía y necesita gafas», hasta que no me compre las gafas bien graduadas y me las coloque, seguiré viendo mal. Para ver bien, no solo es necesario saber que uno necesita gafas, hace falta ponérselas.

Esa es la deficiencia de los actuales conceptos psicológicos, que no ofrecen la posibilidad de una verdadera psicosíntesis que haga que el hombre se encuentre consigo mismo.

Hay muchos factores sociales, económicos, políticos que llevan a una masificación y hacen que nuestra individualidad se disuelva en esa masificación. Podríamos mencionar los medios de comunicación, que son tan poderosos y están concentrados en tan pocos centros de poder, que nosotros podemos leer diez periódicos, pero como las agencias informativas son muchas menos, los periódicos simplemente dan una forma u otra, pero la información básica es la misma.

Eso nos lleva a una auténtica masificación donde el individuo se va ahogando poco a poco. Y el individuo lo llevamos dentro. Es algo real, es mucho más real de lo que pueda ser la sociedad o el Estado; porque la sociedad o el Estado pueden cambiar, pueden ir de un extremo político, social a otro, pero el individuo interior, aquel que nosotros tenemos dentro, ese no cambia fácilmente. Y, además, para cada uno de nosotros es algo verdaderamente importante.

Aquel que tenga un problema psicológico, o un simple problema físico, como un dolor de muelas, puede parecer trivial, pero el que lo sufre, en ese momento está centrado en eso y no sobre cosas mucho más importantes que pueda haber en el mundo. ¡Y cuánta gente hay que llora porque se le ha muerto su perro o su gato, y tal vez no llora porque mueren miles de personas! No es tanto una deformación psicológica; no es locura tampoco, es que nacemos solos, vivimos solos y morimos solos. A pesar de lo que nos digan todos los conceptos sociales y políticos, más allá de ese intelectualismo superficial, estamos nosotros, está cada uno de nosotros, con sus propias preocupaciones, sus propias opiniones y sus propias interpretaciones de la vida. Eso es fundamental.

De ahí que existiría una relación muy estrecha entre lo que puede ser la psicología, vista desde un punto espiritual, y la alquimia. Voy a hacer dos pequeños esquemas para poder entendernos mejor.

PSICOLOGIA Individuo Fénix ALQUIMIA
Personalidad Kama-manas Azufre Fuego Atanor
Linga sharîra Mercurio superior Aire
Prana sharîra Mercurio inferior Agua
Sthûla sharîra Sal Tierra

 

Utilizando dibujos, jeroglíficos, estamos volviendo a las cosas simples e importantes, más allá de las adquisiciones culturales como el lenguaje. Yo sé que las personas sensibles que me estáis escuchando, sentís lo que estoy tratando de comunicaros a pesar de la barrera del idioma, y eso es tal vez lo esencial, porque conocimientos intelectuales los podéis encontrar en muchos libros y podéis escuchar a profesores más especializados en el tema que yo. Pero yo creo en el hombre, creo en la mujer, creo en la naturaleza, creo en Dios, creo en la unión sustancial de todos los seres humanos, más allá de cualquier diferencia, y por eso os estoy hablando ahora.

Al hombre, desde el punto de vista psicológico tradicional, lo podemos dividir en dos grandes bloques interiores: la parte netamente espiritual y la personalidad o cuaternario, que va desde lo mental, para llegar hasta lo material, pasando a través, precisamente, de los niveles psicológicos, en donde las formas no están constituidas por materia, sino por energía.

Hoy conocemos que esencialmente es lo mismo. Esta tiza es un trozo de materia, pero si logramos acelerar las moléculas que la componen, llegamos a un punto en que puede convertirse en energía, y si posteriormente retardásemos ese movimiento, se volvería a rematerializar. Esto no es un fenómeno demasiado parapsicológico. Se asemejaría, aunque no es el mismo fenómeno, a lo que ocurre con el agua. El agua, si la ponemos a hervir, desaparece a nuestra vista, simplemente se convierte en vapor; y si la condensamos de nuevo, volvemos a verla en forma líquida, pero siempre es H2O, siempre es agua.

Tenemos, por tanto, el espíritu, imagen de lo que Platón llamaba individuo o triple Logos. Platón concebía la deidad y el alma humana con tres aspectos: voluntad, capacidad de amor –de unión con todo– e inteligencia –la posibilidad de entender el entorno. La versión de Platón es una versión filosófica de algo muy antiguo, porque en Egipto existían tríadas de dioses, como es el caso de Osiris, Isis y Horus. Las mismas tríadas existían en otros pueblos de Oriente y Occidente. Incluso, dentro del cristianismo, Dios es uno, pero tiene tres personas, tres aspectos que son Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios-Espíritu Santo.

