Me preocupa la cantidad de incongruencias, incoherencias, por no llamarlas definitivamente mentiras, que estamos obligados a soportar. Ni siquiera se disimulan las falsedades, sino que, al contrario, se presentan exactamente como si fueran lo contrario, convencidos de que somos tontos, y basta con que una información provenga de los medios de comunicación para que la consideremos verdadera.
Nada de esto es cierto. NADA. Y lo peor es que, por cansancio o ignorancia, terminamos por creer y por aceptar lo que nos venden. Todo ese material se ha introducido subrepticiamente en nuestras mentes, y terminamos usando los mismos conceptos sin saber lo que estamos diciendo.
Veamos.
Esta es una cuestión delicada que, por falta de conocimiento concreto y, sobre todo, de pruebas, me cuesta abordar. Viene en mi ayuda el “mito de la caverna” que describe el filósofo Platón en su libro La República.
No hace falta extenderse en el contenido del mito porque es muy conocido. Se trata de una caverna (el mundo) donde todos estamos encerrados, aunque encantados de estarlo, porque dentro de la caverna se nos ofrecen todo tipo de imágenes falsas con visos de realidad, tan convincentes como para que nadie quiera salir de allí.
Nadie conoce a los “amos de la caverna”, pero es evidente que alguien, o algunos, han montado esta prisión disfrazada de un mundo feliz. Esto permanece así hasta que un atrevido decide romper sus cadenas y salir a ver lo que pasa en el exterior. Y aquí comienza el drama: el que sale comprueba el engaño, intenta contarlo a los demás y se encuentra con una absoluta incomprensión, porque al parecer todos gozan de sus cadenas…
Sinceramente, creo que nuestro mundo, al completo, en todos los continentes y en todos los países, está regido por los “amos de la caverna”. No los conocemos, no son los que dan la cara y ocupan las páginas y las pantallas de los medios de difusión, no; los visibles son sus títeres y ellos permanecen en el anonimato para seguir trabajando a gusto.
Porque no hay nada mejor que un pueblo engañado, debilitado, idiotizado, para poder manipularlo mejor. Los que viven intoxicados y casi inconscientes, creen cualquier cosa, y son capaces de hacer cualquier cosa.
Mientras vivimos al margen de la realidad, se propagan hechos como los que siguen, que he tomado al azar de un periódico de unas semanas atrás. Aunque en pocos días estas noticias pueden variar, no cambia la dirección de las cosas. No necesito inventar nada.
Y sin títulos específicos: revueltas estudiantiles, huelgas, manifestaciones callejeras, enfrentamientos de grupos a favor o en contra de cualquier acontecimiento con muertos y heridos, robos y atracos, crímenes, y para qué seguir…
No nos podemos permitir serlo. Bastaría con ejercitar la facultad de comparar lo que se vende con lo que hay. Informarse está bien. Pero los medios de comunicación no tienen la verdad absoluta: ¿hemos probado alguna vez leer la misma noticia en dos periódicos de diferente filiación política?
Hay que aprender a ver lo que tenemos alrededor, a escuchar lo que cuentan las personas de sus propias vidas. Las calles hablan, la gente también; tienen su lenguaje particular relativamente fácil de captar.
No somos tontos. Pero tampoco somos inteligentes, porque por ahora no podemos encontrar soluciones que no caigan en el radicalismo y la violencia.
Claro que las hay. Seguramente cada grupo vendedor de fantasías presentará sus aportes. Nosotros proponemos la Filosofía. Nos consta que, entre los filósofos más conocidos, Platón y Confucio ya lo hicieron.
No una filosofía teórica, porque con eso no movemos ni una mota de polvo. Proponemos una filosofía activa que nos enseñe a pensar, a usar la razón y no a distorsionarla. Una filosofía de valores morales que dignifique nuestros sentimientos. Una filosofía que nos ayude a resolver las situaciones cotidianas de nuestras propias vidas. Una filosofía que nos sitúe en la realidad y nos haga felices al mismo tiempo.
Así, tal vez, haciendo de cada uno de nosotros un ejemplo individual de transformación, podamos resolver los males que nos destruyen y construir un mundo diferente, esencialmente mejor.
Es tarea para el futuro, pero mucho más cercano de lo que parece si nos atrevemos a empezar por nosotros mismos.
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El problema que veo es que la Filosofía está contaminada, por las ideas de esos grupos de presión que han creado lo que tan bien ilustras.
En una gran empresa escuche a un supervisor (no me lo contaron), decir a uno de sus sualternos: NO PIENSE, HAGA LO QUE SE LE DICE.
En resumen estaba eliminando de forma definitiva aquello que se nos enseño en los ya lejanos años del bachillerato: Observa, analiza y luego actúe.
La esencia de la filosofía es la búsqueda de la verdad y para ello una de las mejores herramientas con las que podemos trabajar es con la razón, el pensamiento. Los filósofos precisamente se caracterizan por hacerse preguntas, pensar y no limitarse a obedecer por miedo, por costumbre, por falta de iniciativa, por comodidad.
Por lo tanto estoy de acuerdo en tu comentario, Manuel. Pero quería puntualizar tu primera frase: la filosofía no está contaminada. Quizás los filósofos, o los que se llaman filósofos se limitan a repetir las consignas de los grupos de presión que mencionas.
Si esa es la solución
El artículo está muy bien escrito y expresa con claridad la situación actual. Lo mejor es el final: Hay soluciones!!
Porsupuesto que nos mienten, en mi país, Perú, lo hacen de manera cínica y grosera. Gracias por el articula Sra Steinberg, estoy de acuerdo con Usted.