El carro y su relación con el ser humano es una de las principales analogías simbólicas de la tradición universal. El conductor representa el “sí mismo” de la psicología junguiana; el carro es el cuerpo y también el pensamiento en su parte transitoria y relativa a las cosas terrestres; los caballos son las fuerzas vitales, y las riendas, la inteligencia y la voluntad.
En el Bhagavad Gitâ ‒que significa “El Canto del Señor” ‒, y que es el corazón de la gran epopeya de la India, el Mahâbhârata, podemos asistir al enriquecedor diálogo en el que Krishna y Arjuna conversan en el interior de su carro situado en el centro del campo de batalla, donde los dos bandos en guerra, Kuravas y Pandavas, luchan por conquistar el reino de Hastinapura. Maestro y discípulo dialogan acerca de la más elevada filosofía espiritual, aportando grandes enseñanzas a la humanidad para entender el sentido de la vida y aprender a caminar por esta tierra, a fin de alcanzar la sabiduría mientras nos vamos ejercitando en la convivencia con los demás.
En China, el carro es un símbolo del mundo: el suelo cuadrado es la Tierra y el dosel redondo el cielo que la cubre; entre ambos está el mástil como el eje central, identificado con el carrero, que es el mediador que conduce y decide el camino por el que debe transitar su carro.
En la India tiene un simbolismo parecido, aunque se diferencia en que aquí el Cielo y la Tierra son las dos ruedas del carro, unidas y a la vez separadas por el eje, que simboliza el eje del mundo.
En el budismo zen, el Carro del Buey Blanco designa el vehículo espiritual del Buda, por oposición a los carros tirados por cabras, gamos y bueyes normales, los vehículos utilizados por el resto de la gente.
A menudo el carro se asocia al sol como símbolo de su recorrido por el cielo; así ocurre, por ejemplo, en los cultos del Mitra hindú, en los de Cibeles y en los de Atis, toda vez que estas divinidades se identifican con el dios Sol. Pero carros son también la Osa Mayor y la Osa Menor, que son constelaciones polares y, por ende, centrales e inmóviles.
Según Federico González “El carro del sol es el arquetipo de los carros guerreros, y tanto asirios y caldeos como griegos y romanos, emulaban las andanzas del dios solar con sus carros de guerra en sus viajes de caza o de exploración hacia lo desconocido. Los bajorrelieves asirios expresan una y otra vez la idea del carro o la rueda, mediante la cual se podían llevar al límite las posibilidades anidadas en el alma de cada uno de los seres humanos.”
En la baraja del tarot, el carro lleva el número siete ‒un número mágico y muy simbólico como sabemos‒, y está asociado con el triunfo y la victoria, con la expresión de la voluntad. Si te sale esta carta jugando a los tarots estás de suerte, pues la persona que maneja su carro sabe bien hacia dónde va, tiene voluntad, dominio y fuerza interior, o sea, es una persona decidida, valiente y con seguridad en sí misma.
Créditos de las imágenes: Lucas Garcia
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