Esto es algo que viene desde el fondo del tiempo y, antes de rechazarlo, tendríamos que meditarlo mucho, porque tal vez sea cierto. Como filósofos nunca podemos decir esto es cierto y esto no es cierto, porque sabéis que la filosofía es una búsqueda, un amor por la sabiduría y nos enseña que todos los valores son relativos, que en la manifestación no puede haber valores absolutos, puesto que no puede haber dos absolutos; tan solo puede haber uno. Todo lo que nosotros vemos no es absoluto, es relativo. Y eso es lo que nos da la noción de lo viejo y lo nuevo, de lo pesado y lo liviano, de lo grande y lo pequeño, y de todas las dualidades que podéis ver en el universo, que no se contradicen, como generalmente se piensa, sino que hay una especie de dialéctica de oposición, dialéctica de complementación o diálogo entre las cosas.

Dentro del cuaternario tenemos la parte física —sthûla sharîra, en sánscrito—, que es una especie de robot biológico. Cuando yo hacía prácticas de medicina –disecciones de cadáveres– verdaderamente me parecía tener entre las manos una especie de robot, porque el cuerpo tiene unos cablecitos por dentro que son los nervios y una especie de tubitos que son las venas y arterias; tiene soportes mecánicos que son los huesos y las articulaciones. Es decir, es un muñeco, es una máquina que tiene incluso dos cámaras fotográficas separadas entre sí para tener profundidad en la visión. Este robot no soy yo; lo tengo puesto como lo tenéis puesto vosotros. Tampoco somos nuestra ropa, ni los zapatos, sino que estamos más allá. Sigamos algo más adentro.

Según los antiguos filósofos hindúes, está lo que ellos llamarían prana sharîra, el cuerpo de vida, que es lo que nos da características de temperatura, de corrientes eléctricas y magnéticas. Sería la parte de la batería del robot; es aquello que lo hace mover, aunque sea algo que no podamos ver. Si seguimos en esta profundización, vamos a encontrar lo que estos filósofos llaman linga sharîra, que es la parte que los actuales ocultistas llaman cuerpo astral, el lugar de las emociones. Esta sería nuestra parte emotiva.

Todo esto está encadenado, y así a todos nosotros nos ocurre que cuando nos emocionamos, la emoción repercute sobre nuestro nivel vital y se nos acelera el pulso, o si sentimos miedo, la boca se nos seca y entra un hormigueo en el estómago. Sin embargo, no nos pasa nada físicamente, es solo a nivel psicológico, emotivo. Y cuántas veces, cuando leemos un poema que nos gusta mucho, o escuchamos una música que nos toca el alma, no podemos parar una lágrima. Sin embargo, no hay sufrimiento físico; no solamente se llora por dolor, a veces se llora por alegría, y a veces, sonreímos y estamos tristes. Nos damos cuenta de esa dualidad. Nosotros tampoco estamos ahí. Sigamos subiendo.

Los filósofos hindúes a la siguiente zona le llamaban kama-manas. Kama es el dios del deseo. Cuando se habla de kama la gente lo identifica con el Kamasutra; pero no, la raíz kama, igual que en japonés kami, significa algo brillante, algo que nosotros deseamos con alegría. Nosotros podemos desear alegremente algo muy espiritual y algo muy material, es simplemente el hecho del deseo. Pero esta cuarta parte no es solamente kama, sino que es kama-manas, es decir, que tiene también la parte mental, manas, man, men, que está relacionada con el ser humano y con su facultad propia, que es pensar.

Estas cuatro partes, sthûla sharîra, prana sharîra, linga sharîra y kama-manas, conforman un conjunto que sería nuestra personalidad, mientras que a la parte espiritual se le llama individuo. Estoy utilizando la terminología más antigua, basada en los antiguos griegos que consideraban la parte superior como indestructible, inmortal, indivisible; y la parte inferior semejante a las máscaras que se usaban en el teatro y cuyo nombre era prósopon (prosvpon). Este nombre va a pasar posteriormente al latín como persona, de persono, «lo que sirve para hacer sonar, para que se escuche lo que se está hablando». Esto sería la parte de la psicología analizada desde un punto de vista espiritual.

