De una manera ideal la guerra tiene como fin la destrucción del mal, el restablecimiento de la paz, de la justicia, de la armonía, tanto en los planos cósmico y social como en el espiritual; es la manifestación defensiva de la vida.
Es la función de los chatryas, pero en el Bhagavad Gita dice que ni uno mata ni otro es matado; es el dominio de la acción, del karma yoga.
En el Islam, el paso de la pequeña guerra santa a la gran guerra santa es el del equilibrio cósmico al equilibrio interior. El verdadero conquistador, el jina, es el de la paz del corazón. El mismo simbolismo puede hallarse en la acción de las órdenes Militares medievales, y más particularmente en los Templarios.
Los combates legendarios de las sociedades secretas chinas son combates de iniciados. En el sentido místico la guerra es el combate entre la luz y las tinieblas.
El budismo, aunque pacífico, utiliza mucho el simbolismo del guerrero: el guerrero brilla en su armadura, se dice del propio Buda en el Dhammapada.
El ardor guerrero se expresa simbólicamente por la cólera y el calor; el sacrificio ritual se asimila al rito de la guerra.
En los textos tradicionales cristianos se debe comprender también como guerra interior. La guerra santa es el combate que el hombre libra en sí mismo. Es el enfrentamiento entre las tinieblas y la luz.
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