Nasrudín sufría un terrible dolor de muelas, pero estaba demasiado asustado para ir al barbero a que se la arrancara.
Su vecino, impresionado por su enorme moflete hinchado, le pidió que abriera la boca.
«¡Por Alá, qué infección! Si tu muela estuviese en mi boca, haría que me la quitaran ya mismo».
Y Nasrudín le contestó: «Y yo también, por supuesto».
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