En la alquimia espiritual nos vamos a referir a lo que nos cuenta la tradición, según la cual existen cuatro elementos básicos. Esos cuatro elementos no hay que confundirlos con los elementos químicos, sino que son elementos alquímicos que agruparían elementos químicos y otras muchas cosas. Normalmente los conocemos como tierra, agua, aire y fuego, pero no se refieren a estos elementos físicos. Tradicionalmente se hablaba de la existencia de un recipiente para poder hacer la transmutación alquímica. El recipiente es nuestro entorno. Todos tenemos un egocentrismo de base, un egoísmo básico que es común en todos nosotros. Así cuando estamos en París decimos: «una ciudad tan lejana como Lima»; pero en Lima la gente dice: «una ciudad tan lejana como París». Siempre el hombre es el centro y la medida de todas las cosas, como decían los presocráticos.

Este recipiente, que se llama atanor, también tiene sus cuatro partes. La parte inferior es donde está la sal alquímica, es decir, donde están las cosas cristalizadas, todo aquello que se puede tocar y palpar; sería el sthûla sharîra. Después de la sal viene la parte del mercurio, que es doble. Sabéis que el dios Mercurio es el nombre latino del Hermes griego, y este a su vez proviene del Thot egipcio. De ahí viene la denominación de ciencias herméticas, y todavía hoy llamamos hermético a algo que está bien cerrado. Esta parte tiene, entonces, dos entidades, un mercurio inferior que se correspondería con la parte de vida, y es lo que puede crear las amalgamas –que en los antiguos grabados aparece muchas veces como una mariposa– y una parte superior, psicológica, relacionada con el linga sharîra. Por último, estaría el azufre espiritual que estaría en relación con nuestro kama-manas.

Pero aquí falta algo. Al explicar la parte de psicología habíamos hablado de una tríada. Y aquí la tríada la vamos a encontrar sobre el atanor en forma de fénix, que es el que se levanta, el que siempre se renueva, el inmortal, el que puede dar fuego otra vez a la parte de abajo, o atanor, para que recomience el proceso. Con lo cual nos encontramos con la vieja teoría de la reencarnación. Desde el punto de vista espiritual es la reencarnación del alma, y en el sentido material es la reencarnación de todas las cosas. Vosotros veis que todas las modas inexorablemente vuelven, como los cuervos de Odín, que dan vueltas al mundo y vuelven otra vez. Tal vez el gran drama que tiene el hombre es que siempre se encuentra tanto con lo que desea como con lo que teme.

En esta comparación relacionada entre lo alquímico y lo psicológico nos preguntamos finalmente: ¿para qué sirve todo esto? Seamos prácticos. Los filósofos tenemos fama de ser utópicos, gente que lee muchos libros, que habla mucho, pero que en el momento de la acción no sirve para nada. En nombre de los filósofos protesto. Yo creo que dentro de los filósofos, como dentro de cualquier otro campo, hay tipos y tipos de hombres. Eso no depende de la profesión sino del hombre mismo. El filósofo verdadero, según me parece a mí, según nosotros podemos ver a través de nuestros estudios en Nueva Acrópolis, es un ser humano completo, no es fragmentado.

Estos conocimientos nos sirven porque pueden ser aplicados diariamente. Cuando nos pasa algo, cuando tenemos algo que nos afecta, nos podemos analizar a nosotros mismos y decir: ¿de dónde me viene esto?, ¿viene de mi cuerpo físico, de mi parte vital, de mi cuerpo emocional, de mi parte mental o de ese misterio que tengo dentro, aquello que llamamos alma o espíritu y que a veces nos habla al oído y nunca nos abandona? Ese es el amigo secreto que tenemos dentro. Como dice el corazón del Mahâbhârata, el Bhagavad Gîtâ, todos tenemos un amigo secreto, nadie está solo, todos tenemos alguien dentro que nos habla al corazón.

Aplicando esto que hemos visto, podemos solucionar muchos problemas de nuestra vida, porque nos empezamos a entender. No hay que hacer algo patológico de todo esto, sino pensar que cuando los humanos estamos alegres o estamos tristes, o cuando tenemos problemas interiores, no estamos enfermos, sino que estamos “humanos”, porque somos seres humanos, y sentimos, vivimos, pensamos, y eso no es una enfermedad. Y si es una enfermedad, es una enfermedad divina y tenemos que bendecirla porque nos hace elevarnos por encima de este robot de carne, nos permite escalarnos a nosotros mismos, nos permite una especie de acrópolis interior, una ciudad alta.

