En un sentido general, los cabellos son una manifestación energética. Una cabellera abundante es siempre un símbolo de fuerza vital y de alegría de vivir (recordemos la historia de Sansón o de Wamba). El pelo cortado, por el contrario, expresa austeridad, obediencia y servidumbre, como por ejemplo la tonsura del clero católico consistente en raparse la coronilla en forma de un pequeño círculo, que evoca la corona de espinas y es una señal de humildad, de servicio a los demás y de desapego por lo terrenal y pasajero.
En el mundo taurino es muy frecuente la expresión “cortarse la coleta”. Esto se empezó a decir en el siglo XVIII, cuando era habitual que muchos hombres luciesen melena, y los toreros, con el fin de proteger la nuca en caso de una caída durante la lidia, se recogían el pelo con una coleta que trenzaban y enrollaban con unas cintas a modo de moño (de ahí que le llamaran “moña” a esta coleta). A partir del siglo XIX, y debido a que cada vez eran menos los que se dejaban crecer el pelo, comenzó a utilizarse una coleta postiza de “quita y pon” que era cortada simbólicamente por un compañero en la plaza el día de su retirada. De ahí viene la expresión general de “cortarse la coleta” como sinónimo de abandonar la profesión ejercida hasta entonces.
Es importante también el color en el simbolismo de los cabellos: castaños o negros significan la energía más oscura y terrestre; dorados o rubios se identifican con la luz y el esplendor del simbolismo solar; los cobrizos o rojos tienen un carácter ígneo y más bien demoníaco, y los blancos o canosos denotan paz, madurez y experiencia.
Los cabellos corresponden al elemento fuego, simbolizando el origen de las fuerzas primitivas. En el hinduismo simbolizan, al igual que los hilos de una tela, las líneas de fuerza del universo, cuya trama y tejido están constituidos por los cabellos de Shiva. Espiritualizando el concepto de energía, los cabellos se transforman en una potestad superior que eleva la categoría del ser humano. Una bella y abundante cabellera pueden significar a veces, tanto para el hombre como para la mujer, evolución espiritual. Por el contrario –como recuerda Zimmer–, todo el que renuncia a las fuerzas generadoras y prolíficas de la vida para entrar en una vía de sacrificio y ascesis absoluta, debe en principio cortarse el cabello, simulando así la esterilidad del anciano, que tiene la cabeza limpia de pelo y está al margen de la cadena de las generaciones.
Algunas religiones del viejo Egipto prescribían la depilación total, así como los antiguos sumerios, para los que el pelo y la barba había que raparlos para no atraer a los malos espíritus que podían enredarse en los cabellos.
El corte y la disposición de la cabellera son también un instrumento determinante no solamente de la personalidad, sino de una función social o espiritual, individual o colectiva. En Asia, el corte o la modificación de la cabellera fue a menudo un instrumento de dominio en general, como la coleta impuesta a los chinos por los invasores manchúes. También el peinado revestía una importancia extrema en la casta nipona de los guerreros, y en Francia, incluso cuando se inició la costumbre de cortarse los cabellos, solo los reyes y los príncipes conservaron el privilegio de mantenerlos largos, lo cual era un signo de poder. Numerosos pueblos indígenas hacen todavía una importante ceremonia en el primer corte de pelo a los niños, ya que se les considera entonces despojados de una parte de su fuerza vital.
Créditos de las imágenes: Ali Pazani
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