Las flores han merecido siempre la admiración de la humanidad, que ha visto en ellas multitud de significaciones. Entre otros simbolismos, las flores evocan la idea de la belleza, el amor, la primavera, la realización, la fugacidad, la espiritualidad…
San Juan de la Cruz ve en la flor la imagen de las virtudes del alma, y en el ramillete que las une la perfección espiritual de su conjunto. Para Novalis, la flor es símbolo del amor y la armonía que caracteriza a la Naturaleza en todos sus aspectos. Y para el simbolismo tántrico, la “Flor de Oro” corresponde a la espera de un estado superior espiritual, ya que la floración es el resultado de una alquimia interior, de la unión de la esencia (ching) con el aliento (chi) del agua y el fuego; la flor es así el retorno al centro, a la unidad del estado primordial.
Asociadas analógicamente a las mariposas, y al igual que estas, las flores representan a menudo las almas de los muertos. La tradición mitológica griega cuenta que Perséfone –hija de Zeus y Deméter y reina de los infiernos al ser desposada por Hades–, fue raptada por este en las llanuras de Sicilia mientras jugaba con sus compañeras recogiendo flores. Su madre, diosa protectora de la Naturaleza, la anduvo buscando inútilmente –de ahí que uno de sus atributos sea la antorcha–, mientras el mundo quedaba paralizado. Zeus entonces decidió intervenir y envió a Hermes para comunicarle a Hades que Perséfone debía ser devuelta a la tierra; el dios del inframundo accedió a regañadientes, y puso como condición que no podría comer nada durante el trayecto, a la vez que engañaba a la joven ofreciéndole unos granos de granada para el camino. Perséfone comió la fruta, por lo cual quedó encadenada para siempre al Hades, al que debía volver cada año durante los meses de invierno, en los que la Tierra quedaba aletargada y estéril. Con la llegada de la primavera, la diosa regresaba con su madre y todo volvía a renacer, llenándose el mundo de flores y frutos hasta la llegada del nuevo invierno.
Los griegos tenían una ninfa de las flores llamada Cloris, identificada con la diosa romana Flora. Cuenta Ovidio que esta, vagando por el campo un día de primavera, fue vista por Céfiro, que quedó enamorado de ella y la desposó, haciéndola reina de todas las flores, tanto de los jardines como de los campos de cultivo. Narra también el poeta que Juno estaba enojada con Zeus por la forma en que había concebido a Minerva y la había hecho nacer de su cabeza, y queriendo también ella concebir un hijo sin el concurso masculino, se dirigió a Flora, la cual le entregó la flor más bella cuyo simple contacto bastaba para fecundar a una mujer; con esta flor (que en realidad era Júpiter en forma de flor) concibió a Marte, que nació el primer día de la primavera.
En el budismo las flores desempeñan un papel muy importante. Según esta religión, cuando va a nacer un dios en el cielo, la diosa que va a ser su madre se encuentra con una flor en la mano, lo que significa su inmediato alumbramiento.
En cuanto a su color, las anaranjadas y amarillas son de simbolismo solar, mientras que las rojas representan la pasión amorosa. Las de color violeta sugieren un amor oculto, y las margaritas silvestres la simplicidad. La llamada “flor azul” es un símbolo mítico de lo imposible.
Créditos de las imágenes: Andrew Small
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