Si buscamos dentro de nosotros mismos, podemos llegar a encontrar la escalinata que lleva a esa ciudad alta. En esa ciudad alta, las flores de los ideales no se cierran nunca, las estatuas son bellas y no se destruyen. En esa ciudad alta no hay explotación del hombre por el hombre. En esa ciudad alta hay bondad, hay paz, hay amor. Sé que son palabras muy simples, que podríamos expresarlo con palabras mucho más «profesionales», y decir, por ejemplo, que debemos buscar la esencia, porque el ser es el ser en cuanto a esencia. Magnífico, pero yo prefiero decir simplemente que tengo algo dentro, un misterio; porque los vocabularios cambian, pero el hombre interior no cambia, porque el hombre interior no está debajo del atanor, el hombre interior es el fénix que sale por la boca del atanor, aquel que puede renacer una y otra vez de sus cenizas, que es luminoso como una antorcha, que puede volver al mundo a recomenzar otra vez.

En este momento un poco materialista de la historia, en el cual se ha hecho un culto a la materia y a las características de la materia, nosotros, filósofos, queremos levantar ese pequeño estandarte de espiritualidad, una espiritualidad no sectaria, una espiritualidad que no separa a los hombres de los hombres, ni por el color de la piel, ni por la forma en que imaginan a Dios, porque si las vacas imaginasen a Dios lo imaginarían con cuernos. Cada cual imagina a Dios según como es cada uno, o como es el grupo que lo está rodeando o lo está influenciando. Así pues, debemos llegar a esa concepción individual de la mística y de la búsqueda de sí mismo. Para poder recrear un mundo nuevo y mejor hace falta ser un hombre nuevo y mejor, y no un hombre utópico, sino un hombre real.

¿Por dónde comenzamos? Yo creo que podemos comenzar por nosotros mismos, es lo más cercano que tenemos, es el amigo secreto que llevamos dentro, el que sabe todo lo que nos pasa. A ningún amigo, a ningún psiquiatra ni a ningún filósofo le vais a contar vuestro verdadero secreto. No lo tenéis que contar. Esa es la parte de vuestro encanto personal, lo que diferencia a una persona de otra. Pero vuestro amigo secreto –ese que está dentro de vosotros, ese que está despierto cuando vosotros dormís, ese que tiene sueños, ese que no se cansa como vuestro cuerpo– él sabe todos vuestros secretos y debéis sentiros conformes y fuertes de que sepa esos secretos, porque la verdadera alquimia espiritual, la verdadera psicología espiritual es transmutarnos nosotros mismos, poco a poco, en ese amigo secreto, ese que no duda, ese que no teme a nada, ese que no envejece con el tiempo, ese que se mantiene siempre igual.

Los griegos llamaban a ese amigo secreto la Afrodita de oro. Afrodita es la hija de la espuma, la señora de las perlas y las conchas. Era la representación del alma interior, de la Gran Dama, de la Madre del Mundo, porque no solamente las mujeres son damas interiormente; los caballeros también deben soñar siempre con alguna dama, pues es la única forma en la que se puede seguir hacia delante. Es esa gran Madre del Mundo que la podéis ver en la curva de la espalda de la Venus de Milo; es el espacio curvo donde vivimos –se cree que eso lo descubrió Einstein, pero es mucho más viejo–, lo podéis encontrar en la primera parte de las Leyes de Manú, el Hiranya-garbha, bajo la forma del gran huevo dorado que puso el ave espiritual, el Kalahamsa, el equivalente hindú al fénix que acabamos de mencionar.

Es mi esperanza que estas pocas palabras que hemos dicho hayan servido, no para enseñar, sino para que cada cual redescubra dentro de sí este fenómeno espiritual. Los antiguos parisinos del siglo pasado llamaban a París la nueva Atenas, la ciudad Luz, y en esta ciudad Luz, y en esta nueva Atenas yo quiero que os encontréis a vosotros mismos y que penséis que podéis tener la oportunidad de hacer una real alquimia espiritual.

Espero haber sido algo útil con mis palabras, porque vale más un pequeño escalón que nos permita levantarnos un poco, que una gran muralla que la admiremos pero que no la podamos atravesar. Seamos escaleras para nuestros propios sueños, para nuestros propios ideales. Seamos buenos, seamos justos, lleguemos hasta nuestro amigo secreto.

Pregunta: ¿Qué entiende usted cuando dice «yo creo en Dios»?

Respuesta: Cuando digo que creo en Dios, digo que creo en la causa de todo lo manifestado. Cada cual puede llamar a Dios como quiera, pero es indudable que cuando se hace una casa, primero se hace un plano, y ese plano lo pensó alguien. Yo le llamo Dios a Aquel que pensó el universo, Aquel que nos pensó a nosotros, que está dentro y fuera de nosotros. Cuando yo digo que creo en Dios estoy hablando de manera incorrecta, porque en verdad no es que crea en Dios como una fe, para mí Dios es una evidencia que está en todas las cosas. Nadie cree en sus manos, las manos son una evidencia para nosotros; para mí Dios es la primera evidencia y me expreso dificultosamente al decir que creo en Dios.

Es muy difícil hablar de las cosas metafísicas. Si yo le pregunto a alguien qué es una silla, la gente puede contestarme fácilmente, pero si yo pregunto qué es el bien, qué es el mal, qué es la vida y qué es la muerte, ahí ya no existe vocabulario, porque son cosas muy profundas y nos hemos acostumbrados a hablar en una lengua juglar, una lengua externa, tanto es así que en las antiguas lenguas estas cosas metafísicas se pueden expresar mejor. En español, en francés, en inglés, si digo «yo amo», hasta que no digo qué es lo que amo no se entiende, porque puedo amar a un hermano, un lugar, un objeto, tengo que explicarme, mientras que en sánscrito hay más de veinte maneras de decir «yo amo», de tal manera que cuando uno lo dice ya se sabe a qué se está refiriendo. Lo mismo pasaba, de alguna forma, con todas las lenguas antiguas.

Pregunta: Pero, ¿su concepción de Dios es de tipo impersonal o personal, al estilo judeo-cristiano?

Respuesta: Mi concepción de Dios –estamos siempre en la lucha de las palabras– no es personal, porque si fuera así, sería un Dios externo a mí. Se parece más bien al concepto filosófico-panteísta, de ver y sentir a Dios en todas las cosas. Es indudable que cada uno de nosotros está en su pleno derecho de poder concebir a Dios y a todas las demás cosas de la forma que mejor pueda hacerlo. No podemos hacer comparaciones entre esto, porque uno que crea en un Dios personal puede llegar a sacralizarlo tanto que tampoco sea algo externo. En esto, otra vez, vemos que las palabras no nos alcanzan para describirlo. Por eso vuelvo a contestar concretamente que mi concepto es el concepto filosófico griego del Pan Theos, del Dios-Todo.

Pregunta: Hoy se habla mucho de meditación, ¿podría considerarse que es una manera de orar?

Respuesta: La meditación, cuando está correctamente realizada, cuando no se hace por egoísmo, sino en un sentido espiritual, es algo positivo. Una simple oración de cualquier religión o una que nos inventemos nosotros, sirve como forma de meditación o contacto con lo invisible. Muchas veces cuando vengo a París, voy a Notre Dâme. Me gusta desde el punto de vista histórico, desde el punto de vista artístico, pero también desde el punto de vista místico. Yo no sé hablar a Notre Dâme en francés; entonces, le enciendo una vela. Yo sé que Notre Dâme “entiende” la vela que le estoy poniendo.

Pregunta: ¿Cuáles son los medios para esta alquimia de la persona que ha mencionado?

Respuesta: Lo primero es conocer los elementos de que estamos constituidos. Luego, empezar a dominar esos elementos. De la misma manera que en la parte física podemos controlar algo físico, podemos controlar nuestras emociones y nuestros pensamientos mediante una metodología, porque esto tampoco se puede improvisar. Nuestro método está basado en métodos tradicionales extraídos de todas las formas culturales, especialmente de la forma clásica antigua, no porque tengamos una especie de manía hacia lo antiguo, hacia la tradición, sino porque pensamos que son aguas menos contaminadas. Es como un jardín muy viejo, que, tal vez, ya no esté tan cuidado pero que tiene la belleza de lo natural. De ahí tratamos de extraer esa especie de ecología espiritual que nos permita beber de esas fuentes primeras.

Pregunta: ¿Por qué hace usted tanto hincapié en la tradición? ¿Es realmente necesaria?

Respuesta: Supongamos que somos como un árbol. Un árbol no solamente tiene tronco, ramas y hojas, también tiene raíces. Un árbol sin raíces es un árbol muerto, es un árbol que cae con el primer viento. Por eso es por lo que hundimos nuestras raíces en el pasado, en la tradición, para poder hacer un núcleo fuerte, vivo. De ahí que yo creo que, para conseguir una evolución individual y colectiva, es necesario penetrar en nuestro propio pasado. Los japoneses tienen en esto un símbolo muy bueno, es el símbolo del arco. Para poder arrojar una flecha hacia adelante, hacia el futuro, hace falta hacerla retroceder en el arco, y entonces se suelta. Vamos al pasado para poder ir hacia el futuro. Quien no haya amado a su madre es difícil que llegue a amar a su hijo.

 

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Referencias del artículo

Conferencia dictada el 19 de noviembre de 1983 en la sede de Nueva Acrópolis, rue Daguerre, 60, París, Francia.